
Más allá de las tumbas
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Misterios y leyendas ·
Escenarios habituales del cine de terror, los camposantos acogen en el mundo real pocos hechos extrañosUna turba intentó asaltar el cementerio londinense de Highgate en la noche del 13 de marzo de 1970. Querían cazar a un vampiro que rondaba ... el camposanto victoriano donde están enterrados Karl Marx, Lucian Freud y Michael Faraday, entre otros. Algunos iban armados con cruces y estacas. En los meses anteriores, gamberros que entraban al cementerio por las noches habían visto figuras fantasmales. Tras publicarse las primeras noticias, un aficionado al ocultismo aseguró que había encontrado entre las tumbas zorros desangrados y dedujo que una de las entidades era un vampiro. Anunció que iba a practicar un exorcismo en el recinto el 13 de marzo, y a su llamada acudió un centenar de personas que tuvo que frenar la Policía.
Siempre y cuando no se monte una cacería de vampiros al estilo Van Helsing, hay pocos lugares tan tranquilos como un cementerio. Aunque la razón nos dice que hay que temer más de los vivos que de los muertos, la literatura y el cine de terror han convertido los camposantos en sitios a evitar. En espacios dominados por espíritus malignos, donde los muertos salen de las tumbas con malas intenciones a nada que se les incomode. Basta recordar la tortura que sufre la familia de 'Poltergeist' (1982), la película de Tobe Hooper, por vivir en una casa construida sobre unos enterramientos. En la realidad, pocos cementerios han acogido hechos extraños más allá de las invenciones de los cazafantasmas televisivos.
No hay consenso entre los expertos en fantasmas -es curioso que los haya en algo cuya existencia nadie ha demostrado- sobre si los camposantos son más o menos propensos que otros sitios a resultar encantados. En su guía espectral de la capital estadounidense, 'Ghosts. Washington revisited' (1998), el periodista John Alexander destaca la opinión de un colega, que no identifica, para quien «la idea popular de que es probable ver fantasmas en un cementerio no está confirmada por la investigación psíquica». «Un fantasma que acecha -añade la anónima autoridad- suele frecuentar un lugar en el que la persona vivió o que frecuentó en vida» y, por consiguiente, solo el de un sepulturero «puede aparecer en un cementerio». Tiene su lógica.
En Reino Unido, hay castillos, casas, colinas, bosques, abadías, 'pubs' y hasta una localidad encantada. Pluckley, en el condado de Kent, es «el pueblo más embrujado de Gran Bretaña». Hace dos años tenía censados 1.083 vecinos y una docena de fantasmas. Pero en la tierra de los espectros no abundan las referencias a camposantos malditos ni siquiera en revistas como 'Fortean Times', en cuyas páginas tienen cabida desde los duendes irlandeses hasta los ovnis estrellados. En los últimos años, la publicación ha citado solo un par de veces al vampiro de Highgate y como una leyenda urbana. Fuera de la excéntrica Albión, el suceso más enigmático en un camposanto es el de los ataúdes móviles de Barbados.
Winston Churchill
(1874-1965)
Según cuenta el capitán James Edward Alexander en su libro 'Transatlantic sketches' (1933), los féretros de plomo del panteón Chase, en el cementerio parroquial de Christ Church, se movieron varias veces entre 1807 y 1819 con la cámara sellada. Cuando se abría la cripta para enterrar a alguien, los ataúdes «se encontraban en un estado confuso; al parecer habían sido arrojados de sus lugares». El fenómeno sucedió cuatro veces, según el militar, que no cita fuente alguna. Tras la última, los dueños del panteón lo vaciaron y, desde entonces, puede visitarse. Para los estudiosos de lo paranormal Lionel y Patricia Fanthorpe, que entraron en la tumba en 1996, «algo inexplicable» movió los pesados féretros, opinión que no comparten los folcloristas.
Experto en mitología contemporánea, Benjamin Radford ha descartado todas las posibles causas convencionales -terremotos, inundaciones, vandalismo…-, comprobado que las versiones de la historia publicadas desde 1833 son contradictorias y constatado que no hay registros de los hechos ni en la prensa ni en los archivos eclesiásticos. El también folclorista Bob Curran ha encontrado un relato de 1741 de un suceso similar en un cementerio, situado a pocos kilómetros, donde enterraron a la hija de un protestante convertido al catolicismo con la familia de su padre y, cuando años después se abrió la cripta, los ataúdes se habían movido. Según la leyenda local, los parientes protestantes muertos se habían querido apartar de la joven católica. Para Radford y Curran, esta historia cargada de moralina protestante está en el origen de la del panteón Chase.
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