
Aramburu o 'sobre la empatía'
Narrativa breve. ·
En estos catorce relatos, el autor de 'Patria' se adentra en una sentimentalidad problemática e inédita en su trayectoriaSecciones
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Narrativa breve. ·
En estos catorce relatos, el autor de 'Patria' se adentra en una sentimentalidad problemática e inédita en su trayectoriaSobre la técnica de la narrativa breve hay dos teorías muy conocidas: la del clavo de Antón Chéjov y la de la bicicleta de Julio ... Cortázar. Según el primero, si al principio de un relato se dice que hay un clavo en la pared, al final el protagonista debe colgarse de ese clavo. Según el segundo, el arte de ese género literario reside en la velocidad. Si el narrador se para, pierde el equilibrio y el relato se cae, como sucede con el velocípedo clásico de dos ruedas. Fernando Aramburu domina ese arte y ha cumplido con esos dos requisitos en toda su producción cuentística, en la que caben destacarse títulos como 'Los peces de la amargura' (2006) o 'El vigilante del fiordo' (2011). En las historias reunidas en ambos volúmenes ocupaban un lugar primordial, por presencia o ausencia, los sentimientos, como también sucede con algunas de sus novelas más conocidas, como 'Patria' (2016) o 'El niño', la más reciente, publicada el pasado año. La recurrencia a ese tema, en el que este autor se ha hecho un indiscutible experto, no conlleva, sin embargo, la menor caída en el sentimentalismo fácil, sino, al contrario, le ha impuesto una ética de la profundización. A menudo dibuja personajes que no lloran aunque tengan motivos para hacerlo y precisamente por esa razón: porque su sufrimiento se interna por hondos recovecos nada obvios ni expresivos del duelo.
Ese es también el caso de 'Hombre caído', su nuevo libro, que reúne una colección de catorce cuentos en los que la sentimentalidad de los personajes comparece más enrarecida que nunca pues está directamente vinculada a la relación de compasión hacia los otros o a la carencia de ésta. Se puede decir que son cuentos sobre la empatía o sobre su escandalosa ausencia. Este sería el caso de 'Fotos de ardillas', el texto que abre el volumen y que nos narra, en una omnisciente tercera persona, las andanzas de una mujer en una mañana de otoño por el entorno urbano de su domicilio, en el que cuida a sus padres enfermos, y por el parque al que se dirige con el firme propósito, al que alude el título, de obtener imágenes de esos huidizos roedores. El texto va transmitiendo una complicada situación familiar (el estado de deterioro de ambos progenitores, el hermano que elude toda responsabilidad…) y ciertas señales de desequilibrio emocional en la protagonista, entre ellas esa obsesión fotográfica que insinúa una insensibilidad filial y una huida de la realidad que quedan dramáticamente confirmadas.
En el cuento que cierra el volumen, y que da título a este, la insensibilidad reaparece en los transeúntes que observan con complacencia a un hombre tendido en plena calle así como en los que incluso impiden de una manera irritante que nadie le preste auxilio. La escena tiene un aire absolutamente irreal, entre onírico y distópico. El ser más piadoso que irrumpe en ella es una mujer entrada en años que intenta levantar al caído con la ayuda de su propio hermano, al cual sigue amenazando, acto seguido, cargada de odio. Con ese surrealista y antitético comportamiento, parece esbozarse la tesis de que la piedad y la crueldad pueden ser simultáneas en el corazón humano.
Da la impresión que de que, en este libro, especialmente unitario tanto por el tema (esa brutal y sincronizada mezcla de pasiones enfrentadas y contradictorias) como por el estilo, tan eficaz como directo, Aramburu ha intentado ir más lejos que en anteriores entregas en la búsqueda de registros inéditos en el alma y la naturaleza de sus congéneres así como de que en esa búsqueda ha buscado intencionadamente crear situaciones dolorosamente extremas en las que la ética es puesta a prueba. Así sucede con 'La tercera mano', el relato probablemente más conseguido de todo el conjunto por lo que tiene de cóctel de emociones encontradas, de amor y rencor, de bestialidad y de ternura. Su protagonista es un pobre muchacho que iba de guaperas en su barrio y al que un violento grupo de rumanos le desfigura la cara con ácido por salir con una de sus chicas. Consciente de la repulsión que inspira, se recluye en la casa donde vive con su hermano, dos años menor que él, y la madre viuda, agarrándose a un solo motivo para vivir: que sus agresores sean castigados. Aramburu logra momentos de verdadero desgarramiento con esta dura historia. Cuando el hermano, que es el narrador en primera persona, se decide a abrazarlo, es consciente de que la empatía le ha hecho caer en una trampa: un pacto de sangre que reclama venganza. 'Hombre caído' es un gran libro que nos muestra a un Aramburu distinto: entre la atrocidad y la delicadeza.
Eduardo Laporte
Reflexionaba el filósofo Javier Gomá en su artículo 'Sobre un arte interesante' sobre cómo las obras de arte actuales han dejado de buscar la belleza para abrazar las ideas que mejor casan con las ideologías en curso, relatos adscritos a una causa. Y ya se sabe que el verdadero arte no tiene utilidad. En 'Mejor que muerto', está claro que Fidel Moreno (Huelva, 1976) ha renunciado a hacer 'arte interesante', es decir, encorsetado por los discursos más aplaudidos de cierto Zeitgeist, para ir absolutamente por libre.
'Mejor que muerto' trata de las andanzas de una suerte de nini moderno que, durante el confinamiento por covid, se dedica a mantener una relación clandestina con la vecina en el bloque de pisos en el que vive con su mujer, con la que intenta tener un hijo. Mientras, se entrega al consumo de distintas drogas y hace negocios inmobiliarios con su adinerado suegro, en una relación de jocosa simpatía en la que el protagonista logra también caer siempre de pie.
Tenemos, por tanto, una novela indefendible si nos atenemos a la defensa de unas relaciones sentimentales modernas, empáticas y transparentes, así como otros valores transgredidos en este texto adictivo. El autor, como es lógico, se dedica a defenderla y contextualizarla en sus intervenciones públicas. Pero quizá no haga falta. El mayor mérito de esta divertidísima novela está en su condición indefendible. Y en las tensiones que sustentan la trama en una fiesta de luz y de color que, sin embargo, no deja resaca.
Iñaki Ezkerra
El de la burocracia es un tema que tiene dos ineludibles referencias literarias: 'El castillo' de Kafka y el 'Bartleby, el escribiente' de Melville. Ambas reflejan el absurdo con planteamientos opuestos. En la primera, K., el agrimensor, desea trabajar para una misteriosa autoridad a la que no tiene acceso. En la segunda, un oficinista rehúsa el trabajo que le indica una autoridad cercana. La protagonista de 'Oposición', la nueva novela de Sara Mesa, se halla más cerca de K. que de Bartleby. Es una joven que se llama como la autora y que accede a un puesto administrativo que la enfrenta a una perplejidad y a una incertidumbre existenciales. Ya la primera frase del libro es elocuente: «La mesa la pusieron en mitad de la nada…». Sara espera a una asesora jurídica cuya presencia no puede reclamar, según el ordenanza del edificio. A partir de ahí, el argumento consiste en un ejercicio de desorientación no exento de tedio que se va convirtiendo en una rutina a la que heroína se adapta haciendo poemas y dibujos o perpetrando travesuras subversivas no exentas de peligro. En su trasiego entre un funcionariado robótico que se va humanizando en la medida en que lo trata, Sara halla una aliada en Beni, una compañera de trabajo que la anima hasta el agobio más invasivo a que prepare unas oposiciones que la conducirán a un inesperado desenlace. Pese a lo trillado de su temática, Mesa logra mantener el interés del lector gracias a un buen estilo y a un verosímil realismo psicológico.
Julio Arrieta
En 2004, como si quisieran protagonizar su versión adaptada de 'La rebelión de Atlas' de Ayn Rand, cientos de personas se trasladaron a la dispersa localidad rural de Grafton, Nuevo Hampshire (Estados Unidos), para desarrollar el Free Town Project. A base de imponerse a la población local, se apoderaron del pueblo para demostrar la factibilidad del libertarismo creando una comunidad utópica separada de cualquier cosa que tuviera que ver con el Estado o las administraciones públicas, empezando por el ayuntamiento. El proyecto falló desde el principio por el choque de los nuevos vecinos con los locales y entre ellos mismos, un conjunto malavenido de anarcocapitalistas, fanáticos de las armas, pacifistas radicales, un profeta chiflado, survivalistas y hippies revirados. Los libertarianos desregularon todo lo desregulable y desmontaron los servicios públicos a base de no pagar impuestos. El pueblo acabó transformado en una comunidad andrajosa, con las carreteras sin mantenimiento agrietadas y dos puentes al borde del colapso. Pero lo que terminó de hundir la utopía libertaria fue la aparición de los osos. Sin servicio de recogida de basuras, Grafton se convirtió en un buffet libre para los plantígrados, cada vez más atrevidos e invasivos, que llegaron a atacar a los vecinos. A partir de los testimonios de sus pintorescos protagonistas (humanos), Matthew Hongoltz-Hetling reconstruye con humor agridulce la historia alucinante de un experimento social catastrófico.
J. Ernesto Ayala-Dip
Supongo que a los lectores de novela policiaca en castellano les suena el nombre de la autora donostiarra afincada en Galicia Arantza Portabales, autora de novelas como 'Belleza roja' (2019) y 'El hombre que mató a Antía Morgade' (2023). Ahora presenta 'Asesinato en la Casa Rosa' (el primer caso de la saga de 'Los crímenes de Loeiro'), donde investigan la inspectora Iria Santaclara y su antiguo jefe, César Araújo. Esta vez no aparece la gloriosa pareja formada por la subinspectora Ana Barroso y el inspector Santiago Abad.
La autora guipuzcoana vuelve a llevar el leitmotiv de su historia a un espacio cerrado, siguiendo las pautas argumentales de su maestra Agatha Christie. Su manera de articular la novela remite a esta autora, pero con incrustaciones de novela realista y un refinado costumbrismo que subraya su verosimilitud narrativa; exigencia de toda narración, sea del género que sea.
Iria Santaclara está pasando un mal momento personal: su marido ha sufrido un ictus que exige una terapia complicada y sobre todo cara. César Araújo ha sido de alguna manera obligado a jubilarse por la incorporación a la comisaría del arribista de turno. Pero un inesperado caso hace que los dos se junten para resolver un problema muy complicado. Todo pasa en el pueblo gallego de Loeiro (detrás del cual se encuentra el Lodeiro real). El empresario Ulises Villamor llama a Iria Santaclara para que investigue un enigma familiar: la muerte de su esposa en circunstancias que él está convencido que fueron criminales y no por un fallo cardíaco, como se terminó por definir su muerte. De alguna manera le pide a Iria que se incruste en la familia con la excusa de que debe averiguar quién le ha robado unos documentos. Y ello con el casi obligado consentimiento de todos los miembros de la numerosa familia que vive en la llamada Casa Rosa, nombre que se ha puesto en homenaje a la fallecida esposa del empresario.
La manera de pagarle esa falsa investigación a la policía es sufragar los gastos que supondrán la curación de su esposo en Alemania. A su vez, Iria pide a su exjefe que la ayude en esta nada fácil tarea indagatoria. Con el correr de los días, se produce un asesinato en la misma finca. Una exniñera que trabajó en la casa antes de ser expulsada por saberse que había mantenido una relación con un miembro de la familia es encontrada con un disparo. Así entran en el campo de la investigación cuñados, hijos e hija y hermanos.
En medio de esta intrincada historia está el sufrimiento personal de Iria Santaclara, la melancolía incurable del inspector César Araújo por la muerte de su mujer y un personaje digno de repetir: se trata de una vecina del pueblo que lo escudriña con unos binóculos y a la que los investigadores no podrán ignorar si quieren llegar a buen puerto. Novela policiaca redonda.
Pablo Martínez Zarracina
Conocimos a Herbert Clyde Lewis gracias a la recuperación de 'Un caballero a la deriva' (Periférica), una novela breve, original y llena de encanto protagonizada por un joven banquero que resbala en la cubierta de un transatlántico y cae al Pacífico, asumiendo la fatalidad con el único propósito de comportarse y no causar escándalo. Aquella era la primera de las tres novelas que llegó a escribir Lewis, periodista y guionista de Hollywood que falleció en 1950, alcoholizado y con apenas cuarenta años, pasando directamente al olvido desde la lista negra del macartismo.
'Ofensiva de primavera' es su segunda novela. Su presupuesto recuerda al de 'Un caballero a la deriva', aunque el protagonista no es esta vez alguien tan integrado como un banquero, sino un joven de Indianápolis llamado Peter Winston que no encaja en ningún sitio. Poseído por un idealismo indistinguible de la pulsión suicida, se ha alistado con los británicos al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, un conflicto todavía ajeno a los Estados Unidos. Su destino es el frente de Francia.
Como la ofensiva alemana se retrasa y sus camaradas no son muy amistosos, Winston tiene una idea: adentrarse en la tierra de nadie para plantar algunas enredaderas que alegren las empalizadas de la Línea Maginot. El 'toque' Lewis es por supuesto que el ataque alemán comience cuando el pobre Winston está en tierra de nadie con sus enredaderas. Es entonces cuando el tiempo narrativo se detiene y el protagonista se transforma en una especie de príncipe Andrei yanqui que ve pasar las nubes sobre el cielo de Austerlitz.
Hundido en el barro y bajo el fuego enemigo, entiende que todo es absurdo. La novela alterna la introspección amplificada en el campo de batalla con capítulos que reconstruyen la vida del proLetagonista en Indianápolis y avanzan cómo transcurren las cosas allí sin él, subrayando su condición de pieza intercambiable. Todo redunda en el dibujo de la guerra como un incomprensible despilfarro. Tras un comienzo titubeante, el texto crece en su segunda mitad y se propulsa cuando comienzan a caer las bombas. El suave existencialismo irónico inicial se vuelve entonces un himno pacifista que excluye de un modo muy efectivo la proclama y el patetismo. Sucede porque Lewis es un escritor profundo y ligero en el que subyace una especie de honestidad inocente y desgarrada. También fue un escritor con mala suerte.
En una nota final, la traductora de la novela explica que 'Ofensiva de primavera' se publicó en 1940, cuando los alemanes atacaban Francia desde los Países Bajos, la Línea Maginot era superada sin problemas y la realidad sangrienta de la Segunda Guerra Mundial no dejaba un mínimo resquicio para un libro como este.
Elena Sierra
Cada cierto tiempo organizaciones como Amnistía Internacional nos recuerdan que hay países en los que hoy, todavía, la homosexualidad puede ser un motivo para ser condenado a muerte. Nigeria es uno de ellos. Así que leer las andanzas de Obiefuna, un adolescente que empieza a sentir atracción y deseo por personas de su mismo sexo, es una buena manera de asomarse a esas realidades. Narrado en tercera persona, a veces siguiendo los pasos del chaval y otras los pensamientos de su madre, que desde siempre ha sabido que su hijo no responde al estereotipo masculino de su entorno -le encantaba bailar de pequeño, la violencia no va con él, no tiene madera de líder ni ganas de serlo- y que al padre no le hace ni gracia, lo que propone el debutante autor nigeriano Chukwuebuka Ibeh es plasmar ese fresco tan actual en el que se van colando los usos y costumbres locales.
'Anhelos' es también una novela de aprendizaje. A la primera mirada 'sospechosa' que el padre pilla entre su hijo mayor y otro chico, Obiefuna es enviado lejos de casa, solo, sin apoyo familiar, a un internado lleno de chicos de distintas edades. El castigo puede convertirse en libertad, ya que allí, aparte de aprender a vivir en una selva (existen jerarquías, machos alfa, violencias, abusos más o menos permitidos), se iniciará en el sexo. A escondidas, claro, a escondidas siempre, pero entendiendo que no está solo, que no es raro, que no hay nada de malo en él.
Mikel Onandia
El imaginario visual de la masculinidad definido durante la Guerra Civil española y desarrollado tras la victoria de las fuerzas sublevadas, en gran medida cancelado como consecuencia de la derrota de los fascismos tras la Segunda Guerra Mundial, es el objeto de este libro, cuya originalidad radica en su modo de abordar y relacionar simbólicamente diversos dispositivos culturales en un sugestivo ejercicio -plagado de intertextualidad, en el que planean Aby Warburg y Roberto Calasso y que escapa completamente a la ortodoxia imperante en la Academia- de deconstrucción de la iconografía fascista española en el primer franquismo.
Como señala Jorge Luis Marzo en el prólogo, el libro de Rivas Venegas trata de responder a preguntas como ¿Cuál es el cuerpo bueno y cuál el malo? ¿Dónde empieza la gloriosa erección? ¿Cómo se reconoce a una babosa? ¿Cómo se representa al que asesina? Alteridades planteadas como confrontación -cuerpo sano español versus cuerpo antiespañol, monstruoso, viscoso y sin testosterona- en soportes visuales tales como pintura, escultura, literatura, cómic, cine o arquitectura son analizadas en clave de las lógicas político-culturales del franquismo. La cuestión de la masculinidad en la guerra y primera posguerra resulta de gran actualidad en estos tiempos en los que el auge y presencia de la extrema derecha en gobiernos de medio mundo y en la cotidianeidad mediática naturaliza una virilidad enfrentada al otro distinto.
Jon Kortazar
Con esta obra Juana Cortés Amunarriz obtuvo el Premio Kutxa Donostia 2024 a libros de relatos. La autora escribe novela, relato y literatura infantil y juvenil. Y en todos los géneros ha recibido importantes premios. 'La belleza de sus heridas' reúne once relatos que componen un ciclo de cuentos, es decir, las protagonistas aparecen en diferentes momentos en varias narraciones. Gema, Perla, Desi y Nina viven en un centro de acogida, en el que han acabado tras sufrir varias tragedias familiares.
Amigas para siempre, niñas de corazón roto, el embarazo y parto de Nina recrea el hilo conductor en el que se insertan estas duras y profundas historias de heridas de dolor, y de solidaridad entre las cuatro amigas. Nina, la narradora principal, siente que las responsables del centro quieren decidir por ella. Esa historia se complementa con los cuentos que se centran en la narración del pasado de las protagonistas, como 'Hipocampo', que relata la vida de Gema.
Dentro de ese núcleo aparecen relatos de juegos de paradojas y medias verdades ('Aurora'), de dureza y crueldad ('Lo que va a suceder'), cuyos protagonistas también están enlazados con las cuatro chicas. Historias complejas, ricas en matices y descripciones de un mundo en el que dolor y belleza se unen para sacudir la sensibilidad del lector. Una escritura que ciñe de manera eficaz «la crueldad de los detalles, que son como alfileres que te pinchan el corazón».
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