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BEGOÑA RODRÍGUEZ
Viernes, 30 de septiembre 2016, 16:55
En 1865, un matemático de estilo victoriano escribió un cuento que se convertiría en uno de los libros infantiles más queridos del mundo y, en palabras de María Popova, una obra maestra modernista de la filosofía que multiplica su alcance de sabiduría con cada lectura. Una de las pocas obras de la humanidad, junto quizá al Hombre de Vitruvio de Leonardo da Vinci, «que fusionan sutilmente y sin problemas el arte, la ciencia y la filosofía».
Casi un siglo más tarde, en 1961 y en una conferencia titulada ¿A dónde vamos desde aquí?, Marcel Duchamp profetizó que los artistas emergentes del mañana, tal y como le ocurre a «Alicia en el país de las maravillas... serán guiados a pasar a través del espejo de la retina para llegar a una expresión mayor y más profunda». Quizás Duchamp fue el primero en intuir el terreno común conceptual entre la historia que el matemático Charles Dodgson había imaginado una tarde de verano en un paseo en bote antes antes de convertirse en Lewis Carroll y el movimiento surrealista en ciernes, que estaba justo empezando a navegar.
Pues bien, la visión de Duchamp se materializaría en forma concreta ocho años más tarde, cuando un editor visionario de la Random House encargó al surrealista Salvador Dalí que ilustrase el clásico de Carroll para una pequeña edición exclusiva de la serie el libro del mes. Dalí creó doce heliograbados, que firmó en cada copia de la edición, y una ilustración para cada capítulo del libro.
Desde hace más de medio siglo, esta «polinización cruzada inusual» como la llama Popova entre estos dos singulares creadores se mantuvo reservada para los coleccionistas y estudiosos. Sin embargo y con motivo de los 150 años del cuento de Carroll, la Princeton Architectural Press devolvió a la vida el Alicia en el país de las maravillas ilustrado por Dalí, que ofrece una nueva introducción a cargo de Mark Burstein, presidente de la Sociedad Lewis Carroll de América del Norte, y del matemático Thomas Banchoff, que conoció y colaboró con el propio Dalí. Desde su publicación el año pasado, no ha dejado de recibir premios.
Locura y sabiduría
En la introducción, Burstein considera natural la confluencia creativa: «Tanto para Carroll como para los surrealistas, lo que algunos llaman locura podría ser percibido por otros como sabiduría. Incluso los procesos creativos de Carroll y los surrealistas fueron similares. Los surrealistas practicaban automatismo en su escritura y dibujo; Carroll comenta que la narración inicial de la historia está escrita «sin esfuerzo», argumentando que «cada idea y casi cada palabra del diálogo vinieron de sí mismos... cuando llegaron fantasías no buscadas». Además, y como coincide la crítica, los collages eran un arma importante en el arsenal de los surrealistas. Carroll inventó el término Jabberwocky baúl de viaje combinando palabras y produciendo así el más famoso ejemplo de disparate neologístico puro en el idioma inglés (o casi). Su bestiario como las moscas del pan con mantequilla, también en A través del espejo, fácilmente podría haber sido un producto de los surrealistas. El propio Dalí, cómo no, aplica una serie de técnicas surrealistas a su interpretación de la historia. Para representar a Alicia el único personaje que aparece en cada capítulo volvió a utilizar la imagen de una niña saltando a la cuerda que había pintado por primera vez treinta años antes. Y nuestro pintor coloca esta figura extraña, estática, casi un icono, en cada una de las doce ilustraciones, una elección que fue parte automatismo, parte técnica del cut-up o de los recortes como haciéndose eco del encantamiento de Carroll de la primera página.
En realidad, la concomitancia entre surrealismo y Alicia en el país de las maravillas no es nueva. Décadas atrás, en los años 30, William Empson, un influyente crítico literario, escribió: «Alice se ha convertido, a mi parecer, en el santo patrón de los surrealistas». Y al escribir esto, poco sabría Empson de la certeza de sus palabras. Las ilustraciones de Dalí, encargadas por Random House en 1969, tienen una vitalidad absolutamente mordaz y aguda, incluso quizá más que un poco loca. Todos los sospechosos de siempre el conejo, la oruga, la reina de corazones... están presentes y representados por este pintor, quizá el más exageradamente loco de todos.
Matemáticas
Pero lo que muchos igual no saben es que el pintor de Cadaqués tenía echado el ojo al cuento de Carroll como tema de interés para su trabajo veinte años antes de que se dedicara a estas ilustraciones. Quizá sea un hecho poco conocido para el gran público que Dalí había pasado todo el invierno de 1945 en los estudios Walt Disney trabajando en una película de animación sobre la naturaleza del tiempo que probablemente, y de no haberse perdido la mayoría del material, habría resultado ser una especie de extraña prima de la película Fantasía. Destino el nombre del film finalmente fue recreado a partir de los 17 segundos de la película que permanecieron junto a la obra original de Dalí y fue lanzado en 2003. John Hench, que trabajó en Disney durante 65 años, había hecho la historia de Destino con el artista catalán. También colaboró en Fantasía y fue el supervisor de arte en Alicia en el país de las maravillas, que estaba en producción en el momento de su colaboración con Dalí, así que al artista catalán no le era ajena la historia de la pequeña soñadora.
También es interesante destacar otro aspecto que señala muy bien Megan Volpert y que une a Lewis Carroll y a Salvador Dalí: las matemáticas. El trabajo de Carroll como matemático es de conocimiento general, pero la obsesión de Dalí y su profundo conocimiento de esa materia se suele pasar por alto. Esto implica un complicado diálogo sobre la cuarta dimensión y otros aspectos abstractos.
Además, esta edición es valiosa porque pone de relieve una variedad de conexiones que normalmente no se destacan en la obra de Carroll o de Dalí. Tener delante el texto de Carroll y las imágenes de Dalí «produce una miríada de efectos tonales tanto en las palabras como en las imágenes», comenta Volpert. Es, sin duda, un enfoque totalmente diferente al concepto de ilustración, ya que el énfasis del artista de Cadaqués estaba en la actitud y en el paisaje emocional de la historia, más que en la trama en sí. En suma, soltura y flexibilidad en la imagen para reproducir en nosotros un mundo que renace en nuetra mente, más brillante y fantástico cada vez que lo leemos.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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