De la bohemia de Madrid a la Academia Errante
Amigos, tertulias y garitos ·
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«Lo único que hacía Luis continuamente era divertirse, por eso era tan divertido estar con él», cuenta Mario CamusLuisa Idoate
Sábado, 9 de noviembre 2024, 00:03
Con veinticinco años da un vuelco a su vida. Contrariando a su padre, Luis Martín-Santos abandona la cirugía. El médico más joven del país, Premio Extraordinario de la Universidad de Salamanca en 1946, se especializa en psiquiatría en Madrid. Trabaja con Juan José López ... Ibor y Carlos Castilla del Pino. Escribe y frecuenta las reuniones literarias, la bohemia y la noche de la capital. Comparte las tertulias de los cafés Gambrinus, Gaviria y Gijón con Rafael Sánchez Ferlosio, Ignacio Aldecoa, Carmen Martín Gaite, Eva Forest, Alfonso Sastre, Emilio Lledó. Y con Juan Benet, el compañero de correrías y competidor que lo cree «inusitada y hasta insoportablemente culto». Comen en tascas baratas: La tienda de Vinos, Hylogui, el Figón de Santiago. Recorren los burdeles de Hortaleza, Reina, Pelayo y Barquillo, y las salas de fiestas Pasapoga, Conga y Casablanca. A Martín-Santos le cuesta acabar una juerga. «Lo único que hacía Luis continuamente era divertirse, por eso era tan divertido estar con él», cuenta Mario Camus.
Gana la plaza de director del Psiquiátrico de San Sebastián en 1951 y vuelve a la ciudad donde se crio desde los cinco años. Vive una infancia solitaria. Su madre padece esquizofrenia; su padre es un general franquista relevante en la Guerra Civil y en los tribunales que depuran republicanos. Con los familiares de algunos comparte el patio de los Marianistas. Allí conoce a Eduardo Chillida, que, a su muerte, le dedica la escultura 'Abesti gogora III'. Con él, su hermano Gonzalo y Félix Letamendía, coincide en las tertulias de Julián Bergareche. En 1955 se incorpora a la Asociación Socialista Universitaria con Miguel Sánchez Mazas, Javier Pradera, Juan Manuel Kindelán, Francisco Bustelo, Peña Ganchegui. Usa el alias de Luis Sepúlveda en las citas clandestinas del barrio de Loiola. Acaba en el calabozo. A su amigo Antxon Eceiza, le presenta al policía que le detiene: «Aquí don Melitón Manzanas, esbirro». Le gustaba provocar. «Era por joder, por meterle el dedo en el ojo al tío que despreciaba», añade Eceiza. Se lo permitía por ser hijo de un militar del régimen. «Naturalmente, yo sé que, si no soy yo, de la hostia que me pega no me recupero en varios meses».
Es asiduo de la galería Espelunca y los cafés Mónaco y Madrid, frecuentados por José María Bellido y Remigio Mendiburu. Apoya a la Asociación Artística de Gipuzkoa junto a Enrique Múgica, José Luis Munoa y José Ramón Recalde. Participa en la Academia Errante, que, entre 1957 y 1963, reúne a intelectuales vascos de ideologías y propuestas diferentes, como Jorge Oteiza, Julio Caro Baroja, Koldo Mitxelena, Chillida, Luis Peña Basurto y Ángel Cruz Jaka Legorburu. Y también frecuenta el Tenis, La Perla y las noches de copas y chicas de La Maruja.
Carlos Barral le publica 'Tiempo de silencio' en 1961. Se hacen amigos en 1950 en Heidelberg (Alemania). Era «el imprescindible compañero de taberna», escribe el editor, que le invita a Barcelona. «Conocí al tal Mario Vargas Llosa que me hizo buena impresión», le dice a Camus. «Es encantador. Estuvimos discutiendo de libros de caballerías hasta las seis de la madrugada». Cena con ellos Jaime Gil de Biedma, que anota en sus diarios: «Martín-Santos me ha interesado menos que su obra. Tiene muy buenas maneras y es, en su apariencia, 'un niño terriblemente bien' -lo que resulta agradable en un escritor español-. Es, además, inteligente y culto. Pero hay en él una cierta afectación de brillantez superficial -el primero de la clase que es, al mismo tiempo, 'un tío cojonudo'- ligeramente estomagante».
«Le gustaba mucho ir a hablar con putas. Entiéndeme bien, no ir a putas (porque yo nunca he ido a putas con él, nunca). A hablar». Lo cuenta Antxon Eceiza en 'Vidas y muertes de Luis Martín-Santos' (2009), de José Lázaro. «Después de las primeras copas decía: '¿Tenemos un dialoguillo con las chicas del movimiento pendular no deambulatorio?'. Y allá nos íbamos a que nos contasen otra vez eso de: «Pues yo tenía un novio en Zamora que me hizo un niño…». Viven su última farra en Madrid acompañados de Rafael Ruiz Balerdi. Toman copas en casa de su novia, Terele Pávez, y siguen la juerga. Martín-Santos queda en llevarlos a San Sebastián al día siguiente. Les da plantón. Viaja con su padre y Francisco Ciriquiain cuando chocan contra un camión en Vitoria.
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