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El cometa

Fue avistado desde el observatorio de Uranienborg, y al pasar sobre Tolmstor arrancó de cuajo todos los recuerdos de la gente: un efecto que no debe provocar extrañeza

Luis Manuel Ruiz

Viernes, 26 de mayo 2017, 19:33

El cometa fue avistado desde el observatorio de Uranienborg, y al pasar sobre Tolmstor arrancó de cuajo todos los recuerdos de la gente: un efecto que no debe provocar extrañeza, si se tiene en cuenta que la cola de este astro se asemeja a la ... hoja de una lanceta. Esa mañana, los habitantes de Tolmstor salieron a la plaza de la iglesia y allí se asombraron de la multitud de cosas misteriosas que los rodeaban: construcciones de balasto y piedra, con agujeros en los que tablones de madera giraban; caballos aprisionados por tiras de cuero y recipientes con ruedas; retazos de piel, lana y cáñamo colocados de forma enigmática sobre los cuerpos de ancianos y doncellas. Se sabe que, abrumados por estas cosas incomprensibles, los habitantes de Tolmstor, todos desnudos, abandonaron el pueblo y se fueron a vivir a las ciénagas, donde su vida transcurrió mucho más fácilmente entre enebros y ardillas salvajes. A lo que parece, no habían olvidado el lenguaje, pero esa música absurda les rendía pocos servicios.

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Aunque el obispo de Copenhague alabó a los salvajes y los pintó inocentes y puros como nuestros padres antes de topar con la serpiente, los ministros del rey no vieron esa santidad con buenos ojos: hombres indistintos de animales serían menos proclives a dejarse persuadir por las leyes. De manera que el gobierno envió una compañía de actores a Tolmstor con el fin de facilitar a sus vecinos el regreso a la civilización; les amparaba el argumento de que todo aprendizaje es un remedo, y de que basta con pronunciar una palabra para dar la impresión de que se dice algo. De un actor que manejaba el martillo sobre el yunque aprendió el herrero el oficio que había perdido; de otro que ordeñaba supo el vaquero de la leche; actores paseaban por las calles saludándose con el sombrero en alto, conversando sobre el tiempo en las tabernas, escuchando con rostro de fatiga los sermones del pastor. Así se consiguió un nuevo Tolmstor idéntico en todo al anterior, si están en lo cierto los viajeros que vuelven de aquellas regiones apartadas del fango y la turbera. Si se descuentan, claro, detalles cada vez más aislados y que no han hecho disminuir el celo del gobierno: la mirada ausente de los jóvenes en la noche de bodas, errores inexplicables en las lecciones del maestro; el movimiento mecánico del alcalde al saludar, el hecho de que al regresar a casa después de una larguísima jornada de fingir sin descanso se tienda a dormir en la porqueriza, sobre el tibio lecho de excrementos.

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