José Sacristán, en el Teatro Arriaga, donde compartirá escenario desde este jueves con Ana Marzoa en 'La colección'. Jordi Alemany

«El cine me exige una cantidad de tiempo del que ya no dispongo, me quedo con el teatro»

El icónico actor diserta sobre legados y herencias en 'La Colección', que llega este jueves al Arriaga

Jueves, 16 de enero 2025, 00:39

A sus envidiables 87 años, José Sacristán no se baja de los escenarios y regresa estos días al Teatro Arriaga con 'La colección', de Juan Mayorga, con funciones desde hoy hasta el domingo. «Seguiré en activo mientras la naturaleza me siga contratando», bromea el incombustible ... actor de prodigiosa voz, que ya anuncia para octubre otra obra:un mónologo de su puño y letra sobre la vida de Fernando Fernán Gómez en el interpretará a 14 personajes diferentes.

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– Después de estos últimos años girando con Delibes, ¿por qué ha elegido este texto de Juan Mayorga como siguiente paso?

– Me pareció que saltar de Delibes a Mayorga era un ejercicio muy interesante por las diferencias que hay. No voy ahora a ponerme a analizar quién era Delibes y quién es Mayorga, pero el texto de Juan me permitía poder investigar, seguir curioseando y descubriendo al personaje.

– ¿Y cómo ha sido trabajar por primera vez con Ana Marzoa?

– Pues una gozada por la complicidad y por los partidos de tenis que hacemos, ella me tira la pelota y yo se la devuelvo. Es un gran disfrute que, más allá de la calidad o del talento, emitamos en la misma longitud de onda y que todo tenga el pálpito de algo vivo, de algo fresco.

– Parece que en el teatro, al contrario que en el cine, se valora la veteranía de los actores.

– Tengo que decir que no me han dejado de llamar para el cine y la televisión, lo que ocurre es que los madrugones, el rodaje de noche o el repetir una toma son cuestiones que llevan mucho tiempo. Es decir, el cine me exige una cantidad de tiempo del que yo ya no dispongo, no quiero repetir 14 veces una frase como 'la tortilla de patatas no me gusta'. Entonces, en el teatro tengo ahora la posibilidad de elegir lo que quiero hacer y todo es más manejable. Tengo ofertas para teatro, cine y televisión. Pero no, ya prefiero el teatro. Me quedo con el teatro.

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– Prepara para otoño un monólogo de su puño y letra sobre la vida de Fernando Fernán Gómez. ¿En qué va a consistir?

– Es una adaptación que hice de la primera parte de sus memorias en sobre la que hicimos una lectura dramatizada el año en que se cumplió el centenario de su nacimiento. Va a ser una readaptación en la que yo hago todos los personajes y en la que contaré la infancia, adolescencia y juventud de Fernando. Hay muchas cosas que la gente no conoce: su madre, su abuela, el entorno, los colegios, las pensiones… Toda esa mirada de Fernando que va más allá de lo estrictamente profesional. Para esta obra se impone lo personal de mi amistad y mi cariño hacia Fernando. Es un homenaje.

– Volviendo a 'La colección', es un texto sobre una herencia. ¿Cuál va a ser la que usted deje en el teatro español?

– No pienso en mi legado. Tengo una anécdota a este respecto que me gusta mucho repetir. Cuando hacía 'Señora de rojo...' en Tarifa, estaba dando una vuelta después y dos muchachos de 30 y tantos años me miraban, hasta que uno me reconoció y se acercó muy feliz a decirme: 'Claro, usted es el que hacía de reír en las películas antiguas'. Y dije, pues ya tengo epitafio. Cuando pienso en la trascendencia, en el mensaje... ¡qué coño! Yo era el que hacía 'de reír' en las películas antiguas. Y de puta madre. Es más que suficiente.

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– Y usted, ¿qué legado ha recibido? ¿Qué compañeros le han marcado más?

– Por resumir en uno, Fernando Fernán Gómez. Pero vamos, de todos, compañeros y compañeras, he aprendido. Yo no tengo ninguna escuela ni nada, he aprendido mirando y escuchando a los que me gustaban. Con todo el mundo he tenido y sigo teniendo una relación de cordialidad, porque, joder, es que me gusta mucho mi trabajo y lo que quiero es pasarlo bien.

– ¿En qué punto vital está el teatro en España?

– No tengo suficientes datos…

– ¿Y sensaciones?

– Hombre, yo sería un miserable si me quejarse, elijo lo que quiero hacer y cuento con la fidelidad de un número de personas que siguen mi trabajo. No puedo sino dar las gracias y celebrarlo.

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– ¿Ha perdido trascendencia el teatro en la sociedad?

– Es que nunca ha tenido mucha, ni el teatro ni la cultura en general. No es un elemento de consumo masivo, ya me gustaría que lo fuera. Pero, vamos, que yo sería un cabrón si de pronto dijera que todo se va a la mierda. Siempre nos gustaría que la gente leyera más o fuera más al teatro o al cine, pero la realidad es que también pasan otras cosas, que qué duda cabe que son más jodidas. Como que el energúmeno de Trump vuelva a ser presidente dentro de unos días, que haya 50.000 muertos en Gaza o que Putin arrase Ucrania. Y a ver ahora qué pasa en Siria…

– ¿El mundo va a peor?

– No, eso no, a peor no. Pero sí que hay una evidente incertidumbre en cuanto al advenimiento por parte de los pueblos de una afección a la extrema derecha. Hay que tener en cuenta que es la voluntad del pueblo la que ha elegido a Trump, o a la ultraderecha en Austria. Y lo mismo aquí con Vox. ¿Qué está pasando? Y, por otro lado, ¿qué pasa con la izquierda? ¿Dónde está la izquierda? Ahora, quiero pensar que habrá un punto en el que esto se revierta, vamos a ver qué pasa.

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– Se cumple este año medio siglo sin Franco. ¿Dónde estaba usted aquel noviembre del 75?

– Rodando una película que se llamaba 'Las largas vacaciones del 36'. Manda cojones. Me acuerdo de que Ismael Merlo gritaba 'se ha muerto este hijo de puta'. Y le dije: 'Ismael, que se acaba de morir hace un rato, que nada ha cambiado'. Pero bueno, bien muerto estaba. Y estas celebraciones, no sé yo, no sé yo…

– No le convencen demasiado estos actos institucionales.

– Yo soy el primero en celebrar que se haya muerto. Pero han pasado 50 años ya. Pero, en fin, no voy a señalar demasiado porque me jode dar la razón a quien no quiero que la tenga. Hubo que luchar mucho y se trabajó y pasaron otras cosas. Hoy en día, la relación de fuerzas en la que estamos no vislumbra una unanimidad en cuanto a un proyecto de vida común en este país. No lo hay, porque si hay que negociar con Puigdemont, un impresentable de mucho cuidado, apaga y vámonos. Pero, en fin, no hablemos más de estas cosas.

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– Hablemos de temas más amables. ¿Va a quedar estos días con su amigo Pedro Olea?

– Sí, sí, ya he hablado con él y el viernes vendrá a ver la función y cenaremos juntos. Perico es maravilloso.

– ¿Qué acostumbra a hacer cuando visita Bilbao?

– Hay un sitio especial para mí. En lo que tarde en dejar la maleta, me voy a la Alhóndiga. Cuando me preguntan por qué, digo que allí me siento protegido. Hay sitios en los que uno se siente protegido, mientras esté ahí dentro, a mí no me pasará nada.

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