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Azinhaga recuperada
Saramago 100 años

Azinhaga recuperada

itxaso elorduy

Sábado, 12 de noviembre 2022, 00:35

«Lanzarote no es mi tierra pero es tierra mía». Es el lema del olivo de hierro que preside la entrada de 'A casa', el lugar que devolvió la paz a José Saramago y a Pilar del Río después de su partida de Portugal, cuando, en 1991, vetaron la presentación de 'El Evangelio según Jesucristo' al Premio Literario Europeo. En 1993 reflexionaba: «¿Será Lanzarote, a estas alturas de la vida, la Azinhaga recuperada?» La isla lo atrapó y le resultaba difícil separarse de ella. Encajaba a la perfección con el carácter austero, reflexivo, a la par que comprometido, de la pareja. Fueron dieciocho fecundos años en el refugio donde «ese portugués de Lanzarote», como él mismo se presentó en sus diarios, creó su nuevo hogar y recuperó la inspiración perdida por la honda tristeza del desmán vivido. Luego Portugal reparó el daño, homenajeando al escritor con honores de hombre de Estado tras su fallecimiento.

En 1998 pronunció una de esas frases tan suyas: «Mi casa es Lanzarote». Portugal era su tierra, pero en Lanzarote encontró la paz necesaria para escribir. No solo eso, sino que también tuvo la voluntad de fallecer en la isla que tanto amaba y pidió que parte de sus cenizas permaneciera a la vera del olivo donde pasaba largas horas en compañía de sus perros, Greta, Pepe y Camoens.

«Tengo una casa en una isla magnífica, un mar que es un deslumbramiento, un cielo que no permanece igual dos minutos seguidos, tengo salud, estoy contento, estoy feliz». «Una casa hecha de libros» donde transformó su escritura hasta alcanzar la 'etapa de la piedra', incómodo con el «espectáculo del mundo». Su intención fue «penetrar en la piedra oscura del ser», para construir una novela total, entendida como «herramienta de conocimiento y meditación sobre el error». 'El hombre duplicado', 'Ensayo sobre la lucidez', 'Las intermitencias de la muerte', 'El viaje del elefante', 'Caín', 'Ensayo sobre la ceguera' o los 'Cuadernos de Lanzarote', iban componiendo la vida literaria del Nobel en la isla, al tiempo que Pilar y José recibían a ilustres amigos que permanecerán en el recuerdo colectivo. Uno de tantos, María Kodama, que se desplazó a la isla para disfrutar y compartir, protagonizó el primer acto público que tuvo lugar en la biblioteca de 'A casa', poco después de que Saramago saliera del hospital, en 2008, y probablemente José, después de ver la cara de la muerte, deseaba acercarse a la humanidad de un autor fundamental y a quien puso a dialogar con Pessoa en 'El año de la muerte de Ricardo Reis' y preguntó a Kodama cómo fue el amor vivido con Borges.

Cruzar el Atlántico fue para Saramago «una de las decisiones más sensatas que había tomado», porque Lanzarote ofrece libertad, luz africana, energía volcánica y ritmo tranquilo, era un estilo de vida que impregnaba su literatura. «Cuando mis ojos atónitos y maravillados vieron por primera vez Timanfaya, cuando recorrieron y acariciaron el perfil de sus cráteres, creí que debería agradecerle al azar el privilegio de haber contemplado la belleza absoluta» ('El cuaderno del año del Nobel'). Tranquilidad que le ayudó a contrarrestar el ajetreo que el Nobel trajo consigo. Esta «isla en mitad del océano», aún en estado puro, era la parada necesaria para descansar y dedicar el tiempo necesario a contestar infinidad de cartas de fieles lectores, con los que mantenía una gran complicidad. «La noche de Lanzarote es cálida, tranquila. ¿Nadie más en el mundo quiere esta paz?»

Para sus más íntimos Saramago era inteligente, amable, feminista y tenía un irónico sentido del humor. Un hombre que estaba muy en la tierra, uno más de los habitantes de Tías, el pueblo de la isla guanche que acogió a Pilar y José.

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