El arte más ingenuo
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El 'Hi-Lite' se convierte en un fenómeno estético que causa furor en Extremo OrienteEl padre de Liu Ye fue enviado a áreas rurales para que conociera y padeciera las duras tareas del campo. Aquel joven autor de libros infantiles, nacido en Pekín, fue uno de los 17 millones de muchachos de origen urbano forzados a trabajar en áreas ... rurales o montañosas durante la Revolución Cultural china. Su hijo, en cambio, estudió en la Academia Central de Bellas Artes de la capital y, tras su licenciatura, prosiguió su formación en Alemania, Holanda y Gran Bretaña. Hoy es uno de los autores vivos más cotizados en Extremo Oriente. El concepto de la vida, la libertad individual y el mercado, han cambiado ostensiblemente en el gigante asiático. La corriente estética 'Hi-Lite' evidencia ese nuevo escenario, quizás más egocéntrico, cosmopolita, acomodado y, por supuesto, desideologizado.
En realidad, no existe un colectivo que se autodenomine así. Hace dos años, la casa de subastas Christie's celebró una sesión en su sede de Hong Kong con un apartado especial dedicado a artistas que compartían ciertas señas de identidad. 'Hi-Lite' era su título y no resultaba peyorativo, sino que aludía al carácter supuestamente ligero de las propuestas formales, basadas en una figuración de resolución sencilla, marcado por la línea clara, el color plano y tonalidades generalmente brillantes.
No se trataba tampoco de una iniciativa de nuevo cuño. Las obras podían enclavarse en la tendencia neopop oriental, amalgama donde concurren las influencias del manga y el anime japoneses, el graffiti o y el dibujo animado televisivo de línea minimalista tan característico de los ochenta. Quizás el espíritu de los autores suponía la mayor innovación. Los trabajos de Takashi Murakami, Kaws y el mencionado Liu Ye parecen marcar la pauta de esta corriente, que explora la cultura popular desde una perspectiva aún más desinhibida que sus antecesores, incluso con una perspectiva aparentemente banal. El éxito de ventas de aquellos dieciséis lotes fue absoluto.
Los orígenes de la corriente son difusos. Quizás, para entender este 'boom', tenemos que acudir al árbol genealógico y llegar a sus grandes representanes. Ahí aparece, de nuevo, Liu Ye. El espectador occidental puede asombrarse ante su trabajo, de factura homogénea, pero fruto de una mixtura de referencias. El existencialismo europeo, el surrealismo y el expresionismo alemán, algunos ecos de Magritte en sus interiores extraños, impregnan los rostros sutilmente dolientes de sus personajes y también algunas de las escenas más dramáticas. Pero el asombro radica en la predilección por los retratos infantiles y adolescentes que dotan a sus lienzos, a ojos del espectador occidental, de un extraño carácter naif.
La influencia cromática que ejerce sobre los 'Hi Lite' más jóvenes también resulta evidente. Los colores son primarios e intensos, e, inevitablemente, recuerdan el comic. No nos equivocamos. El pintor utiliza frecuentemente la figura del célebre conejo Miffy, la creación del dibujante holandés Dick Bruna. Ingenuo o terriblemente sofisticado, su atractivo comercial es más que evidente. La pasión china por su obra no se detiene. Hace dos años, en Hong Kong, la puja por su pintura 'Smoke' llegó a los 6,7 millones de dólares.
El contexto en el que surge el movimiento 'Hi-Lite' es también complejo, tanto como la nueva China. La crítica local habla de una nueva generación de autores acordes con la dualidad de la república, un régimen teóricamente comunista que ha impulsado una burguesía pujante y poderosa, ávida de fórmulas artísticas que respondan a sus intereses estéticos. La sociedad ha asumido las contradicciones políticas y se favorece de sus prerrogativas. Sí, hubo una matanza en la plaza de Tiananmen en 1989, pero la vida sigue y el Producto Interior Bruto crece. Nos enriquecemos, viajamos y, probablemente, guardamos en la caja fuerte un pasaporte canadiense o australiano, por si acaso.
El neopop ha irrumpido en galerías y subastas para satisfacer a esta elite, también conocida como la segunda generación de coleccionistas. Antes llegaron ZhanXiaogang, y su crítica sutil del realismo socialista, las obras de YueMinjun, el artista de las risas histéricas, o Zeng Fanzhi, que aborda, con extraordinaria hondura, el paso de una sociedad alienada por la ideología más radical a otra no menos condicionada por la búsqueda del bienestar material. Pero ellos parecen interesar a los progenitores de estos nuevos jóvenes ricos, con otros valores, ajenos al turbulento pasado y acostumbrados a afrontar el 'jet lag'.
Ni siquiera las vastas fronteras chinas limitan el abanico de referencias. El 'Hi-Lite power' fascina en Extremo Oriente, pero su auge es el signo de la globalización y de la uniformidad 'millenial'. La tradición de la lírica china y su arte de la caligrafía, tan presentes en los artistas visuales de principios de siglo, ha dado paso al eco de aquellos autores que podemos llamar globales y que trabajan a partir de un bagaje común que no conoce de postulados ideológicos, sino de una irradiación cultural en la que la televisión y los nuevos medios tecnológicos han jugado un rol preponderante.
El eco de autores como KAWS resulta evidente. El norteamericano Brian Donnelly, su verdadero nombre, se ha convertido en toda una celebridad gracias a una obra multidisciplinar donde se difuminan los límites entre arte original y diseño comercial, escultura y juguete, o creación y 'merchandising'. Su imaginario remite a esa infancia homogeneizada que subyace entre los jóvenes adultos. Formado en el ámbito del arte urbano, no desdeña la facultad de epatar del 'kitsch' mejor manufacturado, ambicioso y un tanto cínico, tal y como demostró Jeff Koons. Entre otros recursos, Donnelly se nutre de iconos de la industria audiovisual como Bob Esponja o los Pitufos, y del lenguaje de los submundos del hip-hop, el skate o el surf.
El 'Hi-Lite' nació en Hong Kong, el nuevo epicentro de las subastas, y refleja la influencia de la cultura japonesa. El enemigo ancestral ejerce un poderoso atractivo en todo el mundo, incluidas las riberas chinas y coreanas del Mar Amarillo. El universo del manga y el anime como formas de expresión y el universo 'otaku', todo un modo de vida generado a partir de sus claves estéticas, se han convertido en una efectiva herramienta de conquista cultural.
Los hijos del neopop oriental pueden constituir la prole, siquiera espúrea, de Takashi Murakami, uno de los grandes de la plástica contemporánea. La propuesta del autor nipón lleva a cabo una síntesis entre la tradición local, el legado expresionista del periodo Edo y la influencia de los valores estadounidenses, ampliamente difundidos a partir de la posguerra. El movimiento 'superflat', que él lidera, reinterpreta esta tradición desde la mirada actual.
La conexión entre Murakami y las últimas tendencias emergentes se encuentra en jóvenes que siguen su estela. Tal es el caso de Ayako Rokkaku y sus pinturas ingenuas. Sus cuadros aparecen poblados por niños y adolescentes de aspecto candoroso, primeros planos tan habituales en los dibujos animados. El anime se traslada a través de su sus dedos, literalmente, al lienzo y la galería.
Los seguidores del neopop tienen una figura que se ha convertido en el epítome de este nuevo estilo. Yoshitomo Nara es la contrafigura de Liu Ye en el archipiélago japonés. Ambos han desarrollado una trayectoria similar, con una formación artística en su país y posteriores estudios en el corazón de Europa. La verdadera patria de un hombre es su infancia, tal y como reveló el poeta Rainer María Rilke, y ellos sitúan sus problemas e inquietudes en los ojos de los más pequeños.
La expresión dramática en el rostro del menor adquiere una singular extrañeza. Las similitudes entre uno y otro son asombrosas. A menudo, sus protagonistas son femeninas y nos miran fijamente con sus ojos inmensos, como si nos interpelaran desde una franca candidez. El retrato renacentista, el expresionismo alemán y el anime, parecen fusionarse en las 'Nara girls', esas muchachas que expresan su rabia con muecas faciales y que se han convertido en su país en sinónimo de la lucha antinuclear.
El 'boom' del 'Hi-Lite' y el neopop genera controversias. La escena tradicional no asume ni entiende el éxito de estas figuras, de Nara, KAWS o Mr. Doodle, un artista inmerso en un 'horror vacui' que apacigua llenando las paredes de garabatos que, una vez más, nos retrotraen al grafiti que aparece en los pupitres escolares. La disociación entre el arte tradicional, serio y más o menos comprometido, y esta expresión plástica que apela a la tradición pop, pero que escapa a su visión crítica del consumo de masas, parece profundizarse. Tan solo el mercado parece capaz de asimilarlos y dotarlos de su bendición. Ese beneplácito no resulta ambiguo. Hace dos años, Sothebys remató la puja por 'Cuchillo a la espalda', de Yoshitomo Nara, en 24,9 millones de dólares. La ingenuidad se cotiza al alza.
Los jóvenes coleccionistas chinos constituyen la segunda ola de un colectivo en extraordinario auge. La proliferación de amantes del arte en la potencia oriental no tiene parangón en el mundo, y esta nueva generación ha crecido influida por el interés de sus progenitores. Pero sus diferencias estéticas son relevantes. Mientras que los primeros han convertido a los maestros de las vanguardias históricas chinas en los autores más cotizados del planeta, sus hijos demuestran un gusto más ecléctico, fruto de una formación cosmopolita y una intensa actividad en las redes virtuales. Aunque también adquieren obras tradicionales, las preferencias apuntan al arte emergente, tanto local como internacional. Ellos son los demandantes del 'Hi-Lite'.
Los 'millennials' impulsaron la venta de arte 'online' durante el confinamiento, principalmente obra gráfica, y se han convertido en objetivo preferente de la pujante industria del arte. No son tan solo clientes. Muchos se han incorporado al circuito chino como promotores de iniciativas comerciales o filantrópicas. Tal es el caso de David Chau, responsable de un fondo de inversiones en arte y cofundador de la feria ART021 de Shanghai, o de Lin Han, creador de M WOODS, un centro de arte contemporáneo ubicado en Pekín. Esta iniciativa la ha llevado a cabo en colaboración con Wanwan Lei, curator y, curiosamente, antigua modelo del muy cotizado Liu Ye.
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