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José Luis Borau (1929-2012) fue durante toda su vida un niño grande. Grande de aspecto y de méritos cinematográficos, autor de una película clave ... en el cine español, 'Furtivos', cuyo medio siglo conmemora un libro de Carlos F. Heredero presentado en Málaga. Y niño de comportamiento, por caprichoso, por solitario, por ser un perro verde que siempre hizo películas a contracorriente y al que la suerte le fue esquiva en muchas ocasiones, a pesar de bautizar su productora El Imán. Lo confiesa Icíar Bollaín, la actriz de sus dos últimos largometrajes, en el documental de Germán Roda 'Borau y el cine' presentado en el certamen andaluz. Nunca supo muy bien de qué iban 'Niño nadie' y 'Leo'. ¡Pero cuánto se le echa de menos a José Luis Borau!
No fue ni de lejos un cineasta maldito. Obtuvo el reconocimiento crítico y premios como la Concha de Oro por 'Furtivos' y el Goya al mejor director por 'Leo'. Disfrutó de cargos institucionales como la presidencia de la SGAE y de la Academia de Cine: inolvidable sus manos pintadas de blanco contra ETA en 1998. Ocupó el sillón que dejó vacante Fernando Fernán-Gómez en la Academia de la Lengua y ganó mucho dinero con 'Furtivos'. Tuvo casa en Los Ángeles y se compró una estupenda mansión en Madrid cerca de Plaza Castilla, que había pertenecido a Orson Welles. También se arruinó con 'Río abajo', suerte de wéstern con David Carradine y Victoria Abril que rodó de manera pionera en Estados Unidos y que padeció mil contratiempos. Además, fue un gran profesor durante 35 años con alumnos como Pilar Miró, Manuel Gutiérrez Aragón, Ivan Zulueta y Jaime Chávarri.
Una vez entrevisté a Borau y me contó que no había hecho muchas cosas «para no sufrir, para que no me pasara algo malo». «Me han pasado cosas, como a todo el mundo, pero al mismo tiempo no me ha pasado nada». Mentía. El hombre que trató a Picasso y a Hemingway como periodista (empezó escribiendo críticas de cine en el 'Heraldo de Aragón' de su Zaragoza natal), que a punto estuvo a punto de ganar el Oscar como productor de 'Mi querida señorita', fue mucho más que «un espectador de su propia vida».
'Brandy', el wéstern de encargo con el que arranca su carrera en 1963, firmado por J. L. Boraw, ya demostraba que, como buen aragonés, prefería actuar con cabezonería a quedarse quieto. El autor de 'Furtivos' luchó durante toda su vida contra los productores y contra la censura, negándose a ejecutar los 40 cortes que un franquismo agonizante le exigía en 'Furtivos', un drama que capturaba la sordidez y mezquindad de una España rural con vencedores y sometidos.
La historia del alimañero furtivo (Ovidi Montllor) y de su madre (Lola Gaos) derivaba de una imagen resonante para el director, la de Saturno devorando a su hijo en un cuadro de Goya. Su gesto tuvo la doble recompensa de la Concha de Oro en San Sebastián y cuatro millones de espectadores en su estreno, dos meses antes de la muerte de Franco. «Solo he hecho dos cosas», resumía. «Ver películas y leer libros».
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