¡A reír toca!

Mientras el público se acomoda, técnicos e intérpretes entran y salen de escena. Se les ve inquietos con el decorado, miden distancias, retocan cosas de una sala decimonónica con chimenea, diván, librería, cómoda, reloj de pared, y un despacho en un altillo lateral o entreplanta a la vista.

Empieza la función. Pero cuidado, es 'La función que sale mal', lo han avisado. Y es el error que da risa, un error catártico. Se recrea la escena cumbre, las muecas declamatorias, lances clásicos del género negro… Pero acciones, decorado y atrezo son un disloque. El muerto se mueve (los muertos). Cuadros, paredes y suelos se vienen abajo. Las luces van a destiempo, hay ridículas tormentas pavorosas, puertas y portazos junto a alboroto de pistolas, escopetas y espadas. Y cuando lo material se rebela no hay lugar para la meditación y las bellas artes: eso es lo cómico.

El grupo aplica técnicas del clown, de parodia casi gimnástica. Eligen la exageración, el guiñol, el caos motriz, circense, con trajín duro hasta para el público si se concentra en la vorágine. Y hay velocidad, cúmulo de trucos de tramoya como en una 'comedia de aparato'. Un gag arrolla al gag siguiente, no hay tiempo ni de reírse del todo.

Irresistible de puro inocente. La función les sale perfecta.