Elsa Dorfman posa con su ya famosa Polaroid de 20x24.

Elsa Dorfman y su 'polaroid' gigante

Un documental relata la vida de la artista, que se ha retirado después de tres décadas haciendo retratos con una cámara de enormes dimensiones

BEGOÑA RODRÍGUEZ

Viernes, 7 de octubre 2016, 19:53

La inmensa cámara polaroid de Elsa Dorfman tiene los días contados, aunque durante tres décadas ha retratado en manos de la fotógrafa estadounidense desde a la gente más corriente hasta a algunos de los personajes más representativos de la cultura americana. Dorfman, nacida el ... 26 de abril de 1937 en Cambridge (Massachusetts), vio por primera vez una Polaroid de 20x24 en 1980 y se enamoró de ella. Había sido invitada por la empresa para probar uno de estos gigantes de 240 libras (unos 120 kilos) que se habían construido en 1976.

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Conocida básicamente por el tamaño de las copias que realiza, la 20x24 era una versión mucho más grande de las cámaras Polaroid con la que la mayoría de las personas estaban familiarizadas. Y por alguna razón a nuestra fotógrafa le bastaron un par de tomas para sentirse enganchada a ella. «Desde el momento en que la usé me encantó», recuerda. Lo que más le gustó, reconoce, fue el peculiar aspecto físico de la cámara y la película. La única manera de mover la pesada 'bestia' con estructura de madera es sobre ruedas. Y una vez que está preparada para disparar, Dorfman que mide 1,65metros abre la parte de atrás y se sienta en un taburete para enfocar. Lo hace ajustando unos enormes fuelles parecidos a los de un acordeón. Como señala Jakob Schiller, enfocar con semejante cámara requiere habilidad, pero también adivinar, imaginarse un poco cómo saldrá la foto. Los sujetos aparecen cabeza abajo y del revés y la pantalla de enfoque nunca captura realmente todo el plano de lo que aparece en la película. «Pero te acostumbras», afirma Dorfman. «Incluso creo que ahora podría caminar en un mundo al revés», ironiza. Una vez enfocada la cámara, cierra la parte trasera y el obturador se dispara con un disparador de cable.

Todo el carrete y los productos químicos de revelado se almacenan en la parte posterior de la cámara. Cuando el objetivo se abre, se muestra un negativo. A través de una serie de botones y palancas, el negativo se intercala a un trozo de película positiva y tira a través de un conjunto de rodillos que aplican los productos químicos de revelado y permiten la transferencia de lo negativo a lo positivo. Para revelar el negativo, Dorfman solía ponerse de rodillas (ahora que tiene 79 años se sienta en un taburete) y tira del film hacia afuera desde la parte inferior. Después, lo corta, espera 90 segundos y revela la foto. «Es como dar a luz a un bebé», comenta.

«Hay una gran cantidad de pasos en los que se pueden cometer errores y cada foto es como un milagro mecánico. El fotógrafo tiene que estar muy concentrado, no hay ni vuelta atrás, ni corrección», explica. Otro problema añadido es que desde que Polaroid cerró es muy difícil encontrar gente que pueda reparar cualquiera de las cinco cámaras de este tipo que todavía existen. Para Dorfman, el film ha envejecido bien pero ha perdido parte de su vitalidad y alma.

Orgullosa y honesta

Quizá Elsa Dorfman sea la última en usar las 'polaroid' pues, como bien dice, la mayoría de la gente que las conoce o sabe sacar fotos con ella se está muriendo. Ella misma se acaba de retirar. Claro que para que la historia permanezca siempre hay soluciones. En este caso, se trata de un documental, el que Errol Morris ha hecho sobre su vida: 'The B-Side' (El Lado-B). El aclamado director entrevista a su vieja amiga en su estudio, repasando su trabajo y los aspectos más destacados de su carrera. Morris es muy consciente del cálido encanto de Dorfman, y sabía que realizar un documental sobre ella sería un raro placer para el espectador. «Dorfman es tan singularmente fascinante que el tiempo pasado con ella es una alegría».

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Morris permite a Dorfman llevarnos con paciencia a través de su vida y de su trabajo, empezando por su inmersión en el mundo de la fotografía en un momento en el que se esperaba que las mujeres fueran esposas más que entidades independientes. En una imagen suya tremendamente elocuente muestra a una pareja. El hombre sostiene su tesis doctoral, la mujer al bebé de ambos. Dorfman notó especialmente esta especie de lucha contra lo establecido cuando entró en la treintena. Y fue así como a finales de 1960 admitió que estaba avergonzada de no estar casada y que necesitaba algo más en su vida. Pero no fue un marido. Sacar fotografías se convirtió en algo natural para ella, sobre todo autorretratos. Progresó y se hizo amiga de artistas y poetas de la época, entre ellos Allen Ginsberg, con el que llegó a tener una relación particularmente estrecha.

Como comenta Benjamin Lee, Dorfman valoraba la realidad sobre la falsedad y quería capturar los defectos de las personas, haciendo de su trabajo una perfecta antítesis de la cultura del 'selfie'. Cuenta su historia con las imágenes que ha tomado y hay un hallazgo en su redescubrimiento con la propia fotógrafa sorprendida por lo que ella misma se encuentra. Brutalmente honesta al hablar de su trabajo, comenta la importancia de poseer orgullo sin llegar a ser arrogante. Encontrarse con amigos que ya han muerto y otros momentos en el tiempo que se han desvanecido es a menudo un proceso agridulce para ella Historias contadas por las capturas del botón de su 'polaroid'.

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Pero Dorfman no es fan de la melancolía y su optimismo es contagioso. Ella se niega a tomar imágenes de los que tienen el corazón roto y utiliza la fotografía como una forma de terapia, tanto para ella como para sus temas. Comenta Lee que a sus 79 años sigue tan enérgica y apasionada como siempre. Se nota que Morris le tiene un claro afecto, aunque su documental no es acerca de su amistad. Es una película encantadora centrada en una mujer cuya visión de la vida es digna de elogio. Desde su desafío a las expectativas de género en sus años más jóvenes hasta su negativa a que la tragedia la moldee a medida que madura.

Elsa Dorfman no sólo ha conseguido dominar una cámara enorme y anticuada sino que insiste en apuntar que no podía haber creado sus imágenes sin ella. «No lo podría haber hecho con otra cámara», explicó en una conferencia en Boston. Cuando se le pidió que explicara por qué, ella continuó: «¿Se puede realmente decir por qué te enamoraste de alguien o por qué tu matrimonio ha durado?» Quizá la única respuesta esté en enfrentarse y mirar a la vida de forma natural a través del objetivo de su cámara y de su alma.

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