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No estoy nada segura de qué es la causa y qué el efecto. Parece obvio que el lenguaje que se emplea en los medios de ... comunicación influencia a los ciudadanos, pero también resulta normal pensar que los profesionales de los medios toman su vocabulario y sus expresiones del habla de la gente. Diciendo esto pretendo curarme en salud y no actuar como una jueza quisquillosa. Me da igual, sea quien sea el culpable, les aseguro que el empobrecimiento de la lengua que usamos es una realidad. Para analizar en profundidad los porqués me faltan líneas y conocimientos. Tampoco quiero entrar en la utilización que de las palabras hacen los jóvenes o cualquier otro colectivo.
Mi columna de hoy es la expresión del cabreo que me provocan algunas expresiones que suelo oír por todas partes. Un ejemplo: emplear el verbo «escuchar» en vez de «oír». Frase: «Estaba durmiendo y, de pronto escuché una explosión». Imposible, escuchar implica voluntad de oír. A no ser que estés con la oreja pegada a la ventana por si acaso se produce una explosión, el verbo es aquí incorrecto. Otro ejemplo: «Yo soy una persona que…». ¿Por qué no iniciar la frase con un simple «yo» e incluso con el verbo en primera del singular? Pues no, ahora todo el mundo abunda en su condición de persona antes de hablar sobre sí mismo. Otro ejemplo, esta vez con una sola palabra: «complicado». Es el adjetivo universal. Si el tráfico resulta abundante o peligroso «es complicado». Si el tiempo se presenta con muchas lluvias o vientos «es una situación complicada». La coyuntura política o económica «es complicada». Otro ejemplo: «La verdad es que…». Todo quisqui que inicia una frase, por más banal que esta sea, tiene que reafirmar la verdad como si estuviera frente a la Corte Suprema. ¿Por qué, para qué? Los discursos políticos a veces necesitan de muletillas, de modo que brindan al hablante más tiempo para pensar qué va a decir a continuación. Pero un tipo normal y corriente que va a contar o dar su parecer sobre alguna bobada, ¿debe recapacitar sobre su párrafo hasta el punto de ganar tiempo? Otro ejemplo: «Es lo que hay», frase hecha de nuevo cuño «graciosillo» para indicar resignación. ¿No sería más elegante recurrir al «así es la vida», clásico y funcional?
En fin, ya están ustedes avisados, si tomamos una cerveza juntos y no quieren herir mi sensibilidad, no digan las expresiones odiosas. En compensación, prometo pagar la cuenta yo.
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