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Viernes, 24 de febrero 2017, 19:32
No hay muchos compositores que hayan sido despedidos en su funeral con una enorme manifestación de duelo. Dvorák es uno de ellos. El día 5 de mayo de 1904, las calles próximas al puente de Carlos, en Praga, fueron ocupadas para una multitud que quería ... dar su último adiós a un músico que llevó el folclore, las danzas y los ritmos de su pueblo, hasta las salas de concierto, produciendo unas obras repletas de melodías que tocan el corazón del oyente.
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Dvorák es, para la mayoría, el compositor checo más importante, consideración no menor en un país pequeño que sin embargo ha dado un puñado de músicos muy relevantes. Nacido en Nelahozeves (Bohemia), el 8 de septiembre de 1841, era hijo de un carnicero que obtenía unos ingresos adicionales gracias a los clientes que alojaba en una posada. Pasó sus primeros años de vida en el campo, y allí se empapó de la música popular que luego marcará sus composiciones. Entre los instrumentos que aprendió a tocar estaban el piano, el órgano (su padre solo le permitió que se dedicara a la música con la condición de que fuera organista) y la viola. Será esta última la que asuma el papel de ser la 'voz del compositor' en no pocas obras.
En 1873 se hizo famoso gracias al 'Himno patriótico', que fue seguido de las 'Danzas eslavas', escritas con un afán casi exclusivamente comercial, a imagen y semejanza de las 'Danzas húngaras' de Brahms. Precisamente este compositor tuvo un papel relevante en la carrera de Dvorák, pues fue él quien le presentó al editor Simrock, uno de los más importantes de su tiempo, lo que le abrió las puertas del circuito internacional. Su interés por la música checa lo llevó a relacionarse con personas que cuestionaban la presencia de Bohemia en el Imperio Austro-Húngaro, pero la cosa no pasó de ahí. De hecho, recibió becas y condecoraciones del emperador y el Gobierno de Viena.
A lo largo de su vida, viajó mucho: estuvo en Rusia invitado por Chaikovski con cuya música le unían tantas cosas; entre los 40 y los 50 años se trasladó una decena de veces a Inglaterra, donde dirigió sus obras en varias ocasiones en el Royal Albert Hall ante un público entusiasmado; en Alemania era requerido con frecuencia, pero lo que más marcó su carrera fue la estancia de tres años en Nueva York, donde llegó a ser director del Conservatorio.
Madurez
Sinfonía Nº 9 Nuevo Mundo. Cuarto movimiento
Fue su época dorada como compositor. En la Gran Manzana escribió la Sinfonía Nº 9 'Nuevo Mundo', una de las más populares del repertorio, que mezcla melodías eslavas con otras procedentes de los espirituales negros que le había enseñado el compositor Harry Burleigh, uno de sus mejores amigos en esos años. Durante unas vacaciones en Iowa, en 1893, escribió la que había de ser su obra de cámara más relevante: el Cuarteto Americano.
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En 1895 regresó a Praga. Poco después escribió el Concierto para violonchelo y orquesta, el más famoso e interpretado del repertorio. Lo había comenzado en EE UU, lo terminó en la capital checa y lo estrenó en Inglaterra. Aún no se había acuñado el concepto de globalización pero los músicos ya lo tenían asumido.
En sus últimos años de vida le llegó el éxito en el terreno de la ópera, que hasta entonces le había sido esquivo. 'Rusalka', estrenada en 1901, le proporcionó popularidad, distinciones y el aprecio de un público que hasta entonces lo tenía menos en cuenta. Dvorák lo tomó como un regalo de la vida. Había soportado no pocas desgracias familiares (dos de sus hijos murieron con meses de diferencia) y nunca había perdido el optimismo y el contacto con el pueblo. Mientras dio clases lo tenía a través de sus alumnos. Más tarde, gracias a su afán por tener siempre el corazón en su tierra.
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Su trabajo está influido por Brahms, Liszt, Wagner y Smetana, a quien conoció de joven, cuando entró a formar parte de la Orquesta del Teatro Nacional de Praga, que aquel dirigía. Quizá le falta algo de la complejidad y el conflicto que aquellos muestran en sus partituras. A cambio, las melodías y los ritmos de danzas tienen un gran peso. Esa combinación de romanticismo y nacionalismo lo convierte en cautivador para el público. Murió el 1 de mayo de 1904, a los 62 años, víctima de un catarro que derivó en una insuficiencia respiratoria grave.
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