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La novela negra arraiga en Euskadi

La novela negra arraiga en Euskadi

Numerosos autores vascos sitúan las tramas en sus calles, para atender a un mercado que tiene cada vez más lectores

Virginia Urieta

Viernes, 21 de octubre 2016, 13:41

Para Holmes será siempre Londres; también para Poirot. Quizás sea esa característica neblina y su particular clima, a veces nefasto, los que hacen de Reino Unido un lugar tan especial. Sam Spade, en cambio, prefería la ciudad de San Francisco, mientras su homólogo Philip Marlowe se decantaba por Los Ángeles. Desperdigados por diferentes países, difícilmente tendrían cabida en un solo escenario los personajes de sir Arthur Conan Doyle, Agatha Christie, Raymond Chandler o Dashiell Hammett, perdidos entre crudos crímenes y complicados enigmas. Pero dejando atrás los clásicos, las lupas, las gabardinas y los sombreros de cazador, ya envueltos en modernidad, los detectives renovados propios de escritores vascos como Jon Arretxe, José Javier Abásolo, Gonzalo Garrido o Javier Sagastiberri sí acostumbran a compartir escena: todos ellos se pasean por Bilbao, el Bilbao más actual, aunque salvando las distancias.

Porque es casi seguro que Touré el primer detective negro de la novela europea no frecuente demasiado la Gran Vía, aunque resultaría fácil seguirle la pista por barrios como San Francisco o Bilbao La Vieja. Arretxe prefiere los ambientes marginales. Abásolo, en cambio, deja a sus personajes transitar por una villa un poco más amable, más céntrica, por calles en las que el exertzaina Goiko en su tiempo uno de los mejores investigadores de homicidios bien podría toparse con Amaia Salazar, la agente de la Policía foral creada por Dolores Redondo, flamante ganadora del Planeta, si la investigación trae a la navarra en hasta la capital vizcaína en algún libro futuro. Aquí no hacen tortas de txantxigorri pero, quién sabe, puede que deje atrás por unos días esas estampas únicas y tan bellas a veces incluso estremecedoras que brinda la densa naturaleza del valle del Baztán. Sólo si la investigación lo requiere.

Todo personaje tiene su escenario y en Bilbao se dan cita unos cuantos para recrear en sus rincones más oscuros esos sucesos típicos de la novela negra, una que cobra cada vez más auge en Euskadi donde, valoran algunos autores, vive ahora su mejor momento. Aunque aquí, señala Abásolo (Demasiado Ruido, Erein), «tal vez nos lo hayamos tomado demasiado en serio y quizás por eso hemos ido con retraso respecto a la aparición del género. Llevamos unos años perdiendo esos complejos, también gracias a la aparición de autores jóvenes que no están tan mediatizados», asegura. El cóctel tiene pocos pero precisos ingredientes: un crimen, uno o varios investigadores, los sospechosos y, cómo no, el asesino. Luego corre a cuenta del lector imaginarse el resto, aunque no puede faltar nunca el componente social. Ese matiz de crítica, de inconformismo. «La novela negra nace siempre unida a la realidad social, por lo que las claves son diferentes en cada país», señala Abásolo, que ha desarrollado su pluma en el género por una afición que descubrió primero como lector. En sus libros se aleja de esquemas similares y apuesta por los cambios porque lo importante, dice, «es buscar nuevos caminos».

Precedente escandinavo

Gonzalo Garrido también acostumbra a variar de registro, e incluso de época, y tras debutar en la novela hace cuatro años se sumerge en el género con La capital del mundo (Ed. Alrevés), su último trabajo, con un taxista reconvertido en detective como protagonista. Pocos géneros, explica, dan tanto juego. «Son historias muy de actualidad. Hablan de una forma entretenida, hay una intriga, un hecho delictivo hace que arranque la acción y a través de eso se van conociendo la sociedad, los personajes, la riqueza Cómo funciona la vida. Hoy en día sigue habiendo abuso de poder o desigualdad. Que un personaje sea crítico con la sociedad es lo que hace que la novela tenga vigencia», sostiene. Liga el éxito del género a la democracia no contempla en las dictaduras esa tradición crítica y a una sociedad más madura. «Es necesaria para que la crítica se absorba sin que haya ofensa, porque es algo positivo. En Europa ha habido un boom de la novela negra nórdica, lo que ha hecho que los lectores que no conocían el género se hayan acercado a él, y también que los escritores que no lo tenían entre sus intereses se decanten por este registro, algunos con esa vocación y otros de manera circunstancial», admite. Lo mismo opina Noelia Lorenzo (La sirena roja, Erein), que entiende que aunque en Euskadi ha habido «buenos autores del género» desde hace tiempo, en los últimos años se ha generado más interés, que también relaciona con novelas como las de Larsson. «Aquí después tuvimos nuestro propio boom y fue gracias a las novelas de Dolores Redondo. Espero que ese renovado interés en el género se mantenga».

Cuando Salvador Robles escribió La exclusiva del asesino (MAR Editor) no pensó en el género en sí mismo, sino en una amalgama de actos relacionados con la fama, el dinero y el poder. «Después vinieron las etiquetas», señala. Se adentró en el mundo que conocía, el del periodismo, algo que le sirvió para dar realismo a su historia. «La mejor manera de aprender sobre la naturaleza humana es ahondar en un personaje envuelto en una situación límite en la que siempre termina por aflorar lo mejor y lo peor de uno mismo», explica. Una de sus obsesiones pasa or ver cómo el oro se convierte en oropel, y el oropel en oro: «Personajes a través de los cuales, tras bucear en su interior, uno descubre que no valen para nada a pesar de que en el foco social son famosos». Ahí, señala, es donde el lector puede adentrarse en la otra cara de la realidad, «en el patio interior, y no tanto en el escaparate».

Jon Arretxe, consolidado en el género, se muestra un poco más cauto y atribuye el éxito de este tipo de novelas en Euskadi a una corriente general. «Cada vez hay más escritores, algunos se animan pensando que esto es Hollywood bromea. Pero lo que cuenta son las ventas y, según los libreros, no es para tanto». Reconoce que «también hay autores nuevos que escriben historias realmente buenas», y el momento que viven estas novelas en Euskadi «es bueno porque se escribe y se habla mucho de nosotros». Un mérito que atribuye, sobre todo, a la eclosión de festivales sobre el género. Bruma Negra en Plentzia que se recuperó hace un par de años, Pamplona Negra o la Semana Negra de Gijón son sólo algunas de las citas que los fieles tienen marcadas en el calendario, y que cosechan cada vez más éxito. A su juicio, falta uno en Bilbao. «Contamos con grandes municipios pero creo que la Villa puede reunir todos los ambientes celebrando el gran festival de Novela Negra de Euskadi, también porque aquí tenemos a muchos escritores», propone.

«El terrorismo es un tema pendiente»

  • Aunque Noelia Lorenzo, como sus compañeros del género, asume que eso de vivir en una zona bastante gris y lluviosa afecta al estado de ánimo, también cree que a los vascos «nos ha influido bastante el tema del terrorismo. Recuerdo perfectamente el sonido de un coche bomba explotando a dos calles de donde yo estaba, o cuando viajaba de chavala, fuera de Euskadi, y me encontraba con personas que creían que aquí la gente iba con metralletas por la calle. Por suerte hablo de hace veinte años, pero oír y sentir ese tipo de cosas marca bastante. Son vivencias que de una forma o de otra acaban inflyendo en la manera de ver las cosas», comenta. Su caso es especial, reconoce, por vivir en lo que llaman en algún foro de internet la Tijuana vasca, la ciudad fronteriza de Irún, algo que le permite partir de una buena base para sus novelas.

  • Salvador Robles asegura que el terrorismo es «el tema pendiente de la novela negra vasca, un trasfondo que no está tan explotado como debería. Tenemos que ir por ese camino las heridas quedan abiertas si no recordamos nuestro pasado, hay que hacerlo para sanar», opina. Gonzalo Garrido asume que será un tema que probablemente empiece a proliferar en los estantes de novela negra, aunque se trata de una situación «tan demencial y tan dramática que antes no podíamos ni escribir sobre ella. Para escribir tienes que distanciarte un poco de los acontecimientos y vivíamos en una situación tan extrema que creo que los autores en general se alejaron de la temática y no lo vieron como novela negra». En su opinión, ni los géneros ni la literatura deberían tener límites. Jon Arretxe, en cambio, asegura que es un tema que le satura. «Cada uno que aborde lo que le apetezca; a mí después de tantos años no me apetece escribir sobre algo que me aburre o me agobia, no lo veo como una asignatura pendiente, ni mucho menos». Reconoce que tampoco le gusta guiarse por las modas. «Ni en cuanto a la corrupción ni sobre la violencia de género. A veces da la sensación de que el momento que vivimos hay que incorporarlo a nuestras novelas, pero creo que es aprovecharse de eso de una manera no muy natural, como subirse a un carro», afirma.

Apuesta editorial

Son eventos que está empezando a frecuentar el donostiarra Javier Sagastiberri, que acaba de sumergirse en el género con su primera novela El asesino de reinas (Erein), una en la que el espíritu del botxo trasciende el escenario para inmiscuirse, también, en el argumento: los asesinatos se suceden coincidiendo con los partidos del Athletic. «Está cobrando valor un género que hace quince o veinte años estaba un tanto abandonado», opina Sagastiberri, que extiende el éxito de este tipo de narrativa a Madrid y Barcelona, y lo relaciona también con la lectura femenina. «Hay muchas lectoras, es un género que gusta a las mujeres, y por lo general ellas leen más», explica. Eso sí, las escritoras son todavía pocas. En la librería personal de Noelia Lorenzo los estantes están muy compensados, confiesa: tiene el mismo número de ejemplares firmados por ellos que por ellas. «Pero nosotras somos menos y no sabría decir por qué. Yo antes de ser escritora del género era lectora y como yo hay muchísimas mujeres aficionadas a la novela negra».

Dolores Redondo fue tal vez la primera en abrir camino en un mundo que estaba todavía por descubrir, también en Euskadi. Cuando publicó El guardián invisible confesó: «En Amaia hay algo de mí y de las mujeres de mi alrededor». Ahora, inmersa aún en la producción de la película que dará vida a la inspectora Salazar en la gran pantalla, se prepara para la gira de presentación de Todo esto te daré, ganadora del Planeta.

Coinciden los autores en que «se escribe y se publica mucho», pero es el editor el que prescribe, el que da valor al género y exige calidad. En este sentido, reconocen que la editorial Erein ha hecho una apuesta fuerte con su etiqueta Cosecha roja bautizada así en honor a la mítica novela de Hammett y la oportunidad para el lector de descubrir un buen puñado de escritores vascos. Su responsable, Jose Agustín Iturri, considera que el género siempre ha tenido seguidores en Euskadi. «Hammett, Chandler, Donna Leon, Camilleri o Vázquez Montalbán son autores reconocidos por estas tierras, y nuestro consumo es equiparable al de cualquier otro lugar. El problema, si puede llamarse así, surge por ser un género literario que no se ha prodigado excesivamente entre nuestros autores», asegura, aunque señala que cada vez se escriben mejores historias y hay más escritores del género. «Sí ha habido una evolución en cuanto al sabueso de turno, que ya no es exclusivo del hombre: Lisbeth Salander, Amaia Salazar, Eider Chassereau o Itziar Elcoro son nombres con los que nos hemos familiarizado y que sí han cambiado el arquetipo del investigador desaliñado o borrachuzo por una imagen más actual».

Vistos los personajes y su evolución una que resulta inevitable, desde Holmes y Poirot hasta Goiko o Touré, pasando por Amaia Salazar, sus creadores reconocen que viven entre todas esas líneas un momento álgido. Dulce e incluso adictivo. Uno que incluso ha familiarizado a los lectores con las policías autonómicas, que cobran una gran importancia en el desarrollo de los acontecimientos investigadores de la Ertzaintza o miembros de la Policía Foral, por ejemplo, aunque es algo que los autores atribuyen a la necesidad de ajustarse a la realidad, «porque son estos cuerpos los que se encargan normalmente de la investigación». Más lectores, más firmas, festivales en los que los aficionados pueden hacer sus valoraciones y críticas siempre que sean constructivas en una charla amena con el escritor «Pero necesitamos seguir escribiendo, no hay fórmulas ni secretos: sólo intentar llegar a todo el mundo. A los vascos y a los de fuera. Si no se lee no es problema de los lectores, sino de los escritores», zanjan.

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