Sabina de la Cruz sonríe mientras enseña su foto preferida de Blas de Otero: es un retrato de carné que ha ampliado ligeramente y que figura en lugar de honor en la edición de sus 'Obras completas'. Es también la imagen que ella lleva ... siempre consigo adonde quiera que vaya. «Este es Blas, es donde mejor está. A su madre no le gustaba porque decía que, como no lleva corbata, parecía un obrero». La mujer que fue su novia en el Bilbao de los sesenta y luego compartió en Madrid sus últimos once años de vida es quien sostiene la Fundación que lleva su nombre y ha recopilado y catalogado toda la documentación relativa al poeta. Es también, con sus 86 años desbordantes de lucidez y pasión, quien mantiene la memoria del hombre, más allá de su obra.
Publicidad
– ¿Dónde lo conoció?
– Fue en mi casa de Sestao, un día que llegó con un grupo de amigos míos, entre ellos el pintor Agustín Ibarrola, que acababa de llegar de París. Yo estaba estudiando en mi cuarto y mi madre fue a avisarme de que estaban en la salita.
– ¿Cuál fue su primera impresión?
– Al entrar me di cuenta de que había alguien a quien no conocía y que apenas hablaba. Ibarrola de dijo: «Siéntate, por si te desmayas. ¡Sabes a quién te hemos traído?» Al decir «Blas de Otero», quedé tan cortada que no me atrevía ni a mirarle. Había leído todos sus libros, recitado sus poemas, incluso traje clandestinamente de Francia su último volumen, «En castellano». Tenía un atractivo enorme, con sus ojos de mirada quieta y como ausente.
– Y se hicieron novios.
– Eso fue el verano siguiente. Nos encontramos en Covarrubias, entre familiares y amigos comunes. Los paseos junto al torreón de doña Urraca hicieron el resto. Pero en 1964, durante uno de esos enfados tan frecuentes en los novios, Blas fue invitado a ir a Cuba como jurado del premio Casa de las Américas. Un mes después de llegar, se casó en La Habana con Yolanda Pina, una cubana divorciada que tenía un niño de seis años de su matrimonio anterior.
Publicidad
– Fue un matrimonio veloz y poco duradero.
– Es que fue una relación complicada, como comprobó José Manuel Caballero Bonald, que coincidió allí con Blas. Se divorciaron tres años después de la boda, y así se reconoció en España por una sentencia del Tribunal Supremo.
– ¿Cuándo volvieron a encontrarse?
– Fue en mayo de 1968, cuando volvió a Madrid con el diagnóstico de un tumor canceroso que requería una intervención inmediata. Nos reencontramos por sorpresa, porque yo no sabía de su regreso, en un acto en la Universidad Complutense, donde yo hacía la especialidad de Filología. Nos dimos un abrazo de amigos y hablamos de nuestras vidas en esos tres años. Después, Celaya me contó que lo habían operado en Madrid y no en Bilbao, para evitar que su anciana madre se enterara. Y que los médicos no eran muy optimistas. Entonces empecé a hacerle compañía.
Publicidad
– ¿Lo necesitaba?
– Vivía solo, en un hotel, pero unos cuantos amigos y amigas se habían organizado para acompañarlo cuando tenía sesiones de radiación. Luego paseaban con él, le invitaban a comer en sus casas... Se desvivían por ayudarle. Me incorporé a ese grupo y empezamos a pasear juntos muchos días, hablando de poesía y recordando nuestro Bilbao. Así conseguimos que nunca se sintiera solo.
– ¿Y cuándo cambió la relación?
– ¿Cuándo aceptamos que era algo más? Fue durante el estado de excepción de enero de 1969. Cerraron la Universidad y entonces yo tenía más tiempo que los demás, que estaban casados y con hijos, para acompañarlo. También era un riesgo que viviera solo aquellos peligrosos días. En fin, todo eran disculpas que nos sirvieron para justificar lo que no podíamos ignorar. Un nuevo ingreso de Blas en la clínica terminó con el pudor tan bilbaíno en aquel entonces (ahora todo ha cambiado). Y ya no nos separamos. Tuvimos nuestra casa y todos respiraron con alivio.
Publicidad
– ¿Cómo era la vida cotidiana?
– Apacible y ordenada. Blas se levantaba tarde porque muchas veces escribía de noche. En cambio, a mí me gusta madrugar y elegía siempre las primeras clases. Él hacía la compra, porque le encantaba. Pero, como dice en un poema, no le apetecía fregar. De hecho, nunca le vi fregar ni un plato. Íbamos al cine y a pasear con nuestro perro, Blady, y Blas enseñaba a su canario, Irrintxi, a silbar la música de Falla. El resto del día, y a veces la noche, como le comentaba, leía y escribía poemas.
– ¿Y cuando llegaban las depresiones? ¿Qué sucedía entonces?
– Entonces, cambiaba todo. Blas sufrió depresiones cíclicas desde muy joven, pero había aprendido a sobrellevarlas. A veces él mismo iba a un sanatorio, estaba varios días, charlaba con otros pacientes jóvenes que encontraba, y regresaba a casa, con una medicación que controlaba el médico que le atendía, que era amigo. Pero la mayor parte de las crisis las superó en la cama. Se encerraba en la habitación, se tumbaba y no salía en días, ni para comer.
Publicidad
– ¿Qué hacía usted?
– Nada. Lo peor era tratar de apresurar las cosas. Me iba a la Facultad a dar mis clases y trataba de seguir la vida normal. Se trataba de dejarlo en paz y respetar su aislamiento. Y sobre todo no molestarte por su silencio ni asustarte si no comía. Porque a los tres o cuatro días, al volver a casa me encontraba con la señal de que la crisis había terminado: la mesa de la cocina cubierta de tarros de cristal vacíos. Eran de los yogures que le habían esperado en el frigorífico. Se han escrito tantas cosas equivocadas, incluso falsas, sobre cómo era Blas a propósito de su carácter...
– En algunas biografías en las que aparece como personaje secundario, por ejemplo la que Gerard Martin escribió de García Márquez, sale muy mal parado.
– Pero Martin no le conoció... Y su informante cuenta una historia falsa, de acuerdo con sus intereses, y no con la verdad. La prueba manuscrita de cuanto digo está depositada en los archivos de la Fundación y puede ser consultada por los investigadores. Mire le voy a contar lo que escribió en sus diarios un gran revolucionario del teatro, José María de Quinto, padre del presidente de Coca-Cola España, quien ha contado la amistad que hubo entre ambos.
Noticia Patrocinada
– ¿Cómo ha sabido el contenido de esos diarios?
– Al morir Blas, la esposa de De Quinto tuvo la gentileza de entregarme la parte del diario de su marido donde aparece Blas. Allí se cuentan sus conversaciones. Y se dice de él que era «una excelente persona» y un «gran poeta». Cuando comenta los ratos que pasaban juntos, dice: «Esos paseos son un descanso».
– En su infancia acudió a un colegio privado, tenía institutriz francesa, pasó por la Escuela taurina... rasgos típicos de un joven de la burguesía. ¿Qué quedaba de eso, algún rasgo, algún gusto especial, en su vida de adulto?
Publicidad
– Le gustaban mucho los toros, jugar a la pelota y al mus... Pero tenga en cuenta que aunque disfrutó de ese estilo de vida burgués su familia se arruinó y eso, en el Bilbao de aquel tiempo, cambiaba mucho las cosas. Su abuelo materno había presidido la Casa de Maternidad de Bilbao y los Otero eran navieros.
– ¿Hablaba mucho de su familia?
– La adoración de Blas era su abuela materna, que procedía de Orozko. De ahí también que considerara que ese pueblo era casi como el paraíso. Siempre recordaba que en su infancia había aprendido euskera gracias a la abuela. En cambio, con su madre apenas tenía nada que hablar, y ella no lo entendía. Cuando estaba en la cama con depresión, su madre llegaba a las ocho de la mañana a su cuarto y le decía que debía levantarse porque sus primos ya llevaban una hora en la oficina.
Publicidad
– De los muchos lugares en los que vivió y visitó (Bilbao, Madrid, Barcelona, París, la URSS, China, Cuba...) ¿en cuáles se sintió más a gusto?
– Tenía un amor muy grande por Castilla, pese a que solo realizó un viaje para conocer algunos pueblos. En su juventud había tenido una novia palentina... Creo que su amor por Castilla era una influencia machadiana. Y luego estaba su enorme amor por la tierra vasca, influido por su abuela. Pero se sentía pleno en todas partes.
– ¿Y la tarea creativa? ¿Le leía los poemas según los iba escribiendo?
– Era muy meticuloso al escribir y tenía un gran sentido del ritmo y un extraordinario manejo del léxico. Nunca quise leer lo que iba escribiendo hasta que él me lo leía. Sucedía siempre al final del día, cuando llegaba de la Universidad. Entonces me pedía que me sentara y leía lo que había escrito. Lo hacía a mano y luego corregía los versos.
Publicidad
– A partir de los sesenta, algunos cantautores ponen música a sus poemas. ¿Qué opinaba de ello?
– Le gustaba muchísimo la música, así que estaba encantado. Cuando entrabas en casa, lo primero que oías siempre era la música que tenía puesta. Se entendía muy bien con Paco Ibáñez, a quien quería como a un hijo. Siempre quiso conocer a los cantantes que interpretaban sus poemas.
– ¿Le generó alguna frustración que muchos conocieran sus versos e incluso se enteraran de su existencia por las canciones de otros?
– Ninguna. Nunca le importó que algunos pensaran que esas canciones eran de Paco, o de Serrat o Rosa León en vez de suyas. Sabía disfrutar también con eso.
– ¿Considera que se le ha hecho justicia?
– Creo que sí, a pesar de que le tocó vivir muchos años con un régimen político contrario a sus ideas y a que luego llegó el grupo de los «novísimos» cargando contra la generación anterior, que era la de Blas. Pero su obra está ahí y seguirá estándolo. Fue propuesto para el Nobel de Literatura el año que lo ganó Vicente Aleixandre...
– ¿Y qué espera del centenario en cuanto a la difusión de su obra?
– La obra es de una gran calidad. Al leer sus poemas te das cuenta de que es como si conociera el misterio de la palabra. En cuanto a la difusión, no sé qué decirle. El Gobierno vasco nos ha dado muy poco dinero para la Fundación y el resultado es que yo he donado todo lo que tengo de Blas pero ahora no hay un sitio donde meterlo.
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.