![Seres de luz en la obra de Anabel Quincoces](https://s2.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202204/14/media/cortadas/sfumato-kfTB-U16016623771292IH-1248x770@El%20Correo.jpg)
![Seres de luz en la obra de Anabel Quincoces](https://s2.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202204/14/media/cortadas/sfumato-kfTB-U16016623771292IH-1248x770@El%20Correo.jpg)
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Cuarenta años han transcurrido desde el pasado mes de febrero que el pintor Juan Mieg alumbrara esos microespacios cromáticos pero grandes en su expansión que dan cobijo habitacional a los susurros y las introspecciones que conforman desde entonces su actual obra. Aquella exposición, origen y desarrollo de sus mundos futuros, tenía por título 'El sonido del agua dice lo que pienso'. Desde 1982 cuatro décadas planificando Mieg su trayectoria dentro de una coherente línea argumental mantenida y sobre todo enriquecida con un ritmo constante e insobornable. Pues bien; la misma o similar actitud de ese control responsable y serio sin desviaciones me parece encontrar en las actividades artísticas de la también vitoriana Anabel Quincoces.
Ya antes de terminar su último año de carrera universitaria, allá por 1991, pensaba Anabel en un presente que se proyectaría -con todas las dudas razonables- hacia un futuro todavía por labrar pero que ya estaba sin duda imaginado. O intuido. Solamente así se entiende que desde aquella juventud que son los albores mismos de su recorrido profesional encontremos de una manera tan permeable actitudes y elementos, retos y preocupaciones que continúa evocando en este 2022.
Desde entonces, data su interés por el agua, por el mundo acuático y el orden natural de sus cosas, por este elemento origen de vida y memoria del planeta. Manifestaba ya inclinación por el agua y su reino animal, a veces más orgánico, otras más minúsculo cuando no microscópico que irá atendiendo en sus múltiples transformaciones y evoluciones, en diferentes ámbitos y contextos. Persiste en ello con sus actuales registros.
Igualmente, las interacciones y los juegos de luces, así como la recreación, quizá mejor la creación y el diseño de espacios y nuevos ambientes ideados y personalizados a partir de otros preexistentes. Todo esto funcionaba ya, como decimos, en Anabel Quincoces. Preferentemente apoyándose en soportes fotográficos. Lo videográfico vendría después, con más medios y otros recursos. Y ahí se encontraba también, latente, esa seña de identidad que tanta visibilidad le ha reportado al reivindicar la técnica de vidrio soplado como modalidad artística más allá de lo artesanal. Con sus exploraciones y esas firmas que son modos de actuar marca de la casa. Y en esta onda sin parar, acumulando décadas de experiencia, llegamos hasta 'Hydra'.
A partir de una documentada investigación sobre la vida acuática de un diminuto invertebrado de agua dulce, con su leyenda mitológica y esos aires inmortales que cosecha, la hidra, en torno a ella articula Anabel un fascinante panorama objetual, audiovisual y sonoro. Para este último campo recurre nuevamente a la música y los sonidos subyugantes grabados por Jon Bellido, ahora también con David Sagastume. Toda una articulación poética muy concentrada en este espacio municipal que hay que saber ocupar y explotarlo. Para que el ojo viaje y perciba diferentes aprecios sensoriales a medida que nos movemos por él.
De este modo, se expanden esculturas de vidrio soplado y enormes proyecciones sobre las sobrias paredes, suelo y escaleras empinadas del antiguo Depósito de Aguas de la ciudad. Irradiando miradas, pensamientos, ambientaciones, influencias..., pero dejando respirar en todo momento. Sin atosigar ni apabullar. Que es fundamental en este paseo a otros mundos y submundos. Para que estas interactuaciones resulten más gratas, o sea más gratificantes. Estableciéndose así una fructífera relación espectador(a)/creadora en un ambiente de peripecias, de sugestiones oníricas, donde ocurren cosas porque las vemos y las sentimos, las experimentamos en primera persona. Como si estuviéramos inmersos en un observatorio histórico, en un laboratorio de ciencias naturales abierto, pues, a las expediciones científicas.
Qué mejor lugar para semejantes propuestas licuosas. Un recinto, que es maravilloso entorno, del que se apropia con soltura entre otras razones porque plantear propuestas y escenificar sobre él apenas tiene secretos para Anabel Quincoces. Aquí confrontó su dominio igualmente con otras intervenciones artísticas en 2018 y recordamos que también en marzo de 2005. Y estos vínculos entre autora y espacio se han ido reforzando y retroalimentando a lo largo del tiempo. Es la naturaleza de las cosas.
Propuestas que son reflexiones con las que esta vitoriana siempre sugerente con el vidrio halla belleza desde la sobriedad, sin barroquismos pero con vuelo y luminosidad. Despertando esos encantos que sabe transmitir en el despliegue de cada uno de sus trabajos. Que son sencillamente emocionantes y singulares. Como su trayectoria perfectamente individualizada en el ámbito artístico alavés. Lo que revela una parte más de su excelencia.
Ahora toca disfrutar de estas singularidades con el resultado de una obra multidisciplinar plena de percepciones con sus esculturas de vidrio y con sus instalaciones que son eso, juegos visuales hermanados de luz, espacio y arquitectura.
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