Atacando a 'La Gioconda'
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el latido cultural ·
La tarta que un ecologista lanzó al cuadro de Leonardo da Vinci representa un nuevo modelo de iconoclasiaPor qué es noticia recurrente el ataque a obras de arte? ¿Qué extraño impulso lleva a algunos sujetos a descargar contra un cuadro o una escultura emblemáticos la agresividad que llevan dentro? El último caso ha sido el de la tarta que uno de los ... visitantes del Louvre lanzó a 'La Gioconda' el pasado 29 de mayo y que se estrelló contra el cristal que protege el lienzo. Aparte de la perplejidad o la consternación que pueda despertarnos, creo que ese fenómeno no deja de presentar un lado misterioso de la conducta humana que a veces se muestra tal cual es, sin justificación alguna, y a veces busca una coartada como la de la motivación ideológica. En esta ocasión, el agresor alegó a gritos que su 'tartazo' tenía el objetivo de «salvar el planeta».
En su peregrino alegato político, el caso recuerda al de Mary Richardson, una sufragista que en 1914 le clavó sietes veces un cuchillo carnicero a 'La Venus del espejo' de Velázquez en la National Gallery de Londres en protesta por el arresto de la líder feminista Emmeline Pankhurst. La llamativa saña de aquel atentado contrasta, sin embargo, con la inocua ridiculez del pastel que el ecologista arrojó a la 'Mona Lisa' o, más exactamente, contra el vidrio tras el que esta se parapeta y que hacía prever el fracaso de la acción. Digamos que ya las embestidas contra obras de arte no son como las de antes o que estamos ante una nueva modalidad de agresión, lo que podríamos denominar 'iconoclasia posmoderna', que busca más la repercusión mediática del acto vandálico que el daño efectivo que pueda causar este.
Sí. Hay algo de imprecisa pero clamorosa farsa en este último y venial ataque a 'La Gioconda'. Hay una impostura inevitablemente detectable en su teatralidad -esa peluca o esa silla de ruedas que el agresor usó para acceder al célebre óleo- y en la endeble argumentación ecológica con la que este trató de revestirse. ¿Qué tiene que ver la salvación de la Tierra con el retrato de Lisa Gherardini? ¿Es también la inconsistencia argumental, la ausencia de lógica, un signo de posmodernidad y un efecto grosero de lo que Vattimo llamó el 'pensamiento débil'? En el caso de Mary Richardson encontramos síntomas verosímiles de su extravío. Las crónicas sobre su 'hazaña' recogen una explicación, extravagante, pero elaborada al menos: intentó destruir la imagen de la mujer más bella de la mitología como gesto contra un gobierno que quería destruir a quien ella consideraba el personaje más hermoso de la Historia moderna. A esa argumentación añadió otra que, más que complementar el sentido de su acción, traslucía una pulsión fóbica que desvirtuaba esta, pero explicaba su violencia y revelaba un convincente cuadro psicológico: Richardson odiaba la manera en la que la imagen de la diosa se mostraba desnuda ante los hombres.
Contra ese atentado moderno a la Venus velazqueña, el posmoderno y pasteloso ataque del 29-M a la pintura de Leonardo tiene antecedentes igualmente ridículos en su inocuidad. En agosto de 2009 una turista rusa lanzó una taza de té contra el cristal que la blinda a prueba de balas. Una pregunta que cabe hacerse es si semejante medida de protección a dicho cuadro no actúa como un reclamo para chiflados en lugar de como un elemento disuasorio. Y es que uno no recuerda unas medidas de seguridad lejanamente parecidas en las obras que alberga la Tate Gallery o el Museo del Prado. ¿Por qué ese espectacular blindaje de 'La Gioconda' que nos informa innecesariamente no solo de que estamos ante el lienzo más atacado del mundo sino ante el que, por deducción tácita, 'más merece ser atacado'? ¿Buscan las autoridades del Louvre, como una sibilina estrategia de marketing, atraer al mayor número de turistas y, consiguientemente, de perturbados del orbe? ¿Se trata de lograr que ese fetiche cultural sea agredido al menos una vez cada década para que no decrezca su culto? Dicho de otra manera, ¿es que 'La Gioconda' nos está provocando?
Salvar el planeta, sí. No niega uno que esa sea una loable misión. Planteado de este modo, no cabe duda de que la salvación del Globo terráqueo bien merecería tal sacrificio. El problema para quien razona de esa manera es que no hay ninguna necesidad en principio de llegar a ese radical dilema. Aunque a algunos les parezca imposible, tanto el planeta como la 'Mona Lisa', que se halla dentro de él (no lo olvidemos), pueden salvarse al mismo tiempo.
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