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Roald Dahl escribió en 1964 'Charlie y la fábrica de chocolate' a partir de sus recuerdos infantiles: de niño, estudió en un colegio cercano a la factoría de Cadburys, que enviaba sus dulces a los alumnos para que actuaran como conejillos de indias. El escritor ... inglés imaginó una fábrica de la que nunca salen ni entran operarios, regida por el misterioso Willy Wonka, «un hombrecillo extraordinario, sagaz, agudo y lleno de vida», vestido con frac de terciopelo color ciruela, guantes gris perla y bastón con mango de oro.
Daniel Diges (Alcalá de Henares, 1981) hereda en los escenarios un papel que en el cine han encarnado Gene Wilder ('Un mundo de fantasía', 1971), Johnny Depp ('Charlie y la fábrica de chocolate', 2005) y Timothée Chalamet ('Wonka', 2023). El actor y cantante todavía no ha visto la última versión, estrenada en los cines el pasado miércoles, pero reconoce que en su composición del personaje en un espectáculo que nació hace una década en el West End londinense combina «la naturalidad» (y los rizos) de Wilder con la «estrambótica energía y las miradas» de Depp. «También en ciertos momentos me pregunto cómo lo haría Jim Carrey».
'Charlie y la fábrica de chocolate' se representará en el Arriaga del 28 al 30 de diciembre con la vitola de ser el musical de estas navidades en Bilbao (dos funciones por día, entradas de 22 a 59 euros). Cinco tráilers, 27 actores en escena y 30 técnicos recrean el universo de los Oompa-Loompas, con Daniel Diges como gran maestro de ceremonias. Lejos quedan ya los tiempos de 'Nada es para siempre' e incluso su participación en Eurovisión en 2010 con el tema 'Algo pequeñito'. Diges es hoy un solicitado actor de musicales –'We Will Rock You', 'Los miserables', 'Mamma Mia', 'Hoy no me puedo levantar'–, al que su carrera discográfica con cuatro álbumes acabó cansando. «Me causaba mucho estrés tener que ser número uno para sacar el siguiente disco», reconoce. «Quizá no llene estadios como Bisbal, pero soy feliz».
–Willy Wonka es un personaje macabro, mata niños y sin embargo nos cae simpático.
–Hay gente así en la vida. Recuerdo a un portero que teníamos: era un borde, pero le queríamos mucho. O ese taxista malencarado que te suelta tres chistes. Willy Wonka no actúa desde la maldad, sino desde el amor. Es un personaje muy agradecido.
–Roald Dahl hoy aparece como políticamente incorrecto.
–Sí. Willy Wonka es un personaje muy polémico, no tiene pelos en la lengua. Dahl critica el tipo de educación que damos a nuestros hijos. Charlie, el niño más humilde, es el mejor educado y el más sano. No pide nada, entra a la fábrica con su billete dorado a disfrutar, no a ganar. Se consiguen más cosas viviendo el momento que yendo a ganar de manera insana.
–Un actor de musicales debe actuar, bailar y cantar. Los actores americanos siempre lo han hecho muy bien, pero los españoles no tenían esa formación.
–Aquí es difícil encontrar un actor que haga las tres cosas, pero cada vez la gente está más preparada. Cuando empecé quería ser como un actor americano, me preparé en todas las facetas. He hecho 'Los miserables' en Brasil y México, y allí me decían que España es uno de los lugares del mundo donde los artistas estamos mejor preparados.
–Usted aspiraba a ser actor y se cruzó Eurovisión en su camino.
–Yo quería ser actor, sí, ser cantante me llegó por casualidad. Vi que a la gente le gustaba cómo cantaba y descubrí que podía transmitir por la voz cosas que no podía hacer actuando. Un artista busca transmitir, y los musicales me permiten hacerlo, son mi lugar.
–¿Cómo contempla hoy Eurovisión?
–Me parece divertido y emocionante. No soy muy de ver la tele, me entero al final, porque todos los años me llaman para hablar de Eurovisión. Hoy no sé si iría, porque ya lo pasé.
–¿Cómo se llevan dos funciones diarias de un musical de dos horas y media?
–Es muy exigente, acabas reventado. Física y anímicamente, es como si te hubieran dado una paliza. Al menos esta obra es más corta que 'Los miserables', donde estás a tope las tres horas.
–¿Es un poco Willy Wonka con sus hijos, de 15 y 8 años?
–Soy muy amigo de mis hijos, hago mucho el tonto con ellos y me divierto. Ellos utilizan mi humor. En el momento de regañar tienen que saber que eres su padre, pero ser amigo de ellos es importante para que te cuenten cosas. Eso sí, cuando vienen con chorradas, no les hago caso.
–Siempre ha hablado con naturalidad de su hijo pequeño, Eliot, que es autista.
–Es un niño con muchísimo sentido del humor, gasta bromas, lo que es muy raro en un autista. A veces viene y nos cuenta que los otros niños le han dicho que es especial y no quieren jugar con él. Hay que sentarse y hablar. Siempre digo que es un niño cristal, un niño ángel que me ha bajado Dios del cielo. Un regalo. Nos da unas lecciones de vida impresionantes, porque su mente es diferente a la nuestra. El mayor, Galileo, es muy bonachón. Estoy enamorado de mis hijos.
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