
Guillermo Gómez Muñoz
Sábado, 29 de marzo 2025, 00:01
El estudio de la etimología de «arancel» -documentado como 'alenzel' en 1294- ha sido para los etimologistas enrevesado, semejante a la actualidad internacional desde que « ... arancel» se ha convertido en sinónimo de órdago a mayor, para ver si el contrario se achanta. El origen árabe del vocablo no se discute, pero se han barajado varios étimos: 'rasâ'il' (ordenanzas), 'marâsim' (decretos) o 'ascâr' (tarifa). Aunque las acepciones de estos étimos y sus semejanzas fonéticas se relacionan, en parte, con el significado y la forma del castellano «arancel», no explican la 'n' ni la 'z' sonora castellana del término. Descartados estos, el étimo más probable es 'anzâl', plural de 'nuzl' (producto, fruto). Este término, en el sentido de 'lista de cantidades recaudadas', parece ser el que usaban los recaudadores y de ahí pudo evolucionar fácilmente a su sentido actual.
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Lo bueno de las crisis internacionales es que uno estudia un máster en economía leyendo la prensa. Mucho me sorprendería si la Fundéu este año no declarara «arancel» como palabra del año, aunque todavía quedan meses para que aparezcan nuevas candidatas. Yo me imagino estos días a los profetas del libre mercado deambulando sonámbulos y acostándose confiados en que, al despertar, vuelva a ellos su reino perdido. Pero cuando despiertan, el arancel todavía está allí.
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