
Dos conciertos para chelo y piano entre el humanismo y la espiritualidad
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Fanlo y Frías han grabado piezas concertantes de Grundman marcadas por su línea melódica próxima al romanticismoCuenta Jorge Grundman (Madrid, 1961) que los temas principales del Concierto para piano y orquesta que acaba de ser publicado por el sello Sony Classical los tiene en su cabeza desde los 14 años. «Empecé a estudiar Música en el Conservatorio pero aquello no gustó a mis padres, que querían que hiciera otras cosas. Esos temas los tocaba en casa», explica. Así fue durante tres décadas, hasta que en 2003 comenzó a poner su música por escrito. Para entonces, llevaba casi veinte años dando clase en la Escuela de Ingenieros de la Universidad Politécnica de Madrid, en cuyo claustro entró en 1985. En ese momento ya se había desvinculado de los grupos pop Trópico de Cáncer y Farenheit 451, con los que fue uno de los protagonistas de la Movida madrileña. Justo cuando su canción 'Yo lo intentaría una vez más' se situaba en el número 1, él se alejó de ese mundo para adentrarse, siempre en sus horas libres, en el 'new age' y la clásica.
Ahora, con una treintena de grabaciones discográficas a sus espaldas, protagoniza un álbum que contiene el concierto para piano que concibió en la adolescencia y otro para chelo que escribió durante la pandemia, en apenas dos semanas. El primero de ellos salda una deuda con el muchacho que quería ser músico. Antes de llegar a ser concierto, la obra fue un quinteto por impulso del pianista Daniel del Pino. Luego, su mujer por un lado y el también pianista Eduardo Frías por otro, lo convencieron para darle la forma concertante. Bajo la música subyace «una idea religiosa: la de la decisión más difícil de Dios. Narra qué pasaría por su cabeza para, viendo lo que vio respecto del comportamiento de los hombres, salvar finalmente a la Humanidad». El concierto para violonchelo es de alguna manera la segunda parte de esa gran cuestión: «La respuesta aquí es que nos dan una oportunidad, una posibilidad para el arrepentimiento».
Esta pieza fue escrita a gran velocidad, con una excepción: la cadencia, «cuya elaboración fue más larga y está hecha a medias con Iagoba Fanlo, el intérprete de la obra. Salvando todas las distancias, fue algo así como cuando Brahms escribió la cadencia de su concierto para violín con Joseph Joachim».
Entre ambas obras concertantes, el CD incluye una pieza breve. Como en los restantes trabajos, Pedro Halffter dirige a la Sinfónica de Navarra. En este trabajo exclusivamente orquestal -aunque tiene su origen en un estudio de los años ochenta-noventa que ha tenido muchas otras versiones-, también se respira el mismo ambiente «entre el humanismo y la espiritualidad» de las dos anteriores. De hecho, el subtítulo de la pieza es 'Somos el pasado inminente', que muestra igualmente el afán del compositor por contar historias. Una idea que comparte Iagoba Fanlo, que describe el concierto que él estrena en esta grabación como «una obra muy comunicativa y muy intensa». El violonchelista donostiarra explica de manera muy gráfica con qué obras entronca esta partitura de media hora larga de duración: «Tiene una intensidad como la que se halla en Schumann y la fuerza de Shostakovich».
Esa intensidad, la fuerza de las melodías, la emotividad, se traslada al oyente. Nada más salir el disco al mercado, el 'single' del concierto para violonchelo con la coda se convirtió en número 1 de iTunes y en pocos días dos pistas del disco alcanzaron las 700.000 descargas en Spotify.
«Cuando tú escuchas algo de Jorge sabes que es suyo, por la transmisión de sentimientos y la capacidad de tocarte por dentro y quedarse en su cabeza». Es el pianista madrileño Eduardo Frías quien habla. Él ya protagonizó un disco anterior de Grundman con piezas para piano solo. «Como sucedió entonces, trabajar mano a mano con el compositor permite un intercambio de ideas muy enriquecedor», sostiene. Y define la obra en la misma línea que Fanlo: el concierto para piano, dice, «está situado en la estela del romanticismo y el postromanticismo, con formas al estilo de Rachmaninov, líneas melódicas emparentadas con Grieg y un tema lírico que recuerda a otro del Concierto Nº 1 de Brahms».
La obra de Grundman propone el reencuentro con los aficionados. «La música no existe hasta que se interpreta, y eso no sucede si a nadie le interesa. No se puede romper la cadena: el público debe entenderla y entender el mensaje», argumenta. Él mismo pasó por una época en la que dejaba en un cajón sus obras porque pensaba «que no interesaban a nadie».
Entonces, los promotores primaban en sus conciertos de música contemporánea aquella que enlazaba con las llamadas vanguardias. Todo eso ha cambiado y la música tonal está de nuevo presente en las salas y los festivales. Lo subraya Eduardo Frías cuando explica que a la espera de que el concierto para piano suba a los escenarios, ya está prevista una interpretación en una versión para piano y quinteto de cuerda, dentro del ciclo de cámara de RTVE, «que acepta incluir la música tonal junto a las nuevas vanguardias».
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