En septiembre de 1962, siete años antes, el presidente Kennedy anuncia que los estadounidenses pondrán a un hombre en la luna antes de que finalice la década. En julio de 1969, casi al final del plazo, tres hombres que rozan la cuarentena -y que llevan ... años entrenándose para ello y formando parte de misiones previas- se suben a un cohete al que se le está cargando combustible desde hace semanas.
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Comandante de la misión 'Apolo 11': Neil Alden Armstrong, de 38 años. Falleció en agosto de 2012. Piloto de pruebas. Obtuvo la licencia de vuelo con 16 años, antes de conseguir el carné de conducir.
Piloto del módulo de mando 'Columbia': Michael Collins, de 38 años. En 1966 había establecido un récord de altitud durante la misión 'Gemini 10'; tercer astronauta estadounidense en salir de su nave.
Piloto del módulo lunar 'Eagle': Edwin Eugene 'Buzz' Aldrin, Jr., de 39 años. Piloto de combate en la guerra de Corea. Primer astronauta con título de doctor (en Astronáutica por el MIT) cuando fue seleccionado por la NASA.
Dos años antes de la llegada a la Luna, el cohete que tiene que transportar la nave ni siquiera ha hecho un vuelo de prueba; de hecho, el primer vuelo tripulado lo realiza el astronauta soviético Yuri Gagarin. La lista de conocimientos que posibilitan el viaje es un recuento de logros que puede iniciarse tras la segunda guerra mundial.
Para escapar de la gravedad terrestre con las más de 40 toneladas necesarias para luego posarse en la Luna y volver se concibe un cohete gigantesco (de 110 metros de altura y 10 de diámetro), cuyas partes se desacoplan y desechan según avanza el viaje. Al final, una semana más tarde, solo vuelve a la Tierra el módulo de mando, la pequeña cápsula en la que viajan los tres tripulantes.
La primera parte del viaje quema cantidades ingentes de combustible para alejarse de la superficie del planeta. Una vez en órbita, un impulso del motor da inicio al viaje no propulsado hacia la Luna. Son dos días de trayecto, con una corrección de trayectoria a mitad de camino, para luego entrar en la órbita lunar y dejar caer el módulo de alunizaje sobre el satélite.
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La mano izquierda del comandante tiene a su alcance una palanca que abortaría la misión durante el despegue. Deben llegar a 38.000 km/h para escapar de la gravedad terrestre
Poco después de despegar, los astronautas se quitan los cascos y guantes para poder manejar los mandos; las primeras fases del lanzamiento se controlan desde tierra por control remoto
4 horas y 39 minutos después de despegar ya se desplazan hacia la Luna en la configuración de viaje. No ven la Luna durante el viaje de ida, ni tampoco la Tierra, porque llevan acoplado el módulo en el que Armstrong y Aldrin descenderán.
El aterrizaje es tan suave que la amortiguación de las patas apenas se pliega, con lo que el último escalón queda más lejos del suelo de lo previsto.
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Además de colocar un sismógrafo y capturar algo de polvo lunar, dejan un disco con los mensajes y saludos de varias naciones del mundo; también depositan las medallas recibidas de las familias de Yuri Gagarin y Vladímir Komarov, así como las insignias del Apolo 1 en recuerdo de Grissom, White y Chaffee, que habían fallecido en un incendio de su nave.
Funcionaba también como plataforma de lanzamiento de la fase de despegue, con una chimenea para canalizar el empuje del motor de ascenso. Permanece en la superficie de la luna. No así la bandera, arrasada durante el despegue.
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El objetivo de la refrigeración, además de la comodidad, es evitar que se empañe el visor
Cámara fotográfica Hasselblad 500EL de 70 mm. Sin visor: los astronautas llevaban meses practicando con ellas en sus casas.
El diseño del traje está basado en los monos presurizados que llevan los pilotos de combate, con una capa refrigerada interior y una exterior de protección contra la abrasión del polvo lunar
Cada astronauta del programa Apolo tiene tres trajes A7L construidos a medida: uno para entrenamiento, otro para el vuelo y un tercero de reserva. Aunque los materiales son los más sofisticados para la época, la elaboración es casi artesanal por empleadas de una división de Playtex. Cada uno requiere 5.000 horas de trabajo.
El espacio dentro de la nave es tan exiguo que es el propio sillón el que se pliega para utilizarlo en una u otra postura.
La orina se almacenaen una bolsa a la que se le conectaba un tubo para trasvasarla a un depósito que es vaciado en el espacio. Una parte es congelada para analizarla a la vuelta. Sistema de un solo uso permite recoger las heces. La abertura tiene un adhesivo que los astronautas podían pegar a sus nalgas. A cada bolsa se le añade un germicida antes de ser almacenada.
Unos cuadernos recogen todos los pasos que debían ir completando según avanza la misión para asegurarse de que no se saltan ninguno. Incluyen también las instrucciones de manejo de dispositivos como cámaras o los experimentos en suelo lunar.
Los problemas estomacales y de gases son frecuentes, sobre todo porque el agua que beben -un subproducto del combustible- tiene muchas burbujas. En la nave el olor es «una mezcla de perro mojado y pantano». Durante la vuelta, además, tienen que lidiar con el inesperado hedor del polvo lunar que introdujeron en la cápsula pegado a sus trajes.
Charles Duke, jefe de vuelo (CapCom), es el encargado de hablar con los astronautas desde la base de Houston. Tres estaciones de radio repartidas por el planeta, como la de Robledo de Chavela (Madrid), se turnan para enviar y recibir las comunicaciones entre la nave y La Tierra.
La mayor parte del escudo térmico consiste en una resina que aborbe calor, se funde y se desprende de la parte protegida. Es el momento de mayor riesgo de la vuelta: la alta velocidad se va reduciendo por el rozamiento con la atmósfera hasta ser lo suficientemente lenta como para que unos paracaídas terminen de frenar la cápsula.
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