Álex Rigola (Barcelona, 1969) fue un niño curioso que vio en la tele el funeral de Franco «sin entender nada». En casa le habían hablado «de la maldad de ese personaje», pero entonces «¿por qué había tanta gente llorando?». El 23-F le pilló haciendo ... los deberes con un amigo mientras su madre, «nerviosa», estaba pegada a la radio. Aquellas horas que cada español vivió a su manera «porque la gente no salió a la calle, ni a las universidades ni a las plazas» encierran «una lección de Historia» que quiere llevar al teatro desde que leyó 'Anatomía de un instante', de Javier Cercas.
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Lo ha hecho ahora y no solo por el 40 aniversario del fallido golpe de Estado, sino «en contraposición al momento actual donde la idea de pacto parece tan difícil. La Transición es un ejemplo de renuncia por todas las partes, absolutamente por todas», reflexiona. La novela de no ficción de Cercas, con sus 480 páginas, «sus 10.000 detalles», sus flashbacks y su ingente documentación, destila su esencia en 75 minutos de teatro que se verán este fin de semana en el Arriaga (viernes a las 19.30 horas y sábado a las 19.00).
Se trata de un montaje «muy narrativo» con cuatro actores de diferentes generaciones –Eudald Font, Xavi Sáez, Pep Cruz y Roser Vilajosana– que ejercen de «juglares» y asumen distintos roles ante fotografías en blanco y negro a gran formato. De todo lo que se dice hay constancia documental. «Es como una conferencia que por momentos parece una película de espías, bélica, periodística y una historia de fraternidad», explica el director. «Entre Suárez y Carrillo, dos personas en las antípodas que habían estado en estructuras que asesinaban a gente, se creó algo más que un lenguaje común». Ellos dos y Gutiérrez Mellado, los únicos que permanecieron en sus escaños cuando Tejero entró a tiros en el hemiciclo, son los protagonistas de ese instante que disecciona el libro de Cercas.
La obra les da voz a través de diálogos y también profundiza en el papel del Rey huyendo de «leyendas urbanas. «No hace falta entrar en lo que no se sabe porque lo que se sabe ya es suficientemente interesante», destaca Rigola. «El Rey no quería el golpe de Estado pero hizo cosas que no tenía que hacer que crearon el caldo de cultivo», afirma. Recuerda su mensaje de Navidad de 1980 «en el que fue durísimo con Suárez, prácticamente le dio el finiquito y no tardó ni un mes en dimitir. Escuchar ahora sus palabras sobre que la estructura de poder no está para beneficio propio sino para dar servicio a la sociedad, sabiendo todo lo que ha hecho, da que pensar».
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Como ocurre siempre en el teatro de Rigola, la obra mira a nuestro presente al mostrar la fragilidad de la democracia en 1981, «un escenario en el que nadie sabía moverse». Con un ambiente «de película de suspense» por la forma de contar, «manteniendo la poética de las palabras del autor», remueve al espectador «y provoca sensaciones» que nos invitan a mirar con perspectiva. Se ha dicho que es como una clase de Historia para milenials, pero el director no está de acuerdo. «Es para todas las generaciones, porque somos muy olvidadizos. Es bueno repasar y redescubrir hechos que no se han contado y siempre hay paralelismos con la actualidad»,
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