Célibe bien a su pesar

Analizando su biografía, no resulta del todo extraño que así sucediera. El compositor era un hombre feo sin paliativos, muy torpe para las relaciones sociales, vestía de forma anticuada, nunca anduvo sobrado de dinero porque su éxito fue tardío, mostraba un fanatismo religioso que hubiese sido excesivo incluso en un sacerdote y -probablemente lo peor de todo- tenía un trastorno obsesivo compulsivo (TOC) con tantos perfiles que habría dado trabajo a un equipo de psiquiatras.

Todas sus peticiones de mano fueron realizadas por carta. Las pretendidas tenían siempre menos de 20 años. Algo que llama la atención porque en algunos casos él superaba ya los 60. Así que podían ser sus hijas o incluso sus nietas. Varias de ellas rehusaron la propuesta precisamente con el argumento de que a su familia le disgustaba tan gran diferencia de edad. Otra se escudó en la religión: ella era protestante y el músico, católico.

Durante toda su vida la música fue su mejor compañía y la más fiel. Su refugio y el campo de juego de sus inseguridades. Su lirismo es más de índole espiritual que sensual, fruto muy probablemente de sus propias vivencias. A Bruckner la 'maldición del nueve' lo alcanzó de dos formas: no superó esa cifra en cuanto a sus sinfonías (olvidemos la 0 y la 00) y fueron otros tantos los rechazos amorosos. Como para no tener un TOC con las cifras.