«Todo autor que se precie ha de enfrentarse al reto de escribir su propio 'Moby Dick'»
Adolfo García Ortega | Escritor ·
Acaba de publicar 'El gran viaje', una novela de aventuras exteriores e interioresAdolfo García Ortega | Escritor ·
Acaba de publicar 'El gran viaje', una novela de aventuras exteriores e interioresEl escritor Adolfo García Ortega es capaz de crear religiones, de investigar asesinatos de ETA como nadie lo ha hecho desde la ficción o de recrear episodios como el 11-M o las guerras balcánicas. Con 'El gran viaje' (Galaxia Gutenberg) ha dado una vuelta ... de tuerca a su carrera. Es un libro de viajes, repleto de aventuras, de historias de mar, de personas invisibles. Es un canto a la aventura y al viaje interior, a explorar los sueños, los miedos y los recuerdos.
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- 'El gran viaje' es un libro de historias. Es como un mapa de lo maravilloso que usted utiliza para que el lector vea el mundo de otra forma.
- Con esta novela he querido rendir cuentas sobre esa obsesión por lo otro, lo insólito, lo exterior, lo lejano, que produce la lectura de historias. Esa 'otra forma de ver el mundo' que usted dice se cimenta en la fascinación que causa adentrarse por la aventura, la vida de los otros, la épica de los otros y, al hacerlo, convertirme en otro también. Lo fascinante para el lector es conseguir vivir otra vida en la lectura.
- Su obsesión por la invisibilidad domina la historia. ¿Qué es ser invisible?
- La idea de la invisibilidad representa el papel de testigo en segundo plano que tiene todo contador de historias, incluso todo protagonista que decide relatar sus experiencias. Siempre ha de primar eso. Porque las experiencias, los acontecimientos de los que el narrador da cuenta exigen todo el protagonismo. La invisibilidad es una cualidad que enseña Homero: la asunción de que la historia te ha elegido a ti como narrador para poder existir como historia, y no al revés.
- Al ser un libro que colecciona historias, para el lector es sorprendente ver cómo se unen Felipe II con James Whale, el director del 'El hombre invisible'.
- En el caso de Griffin, desde el principio vi claro que el nombre condicionaría su personalidad. Y así sucede: él se identifica con el personaje invisible de la novela de H.G. Wells, pero a través del cine, de la versión de Whale. Entonces, de alguna manera, Whale tiene que aparecer en una novela que trata de un viaje de casi quinientos años. Porque además su apellido, 'ballena', remite a Moby Dick, y Moby Dick es el Quijote de todo novelista contemporáneo. Todo escritor que se precie como tal ha de enfrentarse alguna vez al reto de escribir, o de intentarlo al menos, su propio 'Moby Dick'. Yo lo he intentado en varias de mis obras, y siempre pienso, iluso de mí: en la siguiente lo lograré. Y en eso estoy, saboreando ahora la posibilidad de poder escribir, por fin, mi 'Moby Dick'. Con la aprobación, confío, del único dios literario moderno que tengo: Proust, cuyo fantasma siempre me acompaña.
- ¿Por qué ha querido cerar una novela tan marina?
- El mar es el elemento del riesgo, de la catástrofe y de la superación. El Viaje con mayúscula es marino. Mi novela, en realidad, de lo que habla es del fracaso y de la belleza que encierra. Vengo a decir, de la mano de mis personajes, que la vida es un viaje que conduce a la nada, pero, entre medias, la esperanza y la vivencia son un don maravilloso.
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- En el libro flota también ese poder de la fabulación para crear vida.
- Vivimos tiempos interesantes y en todas mis novelas se da esa dialéctica entre la muerte y la vida. Puedo contar historias en contextos terribles, muy duros, como el 11-M, los crímenes de ETA, la guerra de Bosnia o Auschwitz, pero siempre predomina en ellas la vida como el bien supremo, igual que en 'Guerra y paz', siempre los protagonistas tratan de hallar un resquicio para gozar del hecho de existir. Para mí la vida guarda relación directa con el asombro. Lo he explicado ampliamente en mi novela anterior, 'La luz que cae'. El asombro, ese espacio mental de regocijo ante lo imposible posible, se da, precisamente, en la magia, en la mecánica hipnótica, y en la sorpresa que podemos encontrar al volver la esquina.
- Dentro de su larga trayectoria literaria, ¿en qué lugar situaría 'El gran viaje'?.
- Empecé a publicar en 1983. Pero 'El gran viaje' representa muchas cosas de mi literatura y, por eso, tal vez sea de mis mejores novelas. Lo que pasa es que cada uno de mis libros es diferente a propósito. Hay, sin duda, líneas transversales que muchos lectores míos reconocen, pero busco escribir libros diferentes, de temática y de forma. Es lo divertido del oficio, por así decir. Con 'El gran viaje,' que es una trama que me venía obsesionando desde hacía veinte años y que le he dado varias versiones hasta llegar a esta última, creo que podría pedir la aprobación a Proust y, a regañadientes quizá, él me la daría.
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- En sus libros, el lector llega a creerse su mundo y a dudar de la realidad.
- En mis novelas trato de transmitir algo verdadero, eso es lo que más me importa. No significa que sea algo real o realista. No, lo verdadero es que el nexo con el lector o la lectora se produzca y conmocione porque ambos pisemos un terreno común, mutuamente reconocible. Esa es la cualidad de la literatura, al margen de sus géneros o tramas: producir una especie de verdad.
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