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Considérame un sueño
La lógica de lo onírico. ·
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La lógica de lo onírico. ·
La decimoquinta edición de Ja! Festival tiene como protagonista a Franz Kafka desde aspectos poco habitualesLa programación del XV Ja! Festival Internacional de Literatura y Arte con Humor, comienza el próximo jueves. Uno de los actos tiene como base a Kafka desde una perspectiva inicial concreta, pero sin duda, conociendo la brillantez de sus protagonistas invitados al diálogo, que son ... los autores Rodrigo Cortés y Andrés Ibáñez, se ramificará por inteligentes senderos que siempre se bifurcan. Lo hemos titulado 'Considérame un sueño' (será el sábado 19 de octubre en Bizkaia Aretoa). El título y la idea surgieron por una anécdota que cuenta a la cámara Max Brod, el íntimo amigo de Kafka, ya mayor, en 1968 (se puede ver en YouTube), el año que falleció. Dice que Franz había ido a casa de los Brod para visitarle. El padre de Max dormía en el sofá, en la sala, y Kafka pasó por delante. El padre miró a Franz desde el limbo entre el sueño y la vigilia y este, aleteando los brazos como expresión del deseo de esfumarse, le dijo: «Considérame un sueño», y se fue raudo a la habitación de su amigo.
El tema del sueño en las artes, de la narración onírica asistida por reglas propias que quizá son secretas o tal vez intentan pasar por inexistentes (como el diablo). A diferencia de lo surrealista, creo que sí hay una sutil lógica en lo onírico, un cierto código en el desarrollo de su hilo argumental por caprichoso o gratuito que parezca. Muchas páginas de la propia obra de Kafka se consideran regidas por esas difusas leyes de los sueños (constantemente en 'El proceso') que a veces son pesadillas ('La condena') o circulan por una retorcida comicidad, como en 'La metamorfosis' (podría ser un tema para tratar aparte: el humor onírico).
El caso de Kafka en su obra sería el del aire, aroma y espíritu del sueño. Lo mismo sucede en cine por ejemplo con David Lynch; pocas secuencias tan oníricas como la del teatro nocturno de 'Mulholland Drive' o las pavorosas transformaciones de rostros en 'Inland Empire'. Luego está el sueño que sucede realmente, valga el oxímoron. Me refiero al recurso del personaje que sueña y se ve o se cuenta en palabras el contenido de ese sueño, recurso frecuente en cine y literatura; mejor valorado en el primero que en la segunda (hay para alguna parte de la crítica una cierta regla no escrita de que no es conveniente narrar sueños en literatura). Citaré algunos ejemplos destacados.
'La mujer del cuadro' de Fritz Lang, un caso de excelente película en la que el desenlace se ve malogrado en parte por la fácil solución (guion de Nunnally Johnson) de que toda la intrincada trama en torno a la guapísima 'femme fatale' Joan Bennett ha sido un sueño del ordenado profesor de criminología que encarna Edward G. Robinson, que se ha quedado dormido en una butaca de su club (no se quejen de 'spoiler' que la película es de 1944 y está muy vista).
Es una secuencia referencial el sueño que cuenta Gregory Peck al psicoanalista en 'Recuerda' (Alfred Hitchcock, 1945). Al sueño le puso imágenes Salvador Dalí con una de sus ruedas blandas y esas cosas. Bastante más me gusta el sueño de James Stewart en una de las películas más famosas de 'Hitch': 'Vértigo' (1958), que jugaba con lo vertiginoso y el vacío, tenía una inquietante animación con ramos de flores y seguía el ritmo de la vibrante partitura de Bernard Herrmann.
Una pincelada de cómic: la magnífica página dominical a todo color en el 'New York Herald', desde 1905, de 'Little Nemo in Slumberland', de Winsor McCay. Contaba con encuadres imaginativos y un precioso dibujo 'art nouveau' los agitados sueños del niño. La última viñeta era Nemo despertándose caído de la cama. Guardo buen recuerdo de mi lectura en la adolescencia de las narraciones de H.P. Lovecraft reunidas con el título 'Viajes al otro mundo. Ciclo de aventuras oníricas de Randolph Carter'. Carter, 'alter ego' del autor, es una especie de soñador profesional que viaja a esos mundos de Lovecraft de horrores indescriptibles, dioses locos y el que no tiene cara y está detrás de todos ellos. Una buena variante del mundo de los sueños que invade el real se halla en el personaje de Freddy Krueger, creación de Wes Craven en 'Pesadilla en Elm Street' (1984). El peligroso cara quemada Freddy irrumpe en los sueños de sus víctimas con la peculiaridad de que las heridas que les inflige con las cuchillas que prolongan sus manos las sufren en la realidad.
Una secuencia de sueño célebre es la de estética expresionista de 'Fresas salvajes' (Ingmar Bergman, 1957). El viejo Victor Sjöström (que fue un famoso director sueco del periodo mudo) se ve en una calle sin sombras en un proceso onírico de dificultades con diversos objetos que simboliza la decadenc+ia de su ancianidad y la cercanía de la muerte. En la estupenda 'El gran Lebowski' (1998), de los hermanos Coen, hay dos sueños entre el pop y lo 'kitsch', con coreografía geométrica hortera estilo Busby Berkeley, protagonizados por el 'Nota' (Jeff Bridges). Ninguno de los dos surgen de un dormir apacible, sino por fuera de combate mediante puñetazo y narcótico. Y desde luego no puedo dejar de citar la pesadilla de yonqui de Ewan McGregor en 'Trainspotting' (Danny Boyle, 1996) con el bebé que gatea por el techo y gira la cabeza como la niña de 'El exorcista'.
Terminaremos con el desprecio por las aventuras soñadas y la declaración de principios, tan llena de arrogancia como de fascinación, de Thomas Edward Lawrence o Lawrence de Arabia en su obra capital 'Los siete pilares de la sabiduría'. «Todos los hombres sueñan, pero no igualmente. Los que sueñan por la noche en los polvorientos rincones de sus mentes despiertan de día para encontrarse con que todo era vanidad; pero los soñadores del día son hombres peligrosos, porque pueden realizar sus sueños con los ojos abiertos, hacerlos posibles. Esto fue lo que yo hice».
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