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Proliferan los 'remakes' de estupendas películas y nuevas historias de grandes personajes que no crearon quienes las escriben ahoraComentábamos mi compañero letraherido Pedro Learreta y yo que a los dos nos había gustado mucho la nueva versión de 'West Side Story' debida a Steven Spielberg. La dirección es brillante y la película puro cine pero ¿hacía falta? Ya era muy buena y ha ... envejecido bien la original de 1961, dirigida por Robert Wise y Jerome Robbins, y el guion del 'remake' es prácticamente el mismo, con pocas variaciones, la principal el personaje actual de Rita Moreno (asombrosa a sus 90 años), que era Anita en la primera película. Pero el poderoso Spielberg se lo ha podido permitir; sin duda le atraía poner en escena esa tragedia shakespeariana musical con coreografías guiadas por la vibrante partitura de Leonard Bernstein, y el resultado es excelente. Otra cosa sucede cuando una nueva versión, aparte de no aportar nada, sale bastante menos lograda que el referente. A mi entender, así sucede por ejemplo con 'Valor de ley' (2010) de los hermanos Coen, en la que ni siquiera está bien Jeff Bridges, que siempre está bien y sin embargo aquí parece que parodia la interpretación original de John Wayne como Rooster Cogburn. Tampoco salió airosa 'La huella' (2007), del con frecuencia cargante Kenneth Branagh, que se atrevió a enmendar la plana a la prestigiosa versión de Joseph Mankiewicz basada en la obra teatral de Anthony Shaffer. Muy chocante y gratuita fue 'Psicosis', dirigida por Gus Van Sant en 1998. Reproducía plano por plano, con la misma composición de imágenes, la famosa película de Hitchcock, quién sabe para qué. Lo que sí resultaba muy diferente, a peor, es que desde luego Anne Heche no es Janet Leigh. Y un caso curioso es el de Howard Hawks, quien llevó tres veces a la pantalla la misma historia con pequeñas variantes y protagonizadas por John Wayne (creo recordar que además con el mismo atuendo). Lo hizo en 'Río Bravo' (1959), 'El Dorado' (1966) y 'Río Lobo' (1970). Pero el cine al fin y al cabo es una industria y busca repetir éxitos con las mismas bases cuando se agotan las ideas.
Fuera del cine es distinto, y creo que de pertinencia más discutible, prolongar la vida de ficción de personajes con gran calado popular después de la desaparición de sus autores. En el mundo del cómic sucede a menudo. Los irreductibles galos Astérix y Obélix continuaron sus andanzas tras la muerte del guionista René Goscinny, asumiendo las dos labores el dibujante Albert Uderzo (no fue lo mismo sin la chispa de los guiones de Goscinny; sucedió igual con Lucky Luke, otro de sus célebres personajes). Y más allá de Uderzo se publican nuevos álbumes encargados a otros autores. Los herederos lo permiten por el gran beneficio, ya que cada nueva publicación de Astérix y Obélix es un acontecimiento editorial, no solo en Francia. Idéntico camino ha seguido mi querido teniente Blueberry, de Jean Giraud (Moebius) y Jean-Michel Charlier. Y Corto Maltés, muchos años después de la muerte de Hugo Pratt, vive nuevas aventuras. Para mí, sin menoscabo del buen hacer de los firmantes del nuevo trabajo, es algo parecido a una falsificación: Corto Maltés me resulta inseparable de Hugo Pratt, así como Blueberry de Moebius. Con Tintín no se ha seguido este procedimiento; la férrea Fundación Moulinsart vela por el respeto a la obra de Hergé.
Con personajes literarios también se han dado y se dan continuidades escritas por quienes no los inventaron. A Sherlock Holmes se lo cargó el propio Arthur Conan Doyle, pero la reacción de los lectores fue tan airada que se vio obligado a resucitarlo como si no hubiera caído por las cataratas Reichenbach. Y sin el control de Conan Doyle, al inmortal detective se lo apropiaron para sus páginas desde Mark Twain a Enrique Jardiel Poncela. También Philip Marlowe, el detective privado norteamericano por excelencia, ha protagonizado alguna más de las siete novelas de Raymond Chandler. John Banville, con su nombre de guerra para el género negro, Benjamin Black, se inventó una historia con Marlowe en 'La rubia de ojos negros'. En el panorama hispano, Carlos Zanón ha escrito recientemente una novela con Pepe Carvalho, un personaje que no puedo desligar de Manuel Vázquez Montalbán.
Si uno no quiere que otros escriban con sus personajes y no se fía de sus deudos, puede matarlos en vida (sin resucitarlos). Pero ni aun así se asegurará de que los dejen en paz, puesto que existe ese vehículo narrativo que puede saltar en el tiempo y que se llama precuela.
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