«El sistema económico actual se encamina hacia el colapso»

Zigor Aldama

Lunes, 1 de julio 2024, 01:02 | Actualizado 01:36h.

Comenta

Todo nos parece caro. Es más, debido a la espiral inflacionista en la que estamos inmersos desde el fin de la pandemia, todo nos parece cada vez más caro. Sin embargo, Partha Dasgupta cree que todo es demasiado barato todavía. Porque el precio de lo que producimos y consumimos no tiene en cuenta el impacto que su fabricación tiene en el medio ambiente. Y eso nos lleva a vivir en un sistema económico totalmente insostenible.

Partha es físico y matemático, pero también doctor en Economía. Nació en la India británica, en lo que hoy es Bangladés, y a sus 82 años no ha abandonado por completo la docencia en la Universidad de Cambridge. Su particular visión de «la interacción entre la vida económica y el entorno natural, incluida la biodiversidad», le ha valido el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Economía, Finanzas y Gestión de Empresas.

El hecho de que el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente otorgase a Dasgupta el título de Campeón de la Tierra ya demuestra que su discurso económico está más alineado con las necesidades de nuestro planeta que con el de las empresas. Y no lo oculta. «Cuando se leen las previsiones económicas, se habla de inversión en fábricas, tasas de empleo, crecimiento del PIB. Nunca mencionan lo que les está pasando a los ecosistemas», afirmó tras la presentación de su informe, 'La economía de la biodiversidad', en el que desarrolla una visión poco optimista sobre el camino por el que transita nuestro sistema económico.

- Medimos el éxito por el crecimiento del producto interior bruto. ¿Es esto sostenible?

- No. Porque es una medida que no tiene en cuenta la depreciación del capital. En este caso, del capital natural. Eso hace que los países estén incentivados a crecer en un proceso autodestructivo. ¿Está familiarizado con el dilema del prisionero?

- No.

- Es un problema de la teoría de juegos, muy antiguo, que presenta a dos personas acusadas de un delito ante un dilema: si colaboran y deciden no delatarse, lograrán la menor pena posible; si se delatan, pensando que eso les dejará inmediatamente en libertad, los dos acabarán peor. Desafortunadamente, solemos decantarnos por esa última opción por egoísmo. Y lo mismo sucede en la economía. Todos buscamos el crecimiento económico, destruyendo en ese proceso el capital natural y dejándonos en conjunto en una situación peor. Por eso, el sistema económico actual se encamina al colapso.

- ¿Apuesta entonces por el decrecimiento?

- Tampoco. Nadie aceptaría que un gobierno dijese «vamos a decrecer». Lo que debemos hacer es calcular el coste real de las cosas de acuerdo al impacto medioambiental que tiene.

- Eso supondría encarecerlo todo considerablemente. ¿Cree que la población lo aceptaría?

- Nadie quiere pagar. Y menos por algo que antes era gratis. Pero debemos concienciarnos de que estamos pagando por las cosas mucho menos de lo que cuestan. La gente tiene una vida de ricos porque no pagan el precio real. Es como robar al planeta.

- ¿Robar al planeta?

- Le voy a poner un simil con un supermercado en el que la gente se lleva productos por valor de cien dólares pero paga 40 porque los cajeros hacen la vista gorda. Los clientes están contentos y viven en una abundancia material, pero ¿qué le va a pasar al supermercado a largo plazo? Pues que acabará en bancarrota. Lo mismo nos pasa con el PIB. La gente mira a China y dice, «qué bien les va». No ven que ese milagro económico nos está hundiendo. Lógicamente, ningún país va a apostar, unilateralmente, por reducir el consumo. Por eso debemos hacerlo de forma colectiva.

- Estamos tratando de impulsar un modelo productivo alejado del CO2, pero en ese proceso aparecen elementos como las tierras raras o el litio que también tienen efectos nocivos.

- En efecto. Nos alejamos del CO2 pero invadimos la biodiversidad aún más. Por eso, la única fórmula es incluir esa minería en el precio. Para reducir nuestro poder de consumo.

- Eso haría que solo los ricos se puedan permitir un estilo de vida como el del ciudadano común actual.

- Cierto. El peso de este cambio caería de forma desproporcionada en los pobres. Por eso, necesitamos nuevos modelos de redistribución de la riqueza. Por ejemplo, eliminaría los subsidios para los combustibles en el sector agroalimentario y lo sustituiría por una ayuda fija que no estuviese relacionada con el consumo energético. Eso incentivaría utilizar menos diesel. Pero eso es una patata caliente para los políticos.

- Da la sensación de ser una visión algo utópica que choca directamente con el comportamiento social imperante, en el que estamos cada vez más acostumbrados a consumir productos baratos y desecharlos rápidamente. Estoy pensando en el 'fast fashion', por ejemplo.

- Es un buen ejemplo de todo lo que no se debería hacer, sí. De cómo desperdiciamos recursos. Porque, por ejemplo, la producción de algodón, que requiere mucha agua, es carísima. Si encarecemos la moda para que tenga esto en cuenta, ya no será tan rápida.

- Me imagino las calles en llamas si eso sucede. ¿Cómo pueden los políticos implementar estas medidas que propone?

- No es algo que se pueda hacer de repente, claro, porque tendríamos revueltas en todas partes. Pero hay que comenzar a educar al público en el valor real de lo que consumimos. Y hay que persuadir a los gobiernos para que pasen a la acción, porque tenemos una visión demasiado cortoplacista que nos puede llevar al desastre. Porque el ser humano no va a estar en la Tierra dos años. Y no podemos depreciar los activos naturales que vamos a dejar en herencia a las futuras generaciones. De una forma o de otra, el precio lo vamos a pagar.