Es una especie de obsesión: ¿cómo conseguir que los jóvenes lean y se aficionen a hacerlo? ¡Ah, esa es la cuestión! Buscan soluciones los padres ilustrados, los profesores, los autores y todos los que, en general, hemos considerado la lectura como el mejor vehículo cultural, ... de conocimiento, de evolución y placer intelectual. Habría que marcar franjas de edad para saber lo que estamos diciendo.
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Siempre me ha parecido conmovedora la imagen de la joven pareja que lleva a su bebé a la biblioteca y le proporciona libros adecuados a su edad, que suelen ser de tela. ¿Se puede pensar en un método más práctico? A una edad en la que resulta imposible la comprensión, se crea el hábito sin embargo. Como si se tratara de un cachorro pero en humano y literario. Luego, en los diferentes niveles de la escuela, se va adaptando el gusto y la idoneidad de los textos. Al parecer, los niños se lo pasan de maravilla leyendo.
Es en los grados de Secundaria y Bachillerato cuando el camino empieza a torcerse. Cuentan variables que antes no parecian necesarias: que haya libros en casa, que los recomendados toquen temáticas afines a los intereses de los muchachos, que el lenguaje no sea demasiado complicado. También aparece el monstruo más temible: las lecturas obligatorias. Resulta imprescindible conocer ciertos escritores y obras básicas de la literatura, pero esa costumbre empieza a ser cuestionada e incluso anatemizada. Hay quien piensa que por culpa de esos textos selectos pero forzosos, muchos jóvenes pierden el deleite de la lectura.
¿Acaban los problemas literario juveniles cuando se llega (si se llega) a la Universidad? Parece lo lógico. Pero ayer mismo, en una conversación distendida y al mismo tiempo terrorífica, una amiga catedrática en Alcalá de Henares echaba por tierra mis esperanzas. Contaba anécdotas impensables. Hay alumnos que le preguntan si pueden leer 'La regenta' en el móvil, otros que se interesan por saber si de 'El lazarillo de Tormes' se ha filmado alguna serie o película para «orientarse», los más descarados intentan informarse de si existe una versión abreviada del título encomendado. Mi amiga a veces está desanimada y otras se enfada. Sin embargo, continúa teniendo fe en lo que hace porque, en ocasiones, el milagro se produce. Viendo cómo sus pupilos entienden, disfrutan y se sumergen en las páginas, piensa que no todo está perdido y levita de pura felicidad.
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