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La mirada

Aforistas

FÉLIX MARAÑA

Sábado, 5 de enero 2019, 04:00

De un tiempo a esta parte, España, con perdón, y las redes sociales se han llenado de aforistas. Pérez Antolín sentencia que hemos cambiado el confesionario por internet para secretear. Tanta gente escribe aforismos –sentencias que en su día Gerhard Becker llamaba apotegmas–, que es necesario y urgente acometer la redacción de un diccionario de aforistas. Según mis cálculos, puede haber no menos de 15.000 aforistas, tanto en papel, como en internet, ese territorio en el que todo el mundo parece lo que no es, pero se lo cree. Incluso hay aforistas que ni saben que lo son, como le pasó a Unamuno, lo que es imperdonable. Sabíamos quién era Unamuno, pero tuvimos que esperar a que Trapiello nos dijera que fue el primer aforista. No sé si los decires y pensares de Machado, quien tenía a Unamuno por su principal referencia intelectual y moral, entran o no en la clasificación de Trapiello, pero sí sabemos que Unamuno murió sin saber que pertenecía al gremio. Recientemente celebramos aquí el florilegio de 'Aforismos y reflexiones' de Unamuno, primor de su pensamiento, agavillado por Francisco Fuster.

Como en toda actividad intelectual hay aforistas oportunos, ocurrentes, serios, auténticos y de los otros. Entre los que están en el pensamiento, como Unamuno o Machado, pocos, muy pocos, como Mario Pérez Antolín, quien es tan entusiasta de la profesión que propuso a la RAE que incluyera el oficio de aforista en su diccionario. Pero su mayor ejemplo es su propia obra. Si en 2015 nos daba 'Oscura lucidez', ahora nos regala 'Crudeza' (Trea, Gijón), con prólogo de Vicente Verdú. Filósofos como Eugenio Trías, Victoria Camps o Joan Subirats han celebrado el pensamiento, sentencias justas, invocaciones certeras, humor y provocación de la literatura de Pérez Antolín, como cuando echa un órdago a los amigos de Neruda, advirtiendo que el gran poeta chileno fue Pablo de Rokha. Francisco Loredo, otorrino, músico, poeta, caricaturista y sabio, ya era aforista en 1942, pero tampoco conocía su profesión, a pesar de haberse codeado con Ramón Gómez de la Serna. Ramón tampoco supo nunca que era aforista, pero escribía unas greguerías de alto ingenio y eficacia insuperable. Loredo escribió sus 'Greguerías', aún inéditas, ejemplar único, ilustradas en original por el gran Enrique Herreros y la bendición de Ramón. Y estamos en estas, cuando viene Irazoki a complicarnos la vida, con recomendación «entusiasta y rebelde»: 'Poesía reunida / Aforismos', de Ramón Andrés. Otro Ramón para el diccionario del gremio de Ramón Eder, que acometeremos con urgencia.

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