
Aixa de la Cruz o la novela existencial
Intimista. ·
Una milenial da la espalda al cinismo de sus padres y busca la conciliación entre la sentimentalidad y la espiritualidad.Secciones
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Intimista. ·
Una milenial da la espalda al cinismo de sus padres y busca la conciliación entre la sentimentalidad y la espiritualidad.Fue Milan Kundera quien definió el género novelístico como un método de conocimiento y al conocimiento como la única moral de la novela. Sin embargo, ... su propuesta no ha tenido un gran número de seguidores en el oficio pese al éxito que alcanzaron algunos de sus títulos en la década de los 80: 'La insoportable levedad del ser', 'La inmortalidad'… Lo que hoy prima es más bien la novela en la que el escritor juega con el tiralíneas de una tesis sociológica, psicológica o ideológica; con las recetas del best-seller o con las cartas marcadas de la corrección política. Sabe cuál será el desenlace desde que se pone a escribir. Lo sabe todo también sobre la vida. No suele haber en su escritura búsqueda de ningún lado desconocido de la existencia. Y su público tampoco espera ni ansía descubrir en la aventura de leer otra cosa que no sea quién es el asesino.
Por todo ello, constituye una verdadera y grata sorpresa toparse con 'Todo empieza con la sangre', la última entrega narrativa de la escritora bilbaína Aixa de la Cruz, que supone un honesto y a la vez original regreso a ese planteamiento kunderiano de la novela como búsqueda de un conocimiento que es su única moral. La autora, que nació en 1988, y que por lo tanto pertenece a la llamada 'generación Y' o milenial tiene, por supuesto, un enfoque y un lenguaje distintos a los del autor checo. No hay en este texto apelaciones explícitas y heideggerianas al 'Ser', pero sí hay, curiosamente un deseo de trascendencia que se expresa en términos más modestos, más espontáneos, descongestionados y cercanos, por lo que resulta absolutamente verosímil y fruto de un proceso de madurez y de reflexión personal. Tomando la expresión del Mairena de Machado, estamos ante esa «metafísica para andar por casa», que resulta más apta que la grandilocuencia filosófica para un género que, como el de la novela, trata de imitar a la vida.
La protagonista, a la que podemos suponerle una edad similar a la de la autora, se llama Violeta y posee un carácter que queda definido en un par de líneas: «Los adultos llevan años bromeando sobre la intensidad de sus emociones, sobre su disposición al extremo, sobre su exceso». Es esa intensidad, que quizá responde a un rasgo de radicalidad generacional, la que le lleva a buscar una entrega incondicional, una plenitud, una comunión sanguínea en el amor. Y es también la que le lleva a la insatisfacción a través de varias relaciones: la que tiene con Paul, a quien conoce en la edad colegial y con el que posee un grado de identificación en el que la complicidad parece sucumbir ante el sentimiento posesivo; la que mantiene con Salma, una artista de fuerte personalidad con la que llega a convivir y que le ofrece una estabilidad no exenta de un control invasivo, o la que inicia con Chiara y Bea, dos amigas que representan, en esa búsqueda, la experiencia de la libertad y también el aterrizaje en una realidad carente de absolutos.
En algún titular de prensa se ha dicho de esta novela que «desmitifica la pareja y el amor romántico». No es así. Eso ya lo hicieron las anteriores generaciones; la de los padres de Violeta, que se separaron por una clásica traición del marido con otra mujer. La heroína de este libro más bien encarna la antítesis de esa generación precedente pues camina hacia lo que aquélla descartó por la vía del fracaso, del descreimiento y de un cinismo pragmático: el amor romántico, que identificó con el matrimonio convencional, y la espiritualidad, que vio homologada a la fe católica. Violeta no hace acuse de recibo de ninguno de esos dos fracasos ajenos, sino que busca la salida existencial a su insatisfacción en una suerte de síntesis de sentimentalidad amorosa y de espiritualidad personal. Es quizá en esa clave ética y mística de autoconocimiento donde se puede interpretar la propia bisexualidad de la protagonista.
'Todo empieza con la sangre' es una excelente novela, impecablemente escrita en una omnisciente tercera persona y un tiempo verbal de presente, que no varía pese a que recurra a la analepsis y juegue con diferentes épocas en la vida del personaje. Contrariamente a lo que pudiera insinuar el título, no será en sangre en lo que termine su travesía existencial. En cierto modo, estamos ante un texto que tiene algo o mucho de novela de formación, si bien ese proceso, que se inicia con el pacto traicionado por Julia, una amiga de la niñez, se alarga hasta la edad adulta. Un libro de indagación intimista, valiente y luminoso. Aunque es en las preguntas y las incertidumbres en donde reside su luz.
Sergio García
Veinte años han pasado desde que Ildefonso Falcones tomara al asalto las librerías merced a una saga que es pura epopeya y que él plantea como un lienzo de época con conciencia social, uno que empieza sumergido en la Edad Media y que conduce hasta esa corriente humanista de la que surgió el Renacimiento. Puede que la vida le haya enseñado a Falcones a no dejar para mañana lo que pueda hacer hoy, pero en sus libros no hay prisas y sí un compromiso radical con el rigor histórico. Él reniega de esta etiqueta, prefiere hablar de tramas pasionales que se desarrollan en un momento determinado que él detalla, eso sí, con la precisión de un entomólogo. La trilogía que empezó con 'La catedral del mar' y ahora concluye con 'En el amor y en la guerra' no se devora, se paladea, de manera que uno transita entre capitanes soberbios sometidos al albur de sus señores, mujeres escarnecidas, clérigos hipócritas, nobles insaciables y siervos de la gleba como quien lo hace por un catálogo que compendia las virtudes más encomiables y las miserias más vergonzantes. La novela, que esta vez cambia Barcelona por Nápoles, recoge la peripecia vital de otro Arnau Estanyol, nieto de aquel 'bastaixo' que arrastrara piedras para mayor gloria de la Virgen, convertido en un general de Alfonso V, cuya vida es una montaña rusa por obra y gracia de reyes caprichosos. También por los manejos de un hermanastro a quien el propio lector deseará rebanar el cuello desde las primeras páginas. Pasen y lean.
Iñaki Ezkerra
'Amistad' es un sugerente y original ensayo, escrito a cuatro manos por el neurocientífico Mariano Sigman (Buenos Aires, 1972) y el escritor Jacobo Bergareche (Londres, 1976). Ambos profundizan desde una perspectiva muy actual en un tema que ha suscitado la atención de un abundante número de pensadores: Aristóteles, Platón, Montaigne, Kant, Bacon, el recientemente fallecido Francesco Alberoni… Además de lo oportuno que resulta el regreso a la reflexión sobre la relación amistosa en un tiempo marcado por los individualismos (el pragmático 'sálvese quien pueda' propio de todas las épocas de crisis), el libro destaca por su coloquial desenfado, su cercanía y empatía con el lector, así como por el hecho empírico de que ambos autores son amigos.
Ese carácter que tiene el texto de trabajo de campo, y que permite en su redacción un plural dialogante de primera persona, se amplia con la recurrente apelación narrativa a testimonios ilustrativos de distintos aspectos del tema, unos reales y otros ficticios: el de la filósofa Mariana Noé, el del físico Pablo Meyer, el de un presidente de banco, el de un sin papeles, el de un grupo de grafiteros… Dicha técnica la aplicó Magnus Enzensberger en algunos de sus ensayos y pone cara a los diferentes casos de relación: la de la familia, la de la cuadrilla, la que se puede dar entre distintos sexos; la intermitente; la que deja entrar factores como el silencio, la admiración, la adulación, la envidia, el deseo…
Julio Arrieta
La bandera de Mozambique «es hermosa, complicada: tres franjas horizontales, verde, negra y amarilla, un triángulo de un rojo vivo y una estrella amarilla sobre la que se representan un libro abierto, una azada e, imposible no reconocerla, la silueta de un kaláshnikov, con su cargador curvado y la bayoneta calada». El perfil inconfundible del rifle de asalto soviético se incluyó en la enseña porque durante mucho tiempo simbolizó «la victoria del pueblo sobre los ricos imperialistas», la revolución y la independencia. Pero en realidad es la herramienta más extendida de la iniquidad, la crueldad y la deshumanización. Barato -40 dólares-, fácil de mantener, «capaz de resistirlo todo, arena, barro, frío, calor del desierto», el AK -del ruso Avtomat Kalashnikova-, el 'kalash', ha estado y está presente en los infiernos bélicos de todo el mundo desde que fue desarrollado por Mijaíl Kaláshnikov. El veterano periodista y escritor italiano Domenico Quirico dedica este libro excelente, absorbente pero terrible, a explicar y describir siete de los que ha conocido como reportero de guerra -Mozambique, Somalia, Congo, Siria, Chechenia, Ucrania y Gaza-, en otros tantos capítulos que alterna con seis intermedios en los que narra en primera persona la vida del propio Kaláshnikov, el inventor que «tal vez nunca fue plenamente consciente» de la magnitud del Mal alimentado por su creación. Porque, avisa Quirico, «éste no es un libro sobre un arma, éste es un libro sobre el Mal».
J. Ernesto Ayala-Dip
Hoy voy a comentar un libro que habla de los artículos que pueblan una papelería. Yo nunca había leído nada parecido. Novelas y cuentos sobre librerías, varias, entre ellas la muy leída y citada 'La sombra del viento', de Carlos Ruiz Zafón. Pero de papelerías, jamás. 'Los secretos de la papelería Shihodo' es del escritor japonés Kenji Ueda (muy importante, está traducido directamente del japonés).
En realidad reúne cinco historias, con distintos argumentos pero siempre convergiendo en la celebrada librería. Todo pasa en Ginza, un barrio de un distrito de Tokio. Busqué en internet y me enteré de que es uno de los barrios más elegantes de Tokio, centro comercial y lugar donde se citan las grandes firmas de moda. Una vez instalados en Ginza entremos en la papelería Shihodo, un auténtico templo de carpetas, agendas, sobres, lápices, rotuladores, estilográficas, bolígrafos, cuadernos, grapadoras, cuadernos de todos los tamaños y formatos, etc. También diseñan tarjetas de felicitación a gusto de los clientes. Su dueño se llama Ken Takarada, de amabilidad inmaculada y gran sentido de servicio. Se da la circunstancia que dos de estas historias comienzan un miércoles, día que nuestra papelería cierra por descanso. Pues bien, cuando dos protagonistas se acercan para comprar algo y descubren que está cerrada es cuando se produce el primer milagro: el dueño está casualmente cerca de la tienda y accede a que el cliente no se vaya sin realizar su visita.
En cada historia el señor Takarada se atreve a hacer sugerencias a su cliente, le invita, por ejemplo, a que mire sus estilográficas no sea que alguna de ellas le vaya mucho mejor para escribir su carta; incluso pudiera ser que el destinatario se sintiera infinitamente agradecido por la prolijidad de la letra, ese trazo que tanto muestra la educación de quien le escribe. En otro relato, una chica no se atreve a comunicarle personalmente a su jefa que cambiará de empleo, dada su infinita bondad para con ella. El señor Takarada le sugiere un sobre y un papel de carta ideal para llevar a cabo su dolida misión. La chica al final se decide a no enviar la carta de dimisión mientras no encuentre otra solución. La solución la tiene el propio señor Takarada: decide él mismo presentarse ante la jefa y llevarla a la papelería para que se encuentre con su querida empleada y resuelvan personalmente el entuerto. Y lo hacen, ante la indescriptible alegría del mismo señor Takarada.
Le prometo al lector que después de leer estos cinco relatos, le darán incansables ganas de visitar Japón. O puede que decida buscar en su propia ciudad una tienda como la papelería Shihodo. Será muy difícil que la encuentre, pero no cuesta nada probar. En resumen, un libro estupendo, absoluta verosimilitud narrativa y, sobre todo, cero sensiblería barata.
Pablo Martínez Zarracina
Existe una mística de los bares de los grandes hoteles. El del Ritz de París es uno de ellos y Frank Meier fue el maestro coctelero encargado de mantener la actividad en la barra legendaria durante los años de la ocupación nazi. Esta novela nos descubre su historia combinando realidad y ficción y reconstruyendo un universo extraño, lujoso y sórdido en el que los mandos alemanes se mezclaron con artistas, conspiradores, buscavidas y traidores. Entre los huéspedes del Ritz en el París ocupado, hubo jerarcas nazis como Göring y Goebbels y figuras como Coco Chanel; entre los asiduos del bar aquellos años, un capitán llamado Ernst Jünger, un escritor llamado Jean Cocteau o una estrella llamada Sacha Guitry. A todos los atendió Meier con la sofisticación de un barman de primer nivel y la prudencia de quien guarda un gran secreto que puede costarle la vida. Acostumbrado por su trabajo a tratar con grandes personalidades y a diseccionar naturalezas humanas, Meier tuvo desde su lado de la barra una perspectiva privilegiada para entender el funcionamiento de la ocupación. También una posición idónea para actuar, aunque fuese con un descreimiento de antihéroe equiparable por momentos en estas páginas al del Rick de 'Casablanca'.
Coinciden en 'El barman del Ritz' el brillo de los personajes, el peso de la historia y la intriga constante. Philippe Collin maneja por su parte la documentación con abundancia, rigor y amenidad. Si todo funciona a cierto nivel, casi nada parece hacerlo profundamente. El problema es que el conjunto hace pensar antes en las nuevas narrativas del momento -Collin es autor de podcasts de divulgación de gran éxito en Francia- que en una novela tradicional. Se nota, por ejemplo, en la construcción del protagonista: el autor consigue componer su aura legendaria, pero no ponerlo en acción.
La novela se basa en gran medida en unos supuestos diarios de Frank Meier y la voz del barman suena en todo momento artificial y rebosante de clichés. Cuando es un narrador omnisciente el que se encarga de hacer avanzar la historia tampoco llega a corregirse el exceso de teatralidad. Collin es un escritor que adjetiva y no demuestra. El resultado es con frecuencia acartonado. Será muy extraño encontrarse con el Jünger de esta novela para el lector que conozca la experiencia del alemán en el París nazi a través de sus propios libros.
Además de la información sobre el universo del Ritz y los años de la ocupación, el mérito del autor tiene que ver con la reconstrucción de un ambiente amoral en el que se luchó por la supervivencia entre botellas de champán. La tesis de Collin -que aquel bar fue en realidad una miniatura del París de la época- ha interesado en Francia a miles de lectores.
Gerardo Elorriaga
La poesía de Juan Gil Bengoa no es un arma cargada de futuro, como escribió Gabriel Celaya y canta Paco Ibáñez, sino un instrumento para reivindicar el pasado, la conciencia que nos recuerda un periodo terrible, apenas superado, de la historia del País Vasco. Su antología 'Postales del norte' ejemplifica esa cualidad de la lírica para perfilar conceptos y escenarios con exquisita precisión. Los poemas revelan una admirable capacidad de abordar el dolor y fijarlo en torno a hechos habituales en aquellos tiempos de violencia terrorista.
El relato se construye sobre hechos cotidianos y emociones colectivas, que el escritor bilbaíno sublima sin generar abstracciones y metáforas alejadas de aquella realidad impúdica y brutal. El lector reconoce lugares y circunstancias, víctimas y victimarios, pero también se conmueve con reflexiones breves y agudas, fruto de una exquisita sensibilidad. Gracias a este poemario, la lírica se suma a las otras iniciativas que, desde el ensayo literario y la producción audiovisual, han abordado la misión de revisitar críticamente ese episodio en el que el terror formó parte de nuestro modo de vida y cuando, como el poeta recuerda, las palabras sien y nuca estremecían. Las piezas pertenecen a diferentes etapas. Algunas describen el espanto y otras anticipan ese futuro que quiere esconder el crimen bajo la alfombra, pero todas constituyen excepcionales testimonios, sobrios pero clarificadores, de un espanto colectivo.
Jon Kortazar
Giovanni Boccaccio (1313-1375) llevó a cabo la escritura de este pequeño libro entre 1351 y 1355 y diseñó la biografía de Dante, a quien admiraba, en tres secciones: una primera parte en la que cuenta la vida del poeta y su proyección personal y pública, con mención al «exilio miserable»; una segunda en la que se centra en su personalidad e «inclinaciones» y una tercera que describe la evolución de su obra. Tres hitos en la estructura de una obra excelente para aficionados al renacimiento italiano y amantes de los clásicos.
La escritura del autor de Toscana resulta alejada de la que se utiliza hoy en día. Su expresión retórica y sublime refleja un estilo atento a las reglas de una retórica clásica. Pero en esta biografía, que en su brevedad ayuda a una lectura si no ágil sí placentera, la figura de Dante alcanza en los ojos de su admirador una estatura sublime. Giovanni Boccaccio crea un monumento de memoria para su admirado poeta. Y si bien la vida y personalidad de Dante constituyen los ejes fundamentales del armazón de este libro, Boccaccio no ahorra rodeos y excursos para definir su tiempo. El lector se encontrará con reflexiones que parecen escritas para la situación de hoy en día: «[el] ojo juicioso ve con gran aflicción en el alma que hombres malvados y perversos ocupan cargos elevados y reciben recompensas, mientras los buenos son expulsados, desalentados y denigrados». La obra sitúa a Dante en su tiempo en un retrato veraz y moral.
Elena Sierra
Hace más de diez años que Rosario Izquierdo publicó su primer libro, este 'Diario de campo' que recupera ahora la editorial Alianza. Para quienes leyeron el último, el maravilloso 'Pasión Nails' en el que realiza un análisis de género y de clase mediante un lenguaje directo que mezcla humor -el de la mirada de la narradora- y el drama -el de la vida, incluida la suya- la lectura del primero es como adentrarse en el núcleo del otro, como un esquema previo de aquel. En 'Diario de campo' está todo (los barrios marginales, las mujeres vulnerables, la precariedad que se transmite de generación en generación y las políticas sociales y económicas que no se dirigen a mejorar la situación de nadie), y está más desnudo. La narradora va dejando hablar a sus entrevistadas, mujeres en riesgo de exclusión social, con trabajos precarios que nunca tuvieron la oportunidad de elegir otros que no fueran así.
El cuidado de familiares desde la niñez, el analfabetismo, la escasez, las maternidades a edad temprana, el acecho de la droga y la violencia son el día a día de las habitantes de los barrios de periferia, separados del centro por carreteras y vías de tren, unidas por un puente que puede ser muy frágil. Es el sí pero no del desarrollo. Y aunque el mundo del margen no es el de la narradora, puede identificarse: es una mujer vulnerable que busca empleo de socióloga, es contratada por temporadas cada vez más cortas y con mayor carga de trabajo.
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