Lluís Homar y Ana Belén, en el montaje de 'Antonio y Cleopatra' producido por la Compañía Nacional de Teatro Clásico. J. M. Romero

Un mastodonte en el escenario

Los centros de producción artística del Ministerio de Cultura, lastrados por la burocracia y las polémicas, necesitan una reforma urgente

Domingo, 25 de agosto 2024, 08:34

No se hunde por muchas huelgas, dimisiones o escándalos que le caigan encima. El INAEM (Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música) precisa de una reforma urgente pero nació para dar espectáculo y –pase lo que pase– aguanta lo que le echen. ... La polémica de los pagos irregulares a Lluís Homar, que ha forzado su salida pactada de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, es un descalabro más en un organismo con hechuras de mastodonte que depende del Ministerio de Cultura y sigue la consigna del mundo del espectáculo. The show must go on!!

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El INAEM abarca lo mismo el Ballet Nacional de España que el Teatro María Guerrero, el Centro de Tecnología del Espectáculo y el Museo Nacional del Teatro. ¿Cuál es su objetivo? ¿Para qué funciona? Toda su maquinaria tiene un único objetivo: el ocio como servicio público. Nunca ha sido un organismo al uso de la Administración General del Estado. Se puso en marcha con los ojos puestos en Europa, allá por 1985, cuando se soñaba con una red pública de teatros y compañías artísticas a la altura de Alemania. Quería llegar a todo el país con infraestructuras, montajes y conciertos de primera línea. Empezó muy fuerte, tanto que en apenas cinco años se rehabilitaron 51 teatros. Todo iba sobre ruedas cuando se autogestionaba y tenía una maquinaria sobrada de velocidad y fuelle.

En la década de los 80 y 90 la Orquesta Nacional de España hacía giras de un mes por Japón y en el Centro Dramático Nacional se montaban obras como 'Comedias bárbaras', con 43 actores y 64 cambios de escenografía en una producción que duraba cinco horas. Pero aquello no podía durar. El mastodonte no tardó en resentirse, cada vez más lastrado por la burocracia administrativa y laboral. Hace tiempo que se baraja la posibilidad de darle más autonomía y capacidad de maniobra, como sucede con el Museo del Prado o la Biblioteca Nacional. Una propuesta que no termina de salir adelante «porque se da un paso para adelante y dos para atrás, todos dejan el trabajo a medio hacer», lamenta Luis Perera, portavoz de la Central Sindical Independiente y de Funcionarios (CSIF).

El INAEM, que ha declinado hablar con EL CORREO, engloba trece centros de producción artística y de gestión, cinco espacios de exhibición, así como ayudas y subvenciones, premios nacionales y... el Castillo-Palacio de Magalia. «El problema es global. No hay más que verlo: un monstruo que incluye tan to el Teatro de la Zarzuela como un Castillo-Palacio en Ávila. ¿Qué pinta el Castillo-Palacio? No tiene sentido. Es como un parador, con un claustro muy bonito, que en los últimos tiempos solo ha aprovechado el Ayuntamiento de Las Navas del Marqués», se queja Perera.

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No hay forma de atar en corto al mastodonte, más allá de medidas drásticas como la que impuso el Ministerio de Hacienda en 2014, que implica una fiscalización constante de los gastos y en ocasiones trae consigo el retraso en el pago a actores, músicos, bailarines, técnicos de refuerzo... Las demoras pueden llegar a ser de casi dos meses. «Hemos protestado, claro que sí. En su día se apeló a la Unión de Actores, pero no se consiguió nada», reconoce la directora de escena y actriz Marta Poveda, que no obstante guarda un recuerdo «maravilloso» de su paso por la Compañía Nacional de Teatro Clásico.

A la vera de Helena Pimenta, directora de la CNTC entre 2011 y 2019, vivió intensamente la experiencia de la cultura como servicio público. «También hago teatro en la empresa privada, pero los centros del INAEM son otra cosa. O debieran serlo. Tienes que hacer comunidad y educar, no pensar tanto en el ego y tu carrera. ¡Hay que saber poner freno al narcisismo!». En estas últimas semanas ha seguido de cerca la controversia en torno a Lluís Homar –sucesor de Pimenta en la CNTC– porque fue ella precisamente quien dio a conocer los pagos al artista catalán por un valor de 50.000 euros «que camuflaban una práctica alegal y nada ética».

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Alberto Ríos canta en el coro del Teatro de la Zarzuela y está muy feliz con los 12 nuevos fichajes. «Vamos a ser 52 cantantes. Una muy buena noticia, hacía falta reforzar la plantilla», subraya con alivio. Es vocal del Consejo Estatal de las Artes Escénicas y de la Música y se siente optimista: «De los cinco ministros que he conocido, Ernest Urtasun es el único que se reúne periódicamente con los representantes de los trabajadores junto con el Secretario de Estado. Se buscan soluciones». Eso sí, los precios asequibles y la naturaleza pública del INAEM son innegociables. «Menos mal que hace seis años no salió adelante la fusión del Teatro Real y el Teatro de la Zarzuela. ¡Habríamos perdido nuestra identidad! Las entradas en nuestros estrenos no superan los 50 euros, mientras que en el Real llegan a... ¡632 euros!».

A principios de julio, Poveda colgó en su cuenta de Twitter el desglose de todos los ingresos de Homar para que se supiera que se le retribuyó como ayudante de dirección lo que según la norma administrativa no se le podía remunerar como actor. Un subterfugio que, según fuentes cercanas al funcionamiento del INAEM, se aplica «a todos los niveles y de mil maneras. Lo importante es pagar por lo que se hace, da igual que el concepto sea distinto». La presunta incompatibilidad entre la interpretación y la labor de gestor es muy relativa: nunca se dejó de pagar a Nacho Duato por bailar en sus montajes –además de que cobraba por sus coreografías, vestuarios y escenografías– cuando estuvo al frente de la Compañía Nacional de Danza entre 1990 y 2010. El propio Joaquín de Luz, que no ha aceptado la renovación de su contrato por «la desidia» del ministerio y los recortes en el presupuesto, se acaba de despedir como director de esa misma compañía haciendo piruetas como coprotagonista de 'Suite Sinatra'.

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800 horas extraordinarias

¿Cuál es el problema entonces con Lluís Homar? ¿La cantidad de actuaciones? ¿Llegar a cobrar 50.000 euros fuera de su salario fijo de 74.655 euros? Lo cierto es que la nueva ejecutiva del INAEM –que se ha desentendido de los acuerdos de Homar con la anterior directora, la bilbaína Amaya de Miguel, que dimitió en 2022– ya le

rohibió actuar en abril, cuando todavía pensaba renovarle el contrato. Pero el tuit de Poveda y su repercusión (sobre todo una entrevista en la que Homar reconocía abiertamente las componendas con el INAEM) precipitó los hechos: no solo se suspendieron los pagos por sus actuaciones, sino que se pactó su salida de la CNTC.

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«Yo no entiendo nada. Si lo de Homar fue ilegal, lo propio es acudir a Magistratura o Inspección de Trabajo. Y si se hizo, es porque se puede. Estamos intervenidos por Hacienda y todo lo que se paga está pactado con el INAEM», recalca un maquinista de teatro que conoce bien el mundo del espectáculo. Tiene más de 30 años de antigüedad y una plaza fija por la que cobra «1.600 euros limpios» con los complementos congelados. En la empresa privada ganaría «mucho más» pero la estabilidad le compensa. Intenta ser pragmático y no se deja llevar por la nostalgia. «Es lo que hay. El personal técnico se ha reducido un 40% y no volverán los años dorados, cuando se hacían 800 horas extraordinarias al año por la cantidad de giras que se organizaban».

Desde 2014 no se permiten más de 60 horas extras al año. Esa limitación puso en pie de guerra al sector, desde los tramoyistas a los bailarines, pasando por peluqueras y utileros. No se relajaron hasta que llegaron las Mejoras Retributivas Unilaterales (MRU), con las que teóricamente se premia la productividad pero en la práctica también retribuye las horas extras. Se gestionan a puerta cerrada entre los directores y los trabajadores, con el tope de 6.000 euros al año. Un apaño que confirma la costumbre de solucionar los problemas sobre la marcha, con una interpretación muy amplia de las normas.

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Muchas veces se llega al absurdo. El INAEM cuenta con una escuela de formación (Centro de Tecnología del Espectáculo) incapaz de ofrecer un título homologado de maquinista, porque se exige la formación de FP de Artista Fallero. Conclusión: hay profesionales que encadenaban contratos temporales y no han podido retomar su trabajo. «Es una imposición del Plan Bolonia. Se armó mucho follón y fuimos a la huelga hace tres años. ¡Hay tantas incoherencias! La ilusión se mantiene por amor al arte, pero vamos a menos», lamenta un operario. Los cachés de los escenógrafos han caído en picado y se recicla más que antes.

«Cada gremio es un mundo. En nuestro caso el problema más acuciante se centra en las plazas vacantes –somos 111, en lugar de los 120 del pasado– y la situación envenena el ambiente. Son nueve plazas que marcan la diferencia. Si quieres jugar en primera, necesitas esa plantilla», advierte Pablo Múzquiz, contrabajista de la Orquesta Nacional (ONE). Lejos queda la época en que Jesús López Cobos llevaba la batuta y compartía mesa y mantel con la Reina Sofía. «Hay que competir con Berlín y París», decía el maestro zamorano cuando cenaba con la monarca después de los conciertos. Ahora la situación es otra. Pide a gritos una reforma en el INAEM.

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