
Azorín, reivindicación de un clásico
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El historiador Francisco Fuster pone de relieve los méritos del escritor, uno de los menos estudiados de la Generación del 98, sin ocultar sus contradicciones ideológicas y personalesIñigo Linaje
Sábado, 29 de marzo 2025, 00:01
Le llamaban el filósofo de las pequeñas cosas y su apodo aludía a su facultad para indagar en la naturaleza y en el alma humana. ... Hizo de la soledad y del amor por la palabra su razón de ser y dejó para la posteridad una obra infinita, inabarcable. Sin embargo, José Martínez Ruiz, Azorín, es uno de los autores menos conocidos y estudiados de la generación del 98. Si algunos de sus biógrafos consideran que su obra despierta más interés que su vida, probablemente sea porque estuvo marcada por una serie de devaneos ideológicos que muchos intelectuales nunca le perdonaron. Ahora, tras cumplirse 150 años de su nacimiento, el historiador Francisco Fuster ha publicado 'Azorín: clásico y moderno' (Alianza), una biografía que nos permite acercarnos a la vida y la obra del escritor y que, de paso, reivindica a una figura indispensable de nuestras letras y de la historia cultural del siglo XX.
Más allá de consideraciones políticas o morales, Fuster pone de relieve en estas páginas al Azorín amante de los libros, al grafómano que encuentra en la literatura el sentido de su vida. No en vano, desde los 27 a los 90 años dio a la imprenta más de un centenar de títulos y firmó más de 5.000 artículos de prensa. Una obra de dimensiones descomunales y, lógicamente, desigual, que cuenta tanto con admiradores como con despectivos detractores. El mismo Josep Pla, a pesar de elogiar su «prosa delicada y elegante», siempre afeó el inmovilismo de sus personajes, algo que ratifica, entre otros, Vargas Llosa. Sin embargo, si algo no se le puede negar a Azorín es su habilidad para aunar en sus libros lo clásico y lo moderno, o, dicho de otra manera, para revestir nuestra herencia literaria de otras corrientes europeas (en este caso, del pensamiento alemán del XIX y de la narrativa francesa) y proyectarla en el futuro.
Ideólogo de la generación del 98 -junto a Baroja y Ramiro de Maeztu- en un momento en el que España atravesaba una crisis por la pérdida de sus últimas colonias, el escritor nació en el seno de una familia rica y católica en Monóvar, Alicante, en 1873. Desde su infancia fue un consumado observador y un lector empedernido. A pesar de estudiar Derecho, siempre tuvo la convicción de que sería periodista y, con apenas dieciocho años, publica sus primeros folletos ensayísticos y comienza a colaborar en rotativos provinciales. En 1896 ya está en Madrid y el mismísimo Clarín elogia sus artículos de corte anarquista.
Si sus primeros años en la capital son decisivos en su formación, los siguientes son de una actividad incansable. Trabaja de cronista parlamentario, viaja por la Mancha y escribe 'La ruta de Don Quijote', oficia de corresponsal en París para ABC durante la guerra y es elegido -en cuatro ocasiones- diputado por las Cortes. Siempre independiente y partidario de la soltería, en 1908 se casa con Julia Guinda Urzanqui. Metódico y contradictorio, en 1924 ingresa en la RAE y estrena obras teatrales que disgustan a la crítica y al público. En ese momento, según sus estudiosos, ya ha publicado lo mejor de su producción: 'La voluntad', 'Las confesiones de un pequeño filósofo', 'Los pueblos', 'Castilla'. La Guerra Civil le lleva al exilio durante tres años. El destino es París, donde vive una época introspectiva que le impulsa a escribir varios títulos memorísticos -'Madrid' o 'Valencia'- que publicará más tarde.
Tras la guerra, no le resulta difícil volver a España. Tiene contactos y conoce bien los entresijos de la política. Acusado por algunos de una «interesada evolución ideológica» y por otros de acceder a favores personales por ser quien es, Azorín pasa en pocos años de las filias anarquistas al conservadurismo, y de ser partidario de la República a defender el régimen de Franco. Si bien inicialmente se resistió a ser asimilado por la derecha como propagandista, pronto claudicó y escribió textos laudatorios sobre el caudillo. Tenaz en sus soledades y en sus trabajos periodísticos, sus últimos años los ocupa preparando sus obras completas, yendo al cine y releyendo a sus clásicos.
Todas esas contradicciones ideológicas y personales las plasma Francisco Fuster a lo largo de la biografía, aportando siempre datos fehacientes y contrastando los testimonios de las personas que conocieron y trataron al escritor. Sin abusar nunca de la prolijidad de fechas, nombres y acontecimientos, y gracias a una exposición diáfana y a un excelente trabajo de documentación, 'Azorín: clásico y moderno' no solo gustará a los admiradores del autor sino también a cualquier lector que se acerque a sus páginas. Porque, a pesar de ser la suya (según muchos) una vida monótona y rutinaria, no deja de ser -por el momento histórico en que vivió y las personas con las que se relacionó- realmente apasionante.
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