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El escritor, leyendo uno de sus poemas. A la derecha, escena de su obra teatral 'Una mujer desnuda'. Portadas de varios de sus libros. AFP/EFE
Lecturas

Benedetti, poeta del 'vos'

Centenario ·

Novelista, autor teatral y ensayista, el uruguayo destacó por encima de todo en la lírica. Y en sus versos de amor no canta a la mujer, sino que dialoga con ella

Viernes, 11 de septiembre 2020, 21:51

Mario Benedetti fue antes que nada un poeta. Y un poeta muy especial: el que supo escribir los versos de amor más llanos, más cercanos, más coloquiales y más igualitarios con el otro sexo que se han escrito en lengua española. La poesía amorosa de ... Benedetti, de cuyo nacimiento en Paso de los Toros (Uruguay) se cumplirán el lunes cien años, no tiene musa sino interlocutora. Es un permanente tuteo con su destinataria pese a que la trate con el usted y con el vos de sus paisanos uruguayos. «Compañera/ usted sabe/ que puede contar/ conmigo», dice en 'Hagamos un trato', uno de sus poemas más conocidos y celebrados. En realidad, esa manera de hablar con la mujer de igual a igual en su poesía, es una consecuencia de su propia concepción de la literatura y del trato dialogante que también dispensa en ella a los hombres, a todo el género humano. Benedetti no necesita invocar el diálogo, ese término que se ha convertido hoy en un fetiche para los políticos, porque lo está practicando siempre y de manera insobornable tanto en su poesía como en su prosa. Nunca se eleva ni se rebaja ante el ser a quien dirige sus palabras ni ante los personajes que nombra, ni ante el lector mismo. Si utiliza metáforas se cuida muy bien de no subirse a ningún escalón ni a ningún podio o tribuna, ni a ninguna nube que intimide, asuste o aleje a quien le escucha. Si hace dura y amarga crítica social, cultural o política jamás se desliza hacia el menoscabo, la aversión o el desprecio que rebaje a los otros.

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El verso que conversa

Hay un conocido verso de Hölderlin -«…desde que somos una conversación»- que podría servir para resumir toda la poética de Benedetti porque él mismo es una conversación permanente con los otros. Hay escritores que nadan en las profundidades de su alma y de su mundo personal; que se sumergen en sus obsesiones, sus fantasmas y sus abismos; que nos seducen porque se adentran en un yo que posee una deslumbrante singularidad. El propio Hölderlin encarna ese viaje interior desdeñando, paradójicamente, el verso citado en las palabras que le suceden: «Muchas cosas, desde el amanecer,/ desde que somos una conversación y unos a otros nos oímos,/ le han ocurrido al hombre; pero pronto seremos canto». Benedetti se queda con la primera parte. No es un poeta sagrado sino consumadamente laico. La gran clave de su poesía amorosa es que no canta a la mujer sino que conversa con ella, lo que no significa que no se entregue en cuerpo y alma.

Esa es precisamente la paradoja. Por un lado se dirige a la mujer que ama sin mirarla desde arriba ni desde abajo, sin subestimarla ni tampoco sublimarla. Por otro lado, vuelca sobre ella toda la afectividad, la emoción, la ternura y el deseo sin reservas. Se atreve a un prosaísmo cargado de empatía que es su principal innovación y su gran aportación a la tradición literaria. Modula de un modo muy particular, amigable, confidencial e íntimo la voz para expedir metáforas sin que estas deifiquen a quien las inspira sino manteniéndose en un delicado vuelo rasante del que son un ilustrativo ejemplo varios de los 'Poemas de otros', libro publicado en 1974 y en el que, además del citado 'Hagamos un trato' encontramos piezas genuinamente elocuentes como 'Hombre que mira a una muchacha' («querría que en mi amor vieras todo eso/ y que vos muchachita/ con paciencia y cautela/ sin herirme ni herirte/ rescataras de allí la luna el río…») o como 'Táctica y estrategia', una composición que baja igualmente las armas de la conquista amorosa cuando se inicia revelando un secreto («Mi táctica es/ mirarte/ aprender como sos/ quererte como sos») y cuando se cierra con otra confesión de una sinceridad indiscreta: «Mi estrategia es/ que un día cualquiera/ no sé cómo ni sé/ con qué pretexto/ por fin me necesites.»

«Mi estrategia es/ que un día cualquiera/ no sé cómo ni sé con qué pretexto/ por fin me necesites», escribe en uno de sus poemas más célebres

El primer poemario con el que Mario Benedetti obtuvo un verdadero éxito fue 'Poemas de la oficina'. Lo publicó en 1956, cuando tenía 36 años, y con él inauguró lo que se llamó su 'poesía burocrática', un tipo de composición que iba aún más lejos del mensaje sosegadamente social, que transmitía, sin duda, para innovar formalmente la anquilosada lírica nacional con términos administrativos o de contable (sueldo, cheque, cuenta corriente, almanaque, aguinaldo, planilla, contra reembolso…) que, justamente por su presunto carácter antipoético, potenciaban el efecto estético del conjunto.

Dicha fórmula creativa ya la había aplicado Jorge Guillén en su obra, pero lo que en este era destilación heredada de la poesía pura juanrramoniana y felicidad burguesa de raíz espinoziana, en Benedetti era un prosaísmo de intencionalidad realista así como conciencia de la grisura rutinaria y pobre de las clases medias y urbanas de su país. Para Benedetti «el mundo no estaba bien hecho» como lo estaba para Guillén. De ello da fe el poema titulado significativamente 'Licencia', que alude a unas cortas vacaciones de dos semanas escasas de un asalariado: «…se va la tarde/ la caída del sol me desanima/ sin embargo respiro/ sin embargo/ qué apretujón de ocio a plazo fijo.»

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Cuando Benedetti no tutea 'usteando' o 'voseando' en esos versos es porque se ha puesto en la piel de sus protagonistas, de esos oscuros oficinistas montevideanos que conectan la literatura de Benedetti con la de su compatriota Juan Carlos Onetti.

Una obra unitaria

Y de la prosa de la poesía de este escritor que nació ahora hace un siglo pasamos a la poesía de su prosa, que unifica de un modo extraordinario una prolífica producción literaria que llega a los ochenta títulos. Mario Benedetti abordó todos los géneros, pero siempre hallamos en sus libros, como en pocos autores, la misma voz, el mismo planteamiento dialogante, los mismos difuminados límites entre los sexos y los géneros, la misma voluntad de estilo. 'Pedro y el Capitán', una obra de teatro publicada en 1979, es un largo diálogo entre un preso político y su torturador. En 'El ejercicio del criterio' reunía más de quinientas páginas de textos críticos anteriores a 1995, el año de su publicación, en los que reflexionaba sobre muchos de sus contemporáneos. En 'El desexilio y otras conjeturas' (1984) se enfrentaba a su propia experiencia autobiográfica y a la necesidad personal de desandar el viaje que lo alejó de su patria. La necesidad de los otros, del contacto, la presencia, la interlocución con los otros en su obra, va unida a una historia individual, la suya propia, de adioses y bienvenidas (así se titula otro de sus poemarios), muertes y renacimientos, pérdidas y recuperaciones, separaciones y reencuentros, nostalgias y reconstrucciones interiores, exilios y desexilios.

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Su voz está presente en todos los géneros que abarca

'Vivir adrede', el ultimo de sus ensayos, publicado en 2007, solo dos años antes de su muerte, es un conjunto de digresiones fragmentarias a las que podríamos definir como 'ensayos poéticos' en los que hay mucho de recuento y balance de la propia existencia, de diálogo con el Mario Benedetti que fue. Asimismo en sus novelas, aunque es frecuente la referencia a la historia política de su país, con la que vivió fuertemente comprometido y por la que pagó el caro precio de doce años de exilio, no descuida nunca la vertiente lírica ni deja de abordar el aspecto sentimental y erótico en los perfiles y las historias de sus personajes. De este modo, en 'La tregua' (1953) aborda directamente el tema de la pasión de un viudo a punto de jubilarse por una joven compañera de trabajo y en 'La borra del café' (1992), el de la necesidad de los amores reales y tangibles frente a las fantasías fraudulentas. Así también, aunque en 'El cumpleaños de Juan Ángel' (1971) el protagonista es un joven que se une a la guerrilla, la novela está escrita en verso, y en 'Andamios' (1996) la cuestión política del regreso del exilio cede el terreno a la experiencia de la extrañeza y de unas buenas dosis de amor no exentas de humor.

Finalmente, sus volúmenes de cuentos no son una excepción en cuanto a esa mixtura de géneros y de ángulos vivenciales. En ellos, a menudo intercala composiciones poéticas entre los fragmentos narrativos. Lo hace en libros como 'Despistes y franquezas' (1989), como 'Buzón de tiempo' (1999) o como 'El porvenir de mi pasado', el último de ellos, editado en 2003, y en el que volvemos a encontrar un tono de recuento vital que adopta en el poema 'Tristeza' un templado pesimismo («la pobre vida es una encrucijada/ de regocijos y fracasos») y un humor tolerante en el relato 'Aniversario', donde una pareja que ha cumplido los treinta años de matrimonio se hace con naturalidad confesiones incómodas sobre sus mutuas infidelidades y reproduce una vez más esa relación de igual a igual que en Benedetti es una poética, además de un manual básico de conducta, para acabar en la cama:

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«-…este objetivo intercambio me ha despertado el deseo.

- ¿Qué deseo?

- El sexual, tonta

- A mí también. Qué raro, ¿no?».

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