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A punto de cumplir 26 años, el 19 de octubre, el Guggenheim muestra la misma energía que en sus comienzos. Apostaron por seguir con las grandes exposiciones durante y después de la pandemia y les ha resultado el plan: han tenido su mejor verano en ... cuanto a número de visitantes y más de 900.000 en lo que va de año.
Mientras, el proyecto de Urdaibai sigue resolviendo problemas administrativos, sobre todo de la mano de la Diputación de Bizkaia, pero aún les falta «una estructura de financiación y el 'sí' del patronato», argumenta su director, Juan Ignacio Vidarte.
- Otra vez 'el mejor verano de la historia', según los datos de visitantes hasta el 31 de agosto. La verdad es que ya no produce ninguna sorpresa.
- Pues nosotros no lo esperábamos. El año pasado tuvimos como exposición de verano 'Motion', de Norman Foster, con un enorme atractivo popular. Es verdad que ahora exponemos la obra de Yayoi Kusama y que nos ha favorecido la recuperación del turismo, aunque nosotros también somos un factor que contribuye a que la gente se anime a salir de casa, y de su país. Es una tendencia que veníamos observando desde Semana Santa, con algunos meses que también han sido los mejores de la historia. Acabamos de salir de una pandemia. La situación fue durísima. Algunos decían que los museos nunca volverían a ser igual, que la gente no viajaría tanto. Es como si no nos acordáramos de todo aquello.
- No se han cumplido esos vaticinios.
- Decían que las exposiciones que generan cientos de miles de visitantes eran una idea del pasado y que había que volver a centrar la atención hacia las colecciones propias y el público local. Siempre discrepé de ese planteamiento. Durante la pandemia, hicimos un esfuerzo muy importante de contención del gasto para conseguir acabar esos años sin déficit. Y a la vez apostamos por mantener una programación ambiciosa, tan ambiciosa como la de la prepandemia. Esto ha sido fundamental para que el museo se mantenga en la cabeza de la gente. Hemos superado ya los 900.000 visitantes este año, un 15% más que el pasado, que fue estupendo. Podríamos incluso abrir una hora más en periodos de gran afluencia, por ejemplo hasta las nueve de la noche. Pero es complicado y tienes que planificarlo como mínimo un año o un año y pico antes, sobre todo en la medida en que afecta al personal de seguridad y de limpieza.
- El récord del museo está cerca de los 1,4 millones de visitantes. ¿Cree que la capacidad del Guggenheim tiene un límite natural?
- El límite está en garantizar la calidad de la experiencia del visitante, lo que en días muy determinados te obliga a limitar el acceso al museo. Pero aún queda margen de crecimiento. Muchas personas aprovechan sus días libres o minivacaciones a lo largo del año para viajar. Es algo que tiene que ver con las nuevas formas de vida y de trabajo. La gente ya no viaja sólo en verano. Hemos visto que desde abril empieza a haber una entrada de personas que antes solo se daba a partir de julio. Es una tendencia que, en la medida de lo posible, intentamos favorecer.
- Han conseguido con creces todos los objetivos que se plantearon con la apertura en 1997: el impulso económico, la regeneración urbanística, la recuperación de la imagen de Bilbao...
- La vocación del museo es seguir ayudando en esos procesos de transformación, continuar como un elemento de proyección de imagen y de actividad económica en el entorno del museo. Y para eso es necesario que siga siendo una institución cultural de relevancia internacional. Eso exige que el museo tenga que estar continuamente en ese proceso de reinvención, porque las cosas cambian y los cambios son muy rápidos, muy profundos y hay que estar muy atento. Que hayamos tenido estas cifras extraordinarias este año no nos garantiza que las vayamos a tener el próximo.
- Una cosa que desde luego ha cambiado es el público y las normas. Antes no se podía sacar fotos, ahora mucha gente va con el móvil en la mano, lista para disparar.
- Antes se disparaba con flash, lo que podía perjudicar las obras, ahora ya no. Como todos los museos, nos dedicamos a coleccionar, a conservar la colección, a mostrarla. Pero también tenemos que cuidar al máximo la experiencia del visitante. Para muchos jóvenes, visitar el museo está ligada a la foto, a la posibilidad de subirla a las redes sociales. Lo podremos entender más o menos según la generación a la que pertenezcamos, pero esto es así. Si realmente queremos conectar con esos públicos, no vamos a imponerles un tipo de visita y prohibir la que ellos quieren hacer. Lo que no se puede consentir es que se acerquen demasiado a la obra y que la pongan en peligro.
- ¿No hay restricciones?
- Sí, claro. Los prestamistas de las obras y los artistas deciden si se pueden fotografiar sus piezas. Por ejemplo, a Jeff Koons (autor del 'Puppy') le parece bien, a otros no.
- Dijo la diputada general, Elixabete Etxanobe, que a partir de septiembre-octubre empezarían a descontaminar los terrenos de Gernika donde se ubicaría una parte del Guggenheim Urdaibai. ¿Sabe si han comenzado?
- No, no lo sé. Pero hay que poner las cosas en su contexto. La Diputación lleva tiempo haciendo un trabajo de desbroce administrativo que es fundamental para la posibilidad de que el museo se desarrolle. El proyecto está afectado por normativas de todas las administraciones: local, foral, autonómica y estatal. Por ejemplo, para conectar las dos partes, la de Gernika y la de Murueta, es fundamental mantener la servidumbre en los 20 metros, como está ahora, y eso ya se ha conseguido. Además, el patronato encargó que actualizaran los estudios de necesidades del centro a partir de los que se hicieron hace 15 años, lo que implicaba una actualización del presupuesto.
- Parten de un compromiso de 40 millones de la Diputación más otros 40 del Gobierno central para un proyecto de 128 millones.
- De los 40 del Estado, buena parte están destinados a la adecuación del entorno a través del Ministerio de Transición Ecológica, y puede que quede otra parte para la construcción.
- Falta el Gobierno vasco, que representa el 50% del accionariado del Guggenheim.
- Falta un consenso dentro del patronato. No lo centraría en el Gobierno vasco. Además, es muy entendible que cada institución tenga sus prioridades y su visión de las cosas.
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Iñaki Esteban
- Pero el 'sí' de Vitoria aportaría el empujón definitivo.
- Sí, sí, pero lo que quiero subrayar es que respeto su discreción. El patronato es el que tiene que tomar la decisión y de momento no le ha dado luz verde. Ha dicho que es un proyecto interesante y lo contempla en sus planes estratégicos desde hace 15 años. Nos ha instado a que lo mantengamos actualizado, vivo, pero falta la estructura de financiación necesaria para desarrollar el proyecto. Y sin ella no podemos ir mucho más allá. No podemos generar falsas expectativas.
- El proyecto está ya muy definido.
- Contaríamos con 12.000 metros cuadrados construidos para actividades artísticas, restauración, reuniones y congresos, 10.000 metros más en Gernika y unos 36.000 en Murueta en espacios exteriores, porque el punto central estaría en la conexión entre el arte y la naturaleza, y en los procesos de cocreación entre artistas, investigadores y ecólogos en torno a esos temas. El programa estaría muy ligado a residencias en las que pudieran desarrollar sus proyectos, que confluirían en un foro anual que se celebraría en Gernika.
- Una de las ideas clave es la sostenibilidad.
- Sí, la idea es que la ampliación del Guggenheim tenga una aportación neta positiva al medio ambiente. El punto de entrada estaría en Gernika y la conexión con Murueta se haría por medios sostenibles, como bicicletas eléctricas o lanzaderas, en principio en colaboración con el Gobierno vasco... Lo que me sorprenden son algunas críticas desde el ecologismo.
- ¿En qué sentido?
- Urdaibai es una reserva de la biosfera no un parque natural. Es decir, puede haber actividades económicas pero con restricciones, que hacen que sea una de las zonas de Euskadi más deprimidas económicamente, porque hay muchos condicionantes para establecerse ahí. En vez de una ruina industrial, unos terrenos contaminados y un astillero en funcionamiento, nosotros proponemos un museo sostenible. Yo tendría claro de qué lado posicionarme.
- ¿Harán un concurso de arquitectura?
- En vez de un concurso de arquitectura, se convocaría un concurso para equipos interdisciplinares con arquitectos, paisajistas, ecólogos y otros expertos.
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