Cultura y banalidad
La mirada ·
La mirada ·
Está el nombre de Nick Cave en la lista de los músicos que han cancelado sus giras por Rusia. No creo en un Dios intervencionista, dice una de sus canciones más famosas. Algún intervencionismo hará falta, aunque sea humano, en la guerra que acaba de ... empezar. Cuando comparas el desgarro de las imágenes de Ucrania con la normalidad que sigue su curso aquí, al otro lado del estruendo, comprendes que hay una parte buena y una mala en esa normalidad. La mala tiene que ver con la indiferencia al dolor ajeno, que se intuye lejano; la buena tiene algo de réplica descarada y saludable: seguimos con nuestro business as usual porque es una señal de fuerza frente a quien te quiere cambiar a peor.
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Bob Dylan, que es nieto de emigrantes ucranianos, escribe sobre la libertad en 'Tarántula', un libro extraño y magnético que los dylanianos, esa secta borrosa, renuncian a entender. Esa torpeza es paradójica; hay letras de Dylan tan crípticas como 'Tarántula' y nadie se queja, quizá porque la música las envuelve. Dylan pregunta en 'Tarántula' quién podría haber dicho estar dispuesto a morir por la libertad, y da una lista de nombres tan variopinta y tan divertida que la conclusión es obvia: contra la libertad no se declara nadie. Es lo que pasa con las palabras, que son elásticas. Los chicos de Ciencias han hecho posibles grandes adelantos que hoy se traducen en tanques poderosos; los chicos de Letras no pueden evitar que un tirano invada un país con el pretexto ultrajante de desnazificarlo. Comimos una comida eterna, sin principio ni fin, dice el Buscón quevedesco al narrar sus hambres en la casa del dómine Cabra; el cinismo de los tiranos tiene principio y fin, pero se renueva. Es bueno haber leído a los clásicos si aspiras a gobernar -aunque digas que dijo decíamos ayer quien no lo dijo e incrustes el gazapo en un best seller- porque es la cultura la que sostiene el buen criterio de un gobernante; donde no hay cultura hay banalidad. Ahora, cuando la libertad está siendo pisoteada en la casa europea como no lo estuvo en décadas, la primera precaución es tomar nota de los banales. También dice el Buscón, hablando de lo buen verdugo que era su tío, que al verlo daban ganas de ser ahorcado. Han pasado cuatro siglos y Kiev no se deja ahorcar. Feliz marzo.
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