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Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades

Marjane Satrapi: «Solo hay una raza: la humana»

La autora iraní Marjane Satrapi dedica el premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades al rapero condenado a muerte Toomaj Salehi

M. F. Antuña

Gijón

Martes, 30 de abril 2024, 20:53

Batman fue su referente. Era una cría y se miraba en ese personaje oscuro. Quizá porque era el superhéroe un justiciero y ella siempre busca la justicia. Y en su país, en Irán, no la hay, y si el cómic, el cine y contar historias ... es su vida, su tierra es su batalla. Por eso, al agradecer la concesión del premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades, Marjane Satrapi tuvo presente al rapero condenado a muerte Toomaj Salehi. «Él es la voz de Irán, de todos sus pueblos y clases sociales, si se le quiere ejecutar a él se quiere ejecutar a toda la juventud», dijo. Incluso aprovechó su encuentro con la prensa española para pegar un fuerte tirón de orejas a Josep Borrell, por no pelear desde Europa contra el régimen de los ayatolás.

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«Una voz esencial para la defensa de los derechos humanos y la libertad». Así lo reconoció el jurado que ayer en Oviedo le otorgó el premio por ser «un símbolo del compromiso cívico liderado por las mujeres. Por su audacia y producción artística, está considerada una de las personas más influyentes en el diálogo entre culturas y generaciones», destaca el fallo, que pone de relieve el talento de Marjane Satrapi, de 54 años, para reinventar las relaciones entre arte y comunicación, como en 'Persépolis' (2000), considerada una de las mejores novelas gráficas jamás publicada, «en la que plasma ejemplarmente la búsqueda de un mundo más justo e integrador».

«Satrapi es una voz esencial para la defensa de los derechos humanos y la libertad», destaca el fallo del jurado

Historietista, pintora y cineasta es, por encima de todo, una luchadora por la libertad en Irán, país en el que nació en 1969, diez años antes de que llegara la mal llamada revolución islámica que puso a los ayatolás en el poder y relegó a las mujeres. Se formó en los ochenta en Austria y regresó a Teherán para graduarse en Bellas Artes en 1994, antes de mudarse a Francia, donde hoy vive convertida en un icono internacional del cómic gracias a 'Persépolis', su obra culmen, con cuyo primer volumen obtuvo el premio al mejor autor revelación del Festival de Angulema y en 2001, con el segundo, el galardón al mejor guion en el mismo certamen. Los tomos tercero y cuarto alcanzaron una popularidad aún mayor y entonces llegó su consagración. En 2007 se alió con Vincent Paronnaud para convertir el cómic en película de animación, que fue premio de la crítica en el Festival de Cannes en 2007 y se llevó el César al mejor guion adaptado en 2008, además de ser nominada a mejor película de animación en los Oscar de 2008.

Recordaba ayer Satrapi que cuando la escribió la situación era mejor que la actual en Irán y no tiene claro si esa novela gráfica ha servido para algo. «Nunca sé el impacto que tiene una obra; si lo que hago ayuda, fantástico, pero en mi país cada día se mata y se detiene a jóvenes. De modo que despertar, sí, pero el impacto real lo tendrá el día que se reconozca este estado como terrorista», asegura la creadora, que denuncia que Irán está detrás de cinco guerras.

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«Yo hago mi trabajo artístico y está bien que me feliciten, pero si al final no hay acciones...». Esos puntos suspensivos son reveladores de que el foco está puesto pero, más que aplausos, ella quiere reacciones, soluciones. «Espero que esto arroje luz, a menudo pienso que convenzo a gente que ya está convencida», dijo con cierto desaliento.

Lucha por la igualdad

Tras 'Persépolis', llegaron 'Broderies' (2003) (Bordados, 2004) y 'Poulet aux prunes' (2004) (Pollo con ciruelas, 2005), que también fue adaptada al cine en 2011, . En 2023 coordinó el libro 'Femme, vie, liberté' (Mujer, vida, libertad) que ilustra las revueltas acaecidas en Irán a partir del asesinato, en 2022, de Mahsa Amini a manos de la llamada 'policía de la moral'.

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Es la suya una lucha por la igualdad que debe apelar de la misma manera a hombres y mujeres sin separarlos. «Son miles de años de cultura patriarcal que hay que combatir porque va en contra de la libertad», afirma, quien sostiene que queda mucho estereotipo: «En la sociedad de hoy seguimos hablando de la belleza, la dulzura de la mujer y no digo que haya que ser fea y antipática, pero me parece que por delante han de estar inteligencia, compasión, empatía... Y sí, si mi obra ha colaborado a que las mujeres se sientan más libres, me alegro». Lo que necesitan las niñas, a su juicio, son modelos y la educación es la vía.

No hay diferencias entre fanatismos religiosos para ella. Da igual judíos, cristianos que musulmanes. «La religión impide a la gente hablar y reflexionar, pretende dar respuestas en lugar de preguntas y por lo tanto no permite a la gente reflexionar». La paz está en el pensamiento; el fanatismo es emoción. Esa es la cuestión. Y no hay diferencias geográficas que marquen el bien y el mal: «Solo hay una raza: la humana». Apela al entendimiento sin tregua y no puede desligar la emoción cuando vuelve a hablar de su país: «El Irán del mañana es el Irán de las mujeres», concluyó.

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