
El crisol de la performance
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Alejandría desarrolla una compleja propuesta multidisciplinar en torno a la acciónLa performance es el medio natural para Alejandría. A pesar de que proviene de una formación tradicional y canónica, reconoce su abordaje de la imagen ... desde los amplios parámetros de la cultura visual. «Me interesa mezclar disciplinas y esta herramienta me permite desdibujar fronteras y en este ámbito programo, produzco vídeos, elaboro escenografías o compongo vestuarios, mezclo diseño, moda y música», explica. «Me interesa esa línea de actuación porque el arte contemporáneo va por ahí, por conectar con otras formas de hacer». Durante tres meses, el artista madrileño ha gozado de una residencia en la galería Aldama Fabre para preparar una pieza que formará parte de 'Khole', su último proyecto, y que cierra la denominada 'Trilogía de la noche'. La muestra estará abierta en esta galería hasta el día 23. La iniciativa está producida por Injuve y Matadero Madrid en colaboración con La Real Fábrica de Tapices y la entidad bilbaína, y se estrenará el próximo 16 de octubre en Teatro de la Abadía.
La teoría 'queer', que asegura que géneros, identidades y orientaciones sexuales son una construcción social, constituye el concepto que anima sus propuestas creativas. «Estamos en un momento en el que nos replanteamos cómo nos relacionamos con nosotros mismos como cuerpo, con nuestra historia y con la idea de sociedad», indica y alega que esta demanda no se refiere tan solo al colectivo LGTBI. «No apela a un grupo que vive su sexualidad de una manera no normativa y busca sus propias formas de expresión, sino a todo el mundo, porque todos debemos replantearnos lo que nos han enseñado que debemos ser y si nos sentimos a gusto en esos parámetros o queremos romperlos», añade y puntualiza que este análisis no debe llevarse a cabo necesariamente desde el lugar sexual. «Me refiero a cómo te percibes a ti mismo y cómo te gustaría representarte, o cómo te sientes cómodo cuando se refieren a ti, cuestiones importantes y complejas. Hablamos de un campo de enorme plasticidad en el que cada uno debe encontrarse a sí mismo».
Este debate es cada vez más frecuente en el ámbito cultural, pero, a su juicio, no ha obtenido el suficiente protagonismo. «Porque si fuera así el circuito artístico no estaría dominado por hombres heterosexuales», aduce. «Como artista que trabaja desde el género, soy consciente de que solo se me llama desde festivales o exposiciones que tienen ver con el colectivo gay o en momentos del año en los que resulta necesario cubrir ese cupo de sensibilidad». También afirma que los artistas que trabajan desde ese punto de vista, deben hablar muy alto, en un sentido metafórico. «Hemos generado una forma de representarnos que llama mucho la atención, pero eso no significa que ni sea dominante ni que esté insertado en los circuitos, nada que ver».
La situación, en su opinión, es verdaderamente dramática. «El mundo del arte implica lo peor del mercado y el capitalismo», lamenta y niega esa visión romántica del artista que se expresa a través de sus creaciones. «Esta industria es muy tóxica y, a nivel laboral, no se ha creado el tejido suficiente para que gocen de cierto colchón», indica y reconoce que el resultado implica una caída al vacío. «Apuestas por lo que haces durante mucho años, no encuentras recompensas y, al final tienes que adaptar tu trabajo para buscar circuitos alternativos. La gente de mi Facultad que sigue ahí ya contaba desde el principio con una red familiar o de contactos que les facilitaba todo. Los demás nos buscamos la vida».
El tapiz exuberante y orgánico que exhibe en Aldama parece remitirnos a un paisaje onírico, ese País de Nunca Jamás donde ubica la última parte de la trilogía. «La elaboración de la pieza me ha permitido distanciarme del ordenador», reconoce. «Al final, el artista contemporáneo está muy ligado a un trabajo de oficina, aunque no lo parezca, y durante seis meses he llevado a cabo un estudio con diferentes tejidos y materiales reciclados». Cada pieza de la performance tiene entidad propia. «Lo bueno es que poseen versatilidad y se pueden desarrollar más allá».
Alejandría reside desde hace un año en Bilbao. «Madrid es muy potente, se mueven muchas cosas, pero también resulta muy exigente, tóxica, difícil de manejar y si careces de esa estructura social te puede devorar», advierte y señala que, en cambio, la capital vizcaína es más pequeña y no reúne tantas instituciones. «Aquí la gente tiene la tendencia de irse a otros destinos a desarrollarse, cuando lo cierto es que si se generase un cultivo cultural esta ciudad sería increíble. Pero no existe una estructura para que la gente creativa se construya un futuro».
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