Vicente Molina Foix, escritor y traductor de Shakespeare.

«Shakespeare es un maestro de maestros»

El traductor Vicente Molina Foix asegura que el escritor «cuenta las historias como si nadie antes lo hubiera hecho ni nadie pudiese volver a hacerlo»

eduardo laporte

Miércoles, 13 de abril 2016, 11:31

Hay quien dijo que el traductor es la sombra del escritor, pero también su voz, una voz rescatada y recreada en otra lengua, por tanto es también un coautor. Algo de eso ha sido durante años Vicente Molina Foix, uno de los más firmes candidatos, ... como el mismo reconoce sin falsa modestia, al título de, con permiso quizá de Javier Marías, autor contemporáneo más shakesperiano. No en vano es quien más obras ha traducido, en verso libre, del dramaturgo inglés, tres, y uno de sus más devotos lectores, como demuestran las cien páginas que le dedica en su reciente ensayo Enemigos de lo real (Ed. Galaxia Gutenberg), donde elogia el valor de su palabra poética. Por todo ello, Molina Foix no se conforma con ser su lector y traductor, sino que aspira a incorporarlo a su vida cotidiana, a su espíritu diario, de un modo más ambicioso que con su simple seducción.

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Han pasado cuatro siglos de la muerte de Shakespeare. ¿En qué medida sigue vivo, leído? ¿Sigue manteniendo que es «el autor más vivo que existe»?

Vivo desde luego, pues y no sólo en Gran Bretaña sus obras se programan incesantemente, llenan teatros, atraen a los actores y actrices más ambiciosos y a los directores más rigurosos. En cuanto a ser leído, es un terreno más incierto, pero también se le edita sin cesar, por ejemplo en nuestro país, donde han salido en los últimos tiempos varias ediciones de sus obras completas traducidas.

¿Se sigue citando como maestro? En comparación con otros clásicos como Tolstói, Dostoievski, Proust, Joyce e incluso Cervantes ha quedado algo relegado por los escritores, que no lectores.

Yo diría que Shakespeare, como Montaigne o Cervantes, es un maestro de maestros, pues ha influido y sigue influyendo a poetas, narradores, dramaturgos y cineastas. Por ejemplo: los cuatro grandes novelistas modernos que me acaba de citar (y otros, como Faulkner, Valle-Inclán, Thomas Bernhard...) le deben inspiración y estímulo. Lo cual tiene además el mérito de ser logrado por medio de la poesía dramática que es, naturalmente, el terreno propio de Shakespeare.

Dicho en otras palabras, ¿se puede hablar de una influencia directa de Shakespeare en la literatura contemporánea? De ser así, ¿en qué la notamos? ¿Construcción de personajes, estilo, exploración en los recovecos del alma humana?

El molde fundamental de Shakespeare es verbal. Cuenta historias trepidantes, dibuja personajes ricos en matices, reinventa paisajes sabidos, pero sobre todo lo cuenta como si nadie más lo hubiera contado antes, como si nadie pudiese volver a contarlo una vez que él lo ha hecho.

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Acercamiento

¿Cuál sería para usted el autor contemporáneo más shakesperiano, el Keats de nuestros días?

Es imposible saberlo, pues tal vez una novelista africana o un dramaturgo chino que no conocemos lo sean. Pero ya que me pregunta, presento aquí por escrito mi candidatura a serlo en lengua castellana pues, si mis datos no fallan, soy el único escritor que ha traducido en verso blanco castellano tres obras de Shakespeare (el poeta José María Valverde las tradujo todas, pero prosificadas, lo que no me parece válido, y otro contemporáneo y amigo, el poeta Jenaro Talens, tradujo una en solitario y participó en el equipo de traductores de las malogradas versiones del Instituto Shakespeare). Grandes figuras, como Leandro Fernández de Moratín, Luis Cernuda, Tomás Segovia, Pablo Neruda, Eduardo Mendoza, César Aira, han traducido un título suyo. Por otra parte añado como mérito de mi solicitud formal al puesto de contemporáneo más shakesperiano el haber escrito más de cien páginas ensayísticas sobre el autor (recogidas en el libro que acaba de editarse, Enemigos de lo real) y dos cuentos publicados en sendas recopilaciones, el último, Muñeca egipcia, en la antología Shakespeare/Cervantes de doce cuentos escritos por novelistas de lengua hispana e inglesa inspirándose en alguna fuente o alguna obra de ambos.

¿Cómo prefiere usted acercarse a Shakespeare? ¿Como lector, como traductor o como espectador de sus obras?

Lector y espectador son funciones de puro placer, y a ello me entrego como hedonista. Llegada la hora del trabajo, traducirlo es, más que un reto, un ejercicio de obligada soberbia intelectual, pues no se puede meter uno en ello sin intentar estar a la altura del genio, aun sabiéndolo imposible. He empleado seis meses en traducir cada una de las tres obras suya abordadas, El mercader de Venecia, Hamlet y El rey Lear, y ese tiempo en que viví dentro del Bardo, lo recuerdo como la agonía más feliz de mi vida.

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Como profesor de Literatura en Oxford, ¿cómo diría usted que se vive en Reino Unido la relación con Shakespeare? ¿Está más presente en la vida cultural que Cervantes (y perdone la odiosa comparación)?

Me temo que así es. Somos ingratos con quien nos ha dado, además del Quijote, tantas frases, exclamaciones y dichos de nuestra lengua diaria, y cuya grandeza es que las usan personas que las conocen por herencia o saber popular, sin haberlo leído. Esa es la dimensión del clásico.

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Sufrir y gozar

¿Ha sufrido usted traduciéndolo? ¿Con qué obra tuvo que pelear más?

Sufrir no es la palabra, como he dicho antes, pero en el caso de Hamlet, que se traducía para la representación ya programada por el Centro Dramático Nacional, y estrenada en el teatro María Guerrero, tenía que llegar a tiempo. Eso me hizo vivir en una nube hamletiana más de cuatro meses, sin más dedicación ni respiro, lo cual me quitó la vida privada pero me dio otra de ficción, quizá mejor. Y recuerdo una anécdota que estremeció a José Luis Gómez, intérprete del Príncipe en ese montaje para mí inolvidable de José Carlos Plaza, cuando se la conté: traduje la escena de su muerte en el momento en que se produjo en nuestro cielo un eclipse de luna.

¿Cuál su relación actual con Shakespeare? ¿Lo relee? ¿Acabó distanciándose? ¿Trabaja en algo relacionado con su figura?

La verdad es que Shakespeare vive de permanente realquilado en mi casa, que tiene una pared entera dedicada a libros suyos o sobre él y su tiempo. Es mucho más que mi amigo, y yo lo querría tener como preceptor. Hay que ser ambicioso con los genios. Más que dejar seducirse por ellos, que es fácil, intentar atraerlos a nuestra humilde morada, por si deciden quedarse un tiempo a nuestro lado y darnos lo que les sobra. Creo que seguiré en ello el resto de mi vida.

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Jugando a futurólogos, ¿cómo cree que serán los fastos de su quinto centenario? ¿Los grandes clásicos son realmente eternos, como profetizó su coetáneo Ben Jonson?

Espero que no sean maravillosos, pues temo no poder asistir a ellos. Sí desearía que para entonces, y ya que es inevitable por su coincidencia fúnebre el emparejamiento con Cervantes, se haga una terna, añadiendo al de ambos el nombre del otro gran genio de las letras que murió en los mismos días del mismo año que ellos, el Inca Garcilaso, el primer autor que se adelantó, tres siglos y medio antes, y él solito, al boom de la narrativa latinoamericana.

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