«Toda clase social tiene sus reglas, no hay escape»
Colombe Schneck ·
Su 'Trilogía de París' indaga a partir de su experiencia en lo que supone ser mujer nacida a finales de los 60 en la burguesía parisinaSecciones
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Colombe Schneck ·
Su 'Trilogía de París' indaga a partir de su experiencia en lo que supone ser mujer nacida a finales de los 60 en la burguesía parisinaColombe Schneck ha publicado un buen montón de novelas en Francia, su país natal, y seguramente la traducción de tres al castellano -'La trilogía de París', formada por 'Diecisiete años', 'Dos pequeñas burguesas' y 'La ternura del crol'- sea la puerta de entrada para muchos ... lectores a un universo que bebe de lo autobiográfico y que realiza casi un estudio sociológico de lo que es ser mujer nacida a finales de los sesenta, época de libertades, en el seno de una familia burguesa parisina... y al batacazo contra la realidad, porque una mujer con esos antecedentes (necesidades cubiertas, buenos estudios, vacaciones de postín) termina atrapada en la pareja, la maternidad, los malabares como cualquier otra. Con la diferencia de que encima es mucho más consciente de que, de niña, le dijeron que su vida iba a ser otra.
- En 'Diecisiete años' establece un diálogo con Annie Ernaux y su novela 'El acontecimiento', sobre el aborto.
- Cuando yo era adolescente leía mucho a Annie Ernaux y me sentía muy reflejada en lo que escribía pese a que nuestros entornos eran muy diferentes. Ella de extracción humilde, de padres tenderos, de fuera de París, más mayor. Pero reconocía el mismo sentimiento de culpa, la misma vergüenza del cuerpo de la mujer joven. Era un espejo para mí. Y un día ella nos dijo a nosotras, las mujeres que habíamos abortado y no lo contábamos, que, si no hablamos de ello, el derecho desaparecerá. Que tenemos que decirlo, que se sepa. Así surgió ese relato escrito en cuatro días. Sí, es mi respuesta a lo que ella escribió.
- Cuando usted aborta a los 17 años se da perfecta cuenta de que todo eso que le habían contado de que era igual a un hombre, que tenía los mismos derechos y libertades y posibilidades, era mentira, ¿no?
- Me criaron en los años setenta en un entorno feminista, mi madre y mi abuela habían estudiado y la idea era que yo era como los chavales de mi edad. No veía por qué ser una chica joven era diferente de ser un chico joven. Me sentía súperlibre. Y me gustaba. Hasta que empieza el miedo a quedarme embarazada y me entra la cólera, la rabia, el sentimiento de haber sido traicionada. En clase nos ponían una peli horrorosa sobre un parto terrorífico, sobre un dolor tremendo, para hablar de la sexualidad. Y a mí nadie me había dicho que esa era la gran diferencia entre ser un chico y una chica.
- ¿La posibilidad del embarazo?
- Tenemos un útero y siglos y siglos de poder religoso y poder político siguen dictando la función única de ese útero. No ser madre o ser solamente madre da igual, te culpabilizas por igual. A mí me llevó años deshacer todas las ideas asociadas a esto.
- Lo que ocurre en el interior del cuerpo de una mujer atañe solo a esa mujer», escribe. ¿Hay que repetirlo?
- Sí, porque el útero nos pertenece a cada una de nosotras pero parece que es de toda la sociedad. No hay ninguna ley que hable de ningún órgano del cuerpo del hombre, no sé, de la próstata, por ejemplo. Pero el útero es tema de debate. Y ser o no madre es una elección ahora en nuestros países, pero seguimos sintiendo vergüenza si abortamos. Yo nunca lo hablé con nadie, como si hubiera sido un error. Y no: fue el resultado de una relación sexual y elegí no tenerlo. No estoy de acuerdo en esconderlo, empezando por mi propia historia. Nos pesa aún esa vergüenza y no quiero que sea así.
- En la segunda novela hace un retrato sociológico de la burguesía parisina. ¿Viven en una burbuja?
- Toda clase social tiene sus propias reglas y códigos, no hay una que escape. Escribí sobre la pequeña burguesía porque es lo que conozco... y porque en Francia está muy mal vista: allí es como llamar a alguien vulgar, inculto, obsesionado con el dinero y las marcas, frígido, es lo peor de Francia. No son muy simpáticos en los libros y yo quería hacerlos humanos, con sus miedos, deseos, ambiciones y esa falta de conciencia del privilegio que tienen. Cómo enmascaran lo que falla.
- Sobrevuela todo el libro la búsqueda del amor de un hombre...
- Volviendo al tema del útero: la función de una mujer es ser esposa y madre, es decir, buscar el amor de un hombre; ese es el primer proyecto de vida de una mujer. Y el resto de relaciones parecen secundarias todavía.
- En 'Dos pequeñas burguesas' la amistad es mucho más potente.
- Yo he tenido más éxito en mis relaciones de amistad que en las amorosas. La amiga de la que hablo en esa novela murió y yo no la voy a olvidar nunca, mientras que de la pérdida del amor del hombre me consuelo. Al final resulta que mis relaciones con los hombres no han tenido tanta importancia y he podido renunciar de alguna manera: hay muchas cosas y personas que te dan alegría, fuerza, felicidad, hasta sexualidad. Para mí nadar tiene que ver con esto.
- Esto nos lleva a 'La ternura del crol', en la que dice que «sobre un amor feliz no se escribe». Ocurre lo mismo con la bondad. ¿No deberíamos hacerlo, para cambiar por fin las referencias?
- Tengo proyectos de escribir sobre el amor feliz, y me gustaría encontrar una explicación a esa idea. En mis novelas reflexiono hasta el punto en el que puedo hacerlo, busco pensar y darme respuestas, es una forma de estar viva. Yo sufrí mucho cuando el hombre del que hablo en esa novela me dejó, pero de repente descubrí cómo consolarme a mi edad y empecé a aprender a valorarme a mí misma, encontré otros proyectos. Nadar fue uno de ellos. Nadar era como vivir en mi presente.
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