¿Qué hacer con las televisiones públicas?
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Sin rodeos ·
Su futuro no depende de una mayor y más estable financiación, sino de una reforma de su conceptoSeguimos sin saber muy bien qué hacer con las televisiones públicas. Eso se nota otra vez en el debate sobre el anteproyecto de la nueva Ley de Comunicación Audiovisual. Resulta que su texto suprime la tasa que las operadoras de telecomunicaciones pagaban a RTVE, alrededor ... de 130 millones de euros anuales, pasando ahora la carga a las plataformas de 'streaming' -Netflix, Filmin, HBO y demás-. A todo esto, las televisiones privadas también aportan a RTVE el 1,5% de sus ingresos brutos, aunque se vean compensadas parcialmente por la no emisión de publicidad en la televisión pública. La verdad es que todo esto es un dislate, por mucho que se justifique que las telecos, las plataformas y las televisiones privadas deban de contribuir a un servicio público de radio y televisión por el uso que hacen del espectro radioeléctrico. Además, con tanto cambio y titubeo político sobre la financiación de RTVE, la inseguridad jurídica se hace manifiesta.
RTVE tiene cerca de 6.700 trabajadores, va a recibir este año del Estado 473 millones y otros cientos más de los operadores privados, pero su ejercicio de 2020 arrojó unas pérdidas de 31,6 millones. Con todo, el problema no son tanto las pérdidas como la definición de su modelo, la dimensión, el gobierno del ente y el cumplimiento estricto de un servicio público independiente y plural. En otras palabras, la lógica de su futuro no depende de una mayor y más estable financiación, sino de una reforma de su concepto en profundidad. Pasa lo mismo con EITB, que tiene un presupuesto anual de 142 millones -de los que un 45% corresponde a gastos de personal-, que además se financia con ingresos publicitarios y que, por mucho que digan, dista bastante de ser un servicio público de comunicación con calidad e independencia. Si lo fuera realmente y encima tuviera una dimensión racional, lo mismo que en el caso de RTVE, lo de menos sería que su financiación corriera a cargo de un canon por televisor, de los ingresos de la publicidad o de las aportaciones de los operadores privados.
Música
La jubilación es un concepto raro en el rock and roll. Pero, si tenemos en cuenta que el rock nació y se popularizó en los años 50, está claro que muchas de sus grandes figuras ya son más o menos octogenarias. Por eso quizás sea mejor referir la jubilación en el rock al final de las grandes giras, algo a lo que se resisten muchas de sus estrellas a pesar de los imponderables de la cronología. Es el caso de Diana Ross, la gran diva del R&B, el pop y el soul, cuyo vigésimo quinto lanzamiento discográfico a los 77 años se acompaña de una extensa gira con más de veinte conciertos en América y Europa. Lo mismo que Elton John, que a los 74 años retorna a la carretera con una gira final de decenas de conciertos hasta 2022; y de los Rolling Stones, cuyo tour que celebra los 60 años de carrera ya se anuncia para el año que viene. El rock es longevo, ya se ve, porque sus estrellas no renuncian a la eternidad.
Aforos
Sigue el debate sobre los aforos que se aplicarán a la ópera y a la música sinfónica en la próxima temporada. Por supuesto habrá que estar atentos en primer lugar a la situación de la pandemia tras el verano, pero de momento crecen las voces contra el trato injusto recibido en el País Vasco por la ópera y la música sinfónica en estos últimos meses. Entre otros argumentos, se alega la edad media de los asistentes a estas manifestaciones culturales, casi todos en franjas de vacunación completa. Además, la interacción social en los conciertos y en la ópera es mínima, con lo cual sería paradójico permitir un mayor aforo en el fútbol o en el baloncesto. Para completar esta visión, un estudio presentado esta semana por la Universidad de Bristol certifica que los instrumentos de viento de las orquestas no propagan el virus, aunque el alto volumen en la voz de los cantantes si es susceptible de hacerlo. Obviamente, las pruebas previas a los cantantes eliminan todo riesgo. ¿Necesita algo más el Gobierno vasco para aflojar su castigo a la ópera y a la música sinfónica?
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