«Los cuentos que asustan también pueden ser formativos»
Lecturas ·
En su último trabajo narrativo dibuja a un niño napolitano, como él, que recuerda un amor idealizadoSecciones
Servicios
Destacamos
Edición
Lecturas ·
En su último trabajo narrativo dibuja a un niño napolitano, como él, que recuerda un amor idealizadoEduardo Laporte
Sábado, 6 de mayo 2023, 00:04
La abuela del niño protagonista de 'Vida mortal e inmortal de la niña de Milán' (Lumen) le habla de la fosa de los muertos, un inframundo que le generará temor, pero también curiosidad. Una fosa cubierta «por una losa de mármol con cerradura» que se ... entiende como metáfora de la finitud de la vida, más aún en alguien viudo como ella. Son mimbres con los que Domenico Starnone (Nápoles, 1943) teje esta novela de amor idealizado, el del muchacho napolitano que se enamora de una niña milanesa y refinada que lo es sobre todo en su fantasía. Considerado según algunos (como Manuel Vilas) el mejor escritor italiano vivo, casado con la también escritora Anita Raja, Starnone recrea en esta novela el niño que fue y dejó de ser.
- En 'El laberinto de las sirenas', Baroja describía el Nápoles de hace cien años. ¿Sigue siendo una ciudad tan pintoresca?
- Para mí, sí. Es un lugar con muchos estratos culturales, con base grecolatina, pero también de franceses, que luego se ha convertido en una ciudad muy compleja desde el punto de vista de la lengua, pero también de las costumbres. Porque Nápoles es también una ciudad muy española.
- Nápoles es el sur, y Milán, evocado en la novela, el futuro, el progreso…
- Es lo que se cuenta con la historia de la niña de Milán, que parece de allí porque no habla el dialecto. Es un relato de los años cincuenta, un tiempo en que Milán es como si fuera casi un lugar extranjero, tan lejano, y por tanto el niño se enamora casi de una extranjera.
- Decía el siciliano Battiato que lo que se soñaba en el sur se hacía en el norte.
- Es una forma de ser subalternos, de vivir en segundo plano, porque siempre asumimos que en el norte es donde se realiza todo mejor, donde se concreta todo.
- ¿Cómo entra Roma, su ciudad de residencia, en esta relación?
- Llegó por casualidad. De joven, vivía en Nápoles, pero tenía necesidad de trabajar de forma urgente, y era difícil conseguir un trabajo en la universidad para un recién licenciado. Me enviaron a enseñar a Basilicata, en el sur, y tras un tiempo me mandaron a Roma, donde vivo desde los años setenta, pero sigo sintiendo Nápoles como mi ciudad.
- ¿No se plantea volver?
- La relación con Nápoles es complicada. Vuelvo a Nápoles con gran pasión y la encuentro la ciudad más bella del mundo, mi lugar, me representa. Pero en cuanto pasa algo de tiempo, la encuentro insufrible.
- ¿La literatura es el mejor medio para volver a los lugares sin dañarse?
- La literatura es sobre todo un modo de rebuscar, de mirar de otro lado. También un modo de añadir desorden.
- Decía Flannery O'Connor que quien sobrevive a la infancia tiene material para toda la vida…
- La frase es bellísima. Y se puede aplicar sobre todo a Nápoles, un lugar peligroso donde no todos sobrevivían a la infancia. (Risas).
- ¿Vuelve a la infancia, como escritor, porque ahí están las claves?
- La infancia es un lugar maravilloso y terrible. Además, se va modificando con el tiempo. En este libro, no hay ninguna voluntad de reconstruir de manera histórica la infancia. Aquí se muestra del modo en que la observa un hombre anciano y cómo la inventa a su manera.
- Es tentador inventarse una vida a medida. La propia milanesa es una invención del protagonista, tiene algo de Dulcinea.
- Sí, pero mientras Dulcinea es una idealización total del Quijote, la niña de la novela es más real, habla italiano, pertenece a una clase de familia alta… Es tan elegante que no puede ser de Nápoles, por tanto, es una idealización con su base lógica.
- Prefiere no saber, no pregunta mucho a la abuela…
- Tiene miedo de la verdad y cuando ocurre lo que ocurre, le pregunta si puede seguir llamándole la niña de Milán, si puede mantener viva la ilusión.
- El tema de la muerte es importante en la novela, aunque se introduce de manera oblicua con la historia de la abuela y la fosa.
- El niño fantasea, pero también necesita contrastar la realidad; no se conforma con los cuentos de la abuela, necesita comprobar, buscar si es verdad, porque en el jardín no existe esa fosa…
- ¿Los abuelos son, en cierto modo, los primeros cuentacuentos, el primer acceso a la ficción?
- Sí, porque empiezan con una base real, a la que luego añaden fantasía. Los abuelos tienden a contar, y suelen atenuar la realidad, o también la complican. La abuela que habla de la fosa de los muertos está contando su propia desesperación, la de perder a su marido de joven, y por tanto usa esa historia que no es consoladora para el niño, le puede asustar incluso, pero esos cuentos que asustan pueden ser también formativos.
- Ahora hay una corriente que plantea suavizar los cuentos. ¿Qué opina de la reescritura de obras de autores como Dahl?
- No me gustan mucho este tipo de operaciones. El niño necesita estímulos fantásticos fuertes, y así se activa la fantasía y la capacidad de organizar el mundo. Endulzando todo, el niño va a tener que buscar en otros sitios. En 'La isla del tesoro', Jim Hawkins va armado con dos pistolas y es capaz de matar a un hombre. Hoy situaciones como esas serían canceladas y esto me parece un error.
- Cambiando de tema, ¿qué salud tiene el idioma napolitano?
- Al napolitano le está pasando lo que a muchos idiomas; el abanico de palabras que habla la abuela se ha reducido considerablemente. La muerte de la abuela es la muerte de muchas de esas palabras; pero el napolitano es una lengua viva que evoluciona constantemente.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
A la venta los vuelos de Santander a Ibiza, que aumentan este verano
El Diario Montañés
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.