LAURA LAZCANO
Viernes, 30 de junio 2017, 16:37
Adaptar una novela histórica a la gran pantalla no es fácil. Evitar las inconsistencias históricas, rebajar la densidad de un evento quizás desconocido para la platea, a la vez que se capea el tono didáctico y todo ello contando con que el drama histórico de ... época no suele ser la opción que más atractivo genera para los espectadores. Curiosamente y al hilo de adaptaciones literarias, en La reina Margot adaptada por Patrice Chéreau en 1994 de una novela de Alejandro Dumas uno de los personajes muere tras hojear un libro (luego nos enteraremos de que alguien convenientemente había colocado veneno ahí). Nunca el género cinematográfico de mallas masculinas, faldas abullonadas, y pechos palpitantes bajo los corsés gritó «orgía y muerte» con tanta vehemencia como en La reina Margot.
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El filme de Chéreau se ambienta en el s. XVI en Francia durante el reinado de Carlos IX y comienza con una escena breve de la boda entre la princesa Margarita de Valois y Enrique de Borbón, rey de Navarra y líder de los hugonotes. Se trata de un matrimonio arreglado por la madre de Margarita, Catalina de Médicis, para calmar las aguas y asegurar la paz entre los hugonotes (protestantes franceses) y los católicos. Este clima de intolerancia y tensión religiosa conduce a uno de los hechos en los que se centra el filme: la masacre de San Bartolomé (orquestada por la matriarca Catalina de Médicis y su hijo el rey Carlos IX), un hecho que dio lugar a un período que se extendería varios meses en los que los católicos se dedicaron a asesinar a 20.000 protestantes.
No es casual que el título aluda al personaje de Margot, interpretado por Isabelle Adjani. Como personaje clave en este conflicto, la película de Chéreau se aproxima a ella desde una óptica doble mostrándola como una mujer sexualmente liberada pero a su vez como un peón de las intrigas políticas de todo su entorno. Así, la violencia y el erotismo discurren con realismo por el metraje de esta producción francesa premiada en Cannes y en los Premios César.
The Devils de Ken Russell fue prohibida en varios países o se modificó su contenido
Y, sin embargo, si se trata de contextualizar el protestantismo en un marco cinéfilo controvertido no se puede pasar sin mencionar la británica The Devils (1971), la cinta de Ken Russell que hizo resucitar el código Hays. Con una calificación X en Gran Bretaña y EE UU, la película fue prohibida en varios países y en otros se llegó a modificar su contenido. Así, el cine europeo vuelve a retratar la Francia inmersa en las guerras religiosas: mientras La reina Margot relataba un hecho violento en la historia (la matanza de los hugonotes), The Devils se centra en el pueblo de Loudun un siglo más tarde como ejemplo de convivencia entre católicos y protestantes.
No es ningún secreto a estas alturas que la restauración de la Inquisición sirvió a la Iglesia católica en muchas ocasiones para eliminar adversarios políticos. Ahí es donde se sitúa The Devils cuando al párroco Grandier se le acusa de haber endemoniado a las monjas del convento ursulino de Loudun. Tras este hecho subyace un choque de intereses por parte del cardenal Richelieu y Luis XIII quienes no veían con buenos ojos ese entente pacífico entre hugonotes y católicos que Grandier mantenía bajo su ala. A su vez, la temporada de caza de brujas inaugurada por la Iglesia se explora a través del episodio de posesión demoníaca que ocupa gran parte del argumento de The Devils. Una especie de delirio carnal colectivo quizás causado por alucinaciones provocadas por el tifus, que azotó la región en aquella época. Con un tono onírico pesadillesco de los que hacen mella en la memoria, el estilo visual de Ken Russell deudor de su época se asienta en el imaginario consiguiendo impactar con esos pasadizos blancos impolutos y esos encuadres de monjas en pleno frenesí sexual.
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