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Fotografía característica del estilo de Miles Aldridge.
Aldridge, pasión kitsch
Artes plásticas

Aldridge, pasión kitsch

Fotografía ·

Su trabajo, más allá del aparente glamur, es una exploración de los matices del comportamiento humano

Begoña rodríguez

Sábado, 21 de agosto 2021, 00:09

El trabajo de Miles Aldridge, a menudo brillantemente iluminado por colores fluorescentes, escenarios saturados de color y mujeres de miradas perturbadoras, representa un mundo glamuroso y surrealista a la vez, donde se enfrentan agresivamente temas de religión y de la cultura popular estadounidense de la década de los cincuenta a través de su marca característica: glamur, domesticidad, religión y oscuridad.

Miles Aldridge nació en Londres en 1964, en el seno de una familia dedicada al arte. Su padre, Alan Aldridge, es un ilustrador conocido y una figura fundamental en el desarrollo de la estética psicodélica los sesenta. En este ambiente no es de extrañar que el pequeño Miles creciera rodeado de diseño; pero, también estaban por allí celebridades como John Lennon y Eric Clapton, lo que fomentó en él un temprano interés en la cultura pop y el arte.

Siguiendo los pasos de su padre, estudió Ilustración en Central Saint Martins en Londres. Después de completar la escuela, sin embargo, los caminos de ambos divergieron: Miles dirigió vídeos musicales durante varios años antes de establecerse en una carrera como fotógrafo de moda a partir de los noventa. Él mismo reconoce, sin ningún pudor, que sus comienzos en el mundo de la fotografía fueron algo puramente casual y que realizó sus primeros trabajos sin tener ningún conocimiento técnico. Según sus propias palabras, aceptaba cada trabajo que le ofrecían, y mientras fingía que sabía lo que estaba haciendo, «intentaba aprender lo más rápido posible bebiendo del conocimiento de los técnicos», como explican en xataka foto. Desde entonces, su trabajo ha aparecido en muchas publicaciones, incluidas 'W', 'Vogue', 'The New York Times', 'Harper's Bazar' y 'The New Yorker'. Sus fotografías también se encuentran en numerosas colecciones permanentes, como la National Portrait Gallery y el Victoria and Albert Museum de Londres y el Centro Internacional de Fotografía de Nueva York.

Influencias

La experiencia de Aldridge en la ilustración y su pasión por el cine influyen en su trabajo. Sus imágenes contienen mujeres que generalmente se ven perdidas en sus pensamientos o parecen adivinar algo que está por suceder. Usa colores intensamente saturados y matices eróticos para agregar una dimensión dramática a su trabajo.

Para lograr su estilo, elabora borradores de las fotografías de cada proyecto realizando un dibujo y planificando meticulosamente cada aspecto de su imagen desde la iluminación exacta hasta la paleta de colores. Al principio, estos dibujos pretendían aclarar sus propias ideas y transmitir mejor al equipo lo que quería. Hoy son una costumbre; y aun así, siempre surgen nuevas tomas que no tenía planeadas. Las influencias de Aldridge incluyen a Richard Avedon, Derek Jarman, David Lynch y Federico Fellini.

Es interesante también su concepto de la edición. Lo que hace va a post-producción y defiende el hecho de que todas sus fotografías sean retocadas con la idea de que si tenemos una cámara y un carrete, ¿por qué sentimos que debemos limitarnos a lo que ellos puedan ofrecernos? ¿Por qué no ir más allá de las limitaciones intrínsecas de ambos? Quizá esto sea una forma de expandir su creatividad, no limitándola al formato fotográfico sino intentando ir más allá. De hecho, Miles Aldridge cree en la imaginación más que en cualquier otra cosa, la imaginación estimulada por la vida real. Y quizá sea esta característica suya de buscar nuevas vías de expresión lo que le convierten en uno de los fotógrafos más innovadores en el mundo de la moda. Por lo tanto, no es sorprendente que un maestro de la puesta en escena comprenda preferiblemente sus paisajes oníricos y surrealistas en lugares de la vida cotidiana. Sus bellezas jóvenes, instaladas en una cocina o un dormitorio, a veces evocan la encarnación de María Magdalena, a veces iconos glamurosos y sensuales. Los personajes en sus imágenes de caricatura tienen poco equivalente, ya que son artificiales y dramáticos, como en el cine.

Y, sin embargo, también se descubre en esas brillantes composiciones un aire de misterio y morbilidad. Sus imágenes pueden perturbar y brindar placer, con modelos que toma a menudo atrapadas en poses seductoras, con expresiones poco ortodoxas. La introducción optimista sobresaturada es engañosa: una mirada más cercana revela rostros casi inexpresivos y escenas inquietantes diseñadas para desconcertar, dejando al espectador una sensación persistente de inquietud. Las amas de casa sexuadas y los maniquíes de la vida real, sus sujetos -a menudo atrapados en la vida doméstica- llenan el marco con igual medida de fascinación y temor.

Miles Aldridge, en resumen, nos recuerda que el arte es un diálogo en constante evolución entre historia, cultura, sociedad y política. Con estallidos de ingenio tecnicolor que recuerdan a su hogar de la infancia de 1960, su trabajo es una exploración descarada de los matices del comportamiento humano. Con la cámara -su vehículo- y la gente -su combustible- él pone de relieve nuestras emociones más primitivas, sacando a la superficie contradicciones que acechan debajo de la belleza.

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