Los cuerpos de Lucian Freud
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El Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid recorre la trayectoria de una de las grandes figuras del arte contemporáneoNo debemos llevarnos a engaño con Lucian Freud (Berlín, 1922-Londres, 2011). La apariencia sombría y taciturna del pintor inglés, reflejada en aquellos postreros autorretratos en los que mostraba la decadencia corporal, nos pueden sugerir la idea de un hombre atormentado y recluido en sí ... mismo. Pero sus excesos juveniles descubren a un individuo vital y apasionado, adicto a las mujeres, las apuestas y la velocidad. La exposición 'Lucian Freud. Nuevas Perspectivas' celebra el centenario del autor con un amplio abordaje de su trayectoria y la intención de mostrarlo en todas sus vertientes mediante una selección de medio centenar de piezas. Tras su paso por la National Gallery, la muestra recala a partir del próximo 14 de febrero en el Museo Thyssen-Bornemisza convirtiéndose en uno de los grandes atractivos de la temporada.
La vida intensa del creador pudo, sencillamente, no ser. El nieto de Sigmund Freud residió hasta los 11 años en Berlín, su ciudad natal y emigró a Inglaterra tras la ascensión al poder de Hitler. Toda la familia, de origen judío, se estableció en Londres huyendo de la persecución. El itinerario previsto por la exposición comienza en sus años de formación, cuando frecuentaba con otros colegas como Francis Bacon, Michael Andrews y Ronald Kitaj los pubs del, entonces, barrio bohemio del Soho, especialmente el mítico Colony Room.
Ese periodo de formación se corresponde con el capítulo 'Llegar a ser Freud'. A contracorriente, el joven pintor apostó por la figuración. Cuando el informalismo y el expresionismo abstracto constituyen las tendencias predominantes a ambas orillas del Atlántico, el artista asume el legado de las vanguardias históricas. Las primeras obras manifiestan ecos surrealistas, aunque siempre negó la influencia teórica de su abuelo, y formalmente se deben a una pincelada meticulosa. Las composiciones, de clásica frontalidad, evidencian rigidez y minuciosidad.
El retrato, del que está considerado el gran maestro contemporáneo, proporciona el lema de la segunda etapa en este sugerente recorrido. El autor, de factura lenta, trabajaba de pie y observaba detalladamente a sus modelos buscando la esencia y el detalle. También comienza a pintarse a sí mismo desde ángulos originales, tal y como revela el lienzo en el que se observa en un espejo colocado en el suelo.
La mancha se vuelve más suelta y empastada a lo largo de este periodo. La influencia de Francis Bacon resulta decisiva en ese cambio, que parece asociado al espíritu libre e iconoclasta del irlandés. La amistad, acompañada de cierta rivalidad, marcó su trayectoria a partir de los sesenta. En cualquier caso, el éxito llegó temprano. Su primera exposición individual tiene lugar en 1944 y participó en la Bienal de Venecia de 1954. Ese reconocimiento lo convirtió en el representante más cualificado de la Escuela de Londres, un colectivo de autores figurativos en el que también aparecen Frank Auerbach o Leon Kossoff.
Los característicos desnudos llegaron para quedarse en la década de los sesenta, tal y como refleja el tercer episodio. Cuando la creación extraída directamente de la realidad se halla en entredicho, Freud muestra su pujanza con una propuesta intensa. Los sujetos aparecen recostados, en situación de abandono y abiertos a la impúdica mirada del autor. La carnalidad se vuelve excesiva y los cuerpos aparecen recortados por profundos claroscuros generados por el color. La pintura, densa y rotunda, es la protagonista, y su inspiración bebe de los grandes, de Velázquez, Hals y Courbet, entre muchos otros.
La cercanía al poder es una de las prerrogativas de aquellos que triunfan. Aunque busca sus modelos en el entorno cercano, no descartaba los encargos. Pero el pintor no cede ante aquellos que, como el barón Thyssen o la reina de Inglaterra, solicitaron su oficio. En esas ocasiones, el pintor mantiene esa ambición de introspección analítica, toda una seña de identidad y que desemboca en imágenes de intenso expresionismo.
El estudio también resulta un motivo de interés y adquiere importancia decisiva en la quinta fase de nuestro camino. La exposición recoge varias lienzos de interiores firmados partir de los años ochenta, cuando la hegemonía del autor ya resulta incontestable. 'Gran Interior W11', una de sus piezas maestras, supone una relectura contemporánea de la obra 'Pierrot contento' de Watteau. La interpretación de Freud sustituye a los personajes de la Commedia dell'Arte por familiares, pero la escena que podría ser un tierno homenaje a los suyos se convierte en el descarnado retrato de una serie de individuos ajenos entre sí y que parecen atrapados en la soledad y el drama personal.
La carne, no podría ser de otra manera, también posee un apartado y con él concluye el itinerario. Los cuerpos no normativos del 'performer' Leigh Bowery la escritora Sue Tilley dieron lugar a cuadros fundamentales que rebaten todas las convenciones alrededor del desnudo clásico. Los lienzos, de gran formato, muestran la vulnerabilidad de personajes, como el primero, que había hecho arte de su imagen extravagante y sofisticada. El propio autor, ya anciano, se autorretrató sin ropa alguna para exhibir con crudeza el paso de tiempo. El pintor muestra la fragilidad humana de la forma más lacerante, sin paliativos.
La amistad entre Bacon y Freud, y su soterrada pugna, persiste incluso cuando ellos ya no están. Ambos constituyen hoy un señuelo para grandes coleccionistas. El segundo se arrogó la cualidad de ser el autor más cotizado en vida cuando, en 2008, 'Benefits Supervisor Sleeping' fue rematada por 33,6 millones de dólares y, dos años después, el tríptico que el primero dedicó a su amigo alcanzó los 127 millones y el estatus de ser la obra más cara subastada hasta la fecha. La Escuela de Londres, la angustia existencial y el dolor, se habían convertido, inevitablemente, en el objeto de deseo del mercado.
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