Un asesinato en la abadía

El protagonista es Andreas Maler, un maestro artista que en el año 1518 sirve de aprendiz en la abadía de un pequeño pueblo situado en los Alpes. Al principio debemos elegir otros de sus intereses: sabe latín, es bueno en lógica, es un gran orador, le interesa el ocultismo o prefiere la naturaleza. También rasgos de su personalidad como hedonista, artesano, ratón de biblioteca, pícaro o negociante. Pese a la admiración de los locales por su labor, Andreas se siente frustrado porque se limita a copiar los motivos de otros artistas y su creatividad está desaprovechada. Así que animado por su maestro, el joven ilustrador sale a la calle a buscar la verdad a través del arte, paseando por el pueblo y conociendo a sus humildes habitantes para descubrir una realidad que le resulta ajena desde las paredes de la iglesia.

'Pentiment' es un pequeño proyecto personal cuyo director llevaba deseando crear desde hace mucho tiempo, pero parecía una idea demasiado nicho en estos tiempos de videojuegos 'blockbuster'. Quizá haya que agradecérselo al sector independiente, que tantas barreras y tabúes sigue derribando. En 2017 una peculiar aventura gráfica titulada 'Four Last Things' se inspiraba en los pintores del Renacimiento y el humor de los Monty Python para legarnos una de las sorpresas del año. Su inesperado éxito dio lugar a una secuela con similar estilo: 'The Procession to Calvary'. Probablemente, sin ellos no existiría 'Pentiment'. Pero aún podemos encontrar unas raíces más profundas. En 1987 se publicó el que sigue siendo considerado el mejor videojuego español de la historia: 'La abadía del crimen'. El título se basaba en 'El nombre de la rosa', la inmortal novela de Umberto Eco, que un año antes se había convertido en película. Sus desarrolladores contactaron con el escritor para usar el título oficial de su obra, pero al no obtener respuesta se decantaron por el que había empleado provisionalmente en el libro. El resultado fue una obra maestra que pasó a la historia del 'software' español, con un diseño de niveles realista y un uso del tiempo muy avanzado a la época.

Al igual que su predecesor, 'Pentiment' se inspira más en la novela que en la película. Tanto es así que, en una decisión inaudita en este medio, los créditos finales incluyen una bibliografía con obras que han servido de referencia sobre la Baja Edad Media. Su exhaustiva documentación queda patente desde el comienzo del juego. La aventura gráfica tradicional en 2D parece un género muerto, pero es el que mejor encaja para una historia como esta. Su estilo artístico imita los manuscritos iluminados y las xilografías de una época en la que Europa se encontraba en una encrucijada de grandes cambios políticos y religiosos. Una simple imagen del juego nos traslada inmediatamente a aquella época. Otro de sus grandes aciertos es el uso de diferentes tipografías para el habla de cada personaje. A falta de voz, cada fuente (manuscrita o de imprenta) encaja con el origen humilde, religioso o noble de los habitantes del pueblo.

El protagonista comienza a relacionarse con los campesinos para conocer sus costumbres y tener otro mundo que retratar con su arte. Va descubriendo las enormes desigualdades sociales y económicas que existen, mientras se da cuenta de sus propios privilegios y puede decidir seguir aprovechándose de ellos o no. Sin embargo, ni siquiera la Iglesia está libre de pecado. Un misterioso asesinato en la abadía supone un shock en la tranquila aldea y Andreas tiene que ejercer de detective como si fuera Guillermo de Baskerville. Cualquier persona puede ser sospechosa, sea monje o laica. Nuestras decisiones entonces tendrán mayor impacto en la sociedad, debemos investigar para reunir las pistas necesarias y decidir quién es el culpable.

'Pentiment' es un soplo de aire fresco por parte de un estudio que nos tiene acostumbrados a trabajos más convencionales. Resulta paradójico que el juego que transcurre en un tiempo más lejano en el pasado sea el más original de todos los que ha creado. Se percibe el mimo y el cuidado desde su excepcional arte hasta la canción en latín compuesta para la ocasión por la cantante Lingua Ignota. Sin embargo, comete ciertos excesos que lo alejan de la excelencia. Pese a estar situado en un pequeño pueblo, hay demasiados personajes y resulta difícil recordar a todos, ya que la mayoría son anodinos. Eso lastra el ritmo de la historia, al no sentir la presión del tiempo cuando debería haber una sensación de urgencia en los momentos más críticos. La extensa documentación puede abrumar en ocasiones, al soltarnos datos sin procesarlos. Es una lástima que pase de puntillas por acontecimientos cruciales como la Reforma luterana o los orígenes paganos de la cultura sin apenas profundizar en ellos. Parece que muchos personajes (especialmente los más ilustrados) están más interesados en vomitarnos páginas de la Wikipedia que en generar conversaciones creíbles e interesantes.

El resultado son diálogos demasiado largos y simples, sin afilar, a los que les habría venido bien un par de manos de pintura y un poco de poda. La obra de Obsidian se queda a medio camino en varios aspectos, pero ojalá pueda seguir explorándolo en el futuro, tras volver a los proyectos ambiciosos e insípidos que su público y productora les demanda.