
Los buenos maestros
El latido cultural ·
'El maestro que prometió el mar' es la hermosa historia de un hombre bueno que enseñaba a ser libreSecciones
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El latido cultural ·
'El maestro que prometió el mar' es la hermosa historia de un hombre bueno que enseñaba a ser libreHan coincidido al mismo tiempo el estreno de la película 'El maestro que prometió el mar' y la publicación de la novela gráfica de Paco ... Roca (coguion de Rodrigo Terrasa) 'El abismo del olvido'. Ambas tienen los mismos temas de fondo: la vergüenza de las fosas comunes del franquismo y la necesidad del mantenimiento de la memoria histórica como medio para la dignificación de las víctimas. Y cuentan las historias de dos hombres rectos, con sentido de la conciencia, que se ponen en peligro por ser fieles a sus principios.
'El maestro que prometió el mar' ha recibido el favor del público y de la crítica y está nominada a cinco premios Goya. La ha dirigido con muy buen pulso Patricia Font con guion de Albert Val basado en la novela de Francesc Escribano. Cuenta la historia real de Antoni Benaiges, a cuya personalidad sirve la interpretación plena de humanidad y encanto de Enric Auquer, un maestro de escuela catalán comprometido con la República, con su ideología de izquierda y sobre todo con su concepción de la libertad, de la tolerancia y de la docencia con unos métodos tan modernos como eficaces y poco comprendidos por las mentes cerradas. En 1934, Benaiges fue enviado a hacerse cargo de la escuela de un pequeño pueblo: Bañuelos de Bureba (Burgos). Allí, Benaiges se irá ganando paulatinamente el respeto y el afecto de sus alumnos y de algunos vecinos (entre ellos su asistente doméstica, encarnada por la excelente Lola Gavasa; nominada al Goya de mejor actriz de reparto), y la inquina de los más atrasados y de las fuerzas vivas del pueblo, el alcalde y en especial el cura, a quien solivianta el ateísmo confeso del maestro y que haya descolgado el crucifijo de la pared del aula. Cuando se produce el golpe de Estado de 1936, los falangistas de Bañuelos se hacen con el control del pueblo y con su odiado Benaiges, a quien pasean por la calle muy maltrecho (en una secuencia que acongoja) antes de llevárselo para pegarle un tiro.
La acción en los años treinta se alterna con la historia de 2010. Laia Costa acude a Bañuelos de Bureba al enterarse de que se excava una fosa común para la identificación de los cuerpos de los fusilados en el pueblo durante las represalias del alzamiento. Su objetivo es saber si allí está su bisabuelo para que esa reparación histórica dé consuelo a su hijo, el abuelo a quien apenas queda lucidez. En la reconstrucción del pasado le ayudarán los recuerdos de un compañero de escuela del bisabuelo, a quien da vida con emoción el veterano Ramón Agirre. Por él sabrá de la persona y de la importancia de aquel maestro, y de la huella que dejó en los escolares su indulgente inteligencia. En la fosa común del pueblo burgalés no aparecieron los restos de Antoni Benaiges; no se sabe dónde arrojaron su cuerpo los asesinos.
El cine nos ha dado buenos maestros de los que hacen de su labor cotidiana algo más que impartir una clase. Unos educadores irreprochables que se juegan la vida de verdad son los carmelitas del internado de 'Adiós, muchachos', la obra maestra de Louis Malle, seguida de cerca por 'Lacombe Lucien', que levantó ampollas con su retrato de la Gestapo rural francesa.
El colegio de 'Adiós, muchachos' está en las cercanías de Fontainebleau, dentro de la demarcación del gobierno colaboracionista de Vichy durante la ocupación alemana. Louis Malle, que fue alumno de ese colegio, cuenta lo que allí sucedió en enero de 1944 y dice por voz mental del chico que lo encarna que no lo olvidará mientras viva. Los curas ocultaron entre los demás alumnos a varios niños judíos para evitar su deportación. En el desenlace, la Gestapo y soldados de la Wehrmacht descubren el asunto por delación vengativa de Joseph (probablemente judío él mismo), el ayudante de cocina al que han echado por robar y acaba de mascota de la policía alemana, y de la monja de la enfermería, que revela a un soldado mediante gestos disimulados que bajo las sábanas de una cama está uno de los niños. El final es emocionante. El padre Jean, el director, precede a los niños judíos detenidos camino de Auschwitz y Mauthausen, donde murió él. Los alumnos, concentrados ante la puerta, lo despiden acongojados y con respeto: «'Au revoir mon père'». «'Au revoir les enfants'», responde el padre Jean con entereza, su pequeña maleta, vestido con su humilde hábito marrón y calzado con sandalias.
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