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El 24 de septiembre de 1960, C. J. von Houten e I. Van Houten-Groeneveld descubrieron un asteroide al que en 2012 la Unión Astronómica Internacional puso como nombre 'Achúcarro' en honor a este pianista bilbaíno que ha tocado en tantos lugares, tantas obras y ... con tantas orquestas que es difícil igualarlo. Pero le faltaba algo: hacer un concierto en el que ni siquiera en el momento de sentarse al piano sepa exactamente qué obras va a interpretar. Pues bien, lo hará este sábado en el palacio Euskalduna (18 horas, también lo emitirá ETB pero no en directo), en un concierto especialmente dirigido a los jóvenes, a quienes tratará de convencer de que la música clásica no es aburrida, sino una fuente inagotable de emociones. La función se titula 'Expedición Planeta Achúcarro' y, por supuesto, no es casual.
La idea de ese peculiar concierto partió de Andoni Aldekoa, director general del Euskalduna, y está vinculada a la celebración del 20 aniversario del complejo. El proyecto de Aldekoa se cruzó con el afán de Joaquín Achúcarro de hacer algo diferente a un concierto tradicional para acercar la música a un público joven que no suele acudir a un auditorio. El resultado se verá este sábado, pero ya desde antes de que suene la primera nota se habrán roto unas cuantas convenciones. La primera, que las localidades no están numeradas y eso permitirá que los espectadores más jóvenes se sienten en las filas delanteras. De esa manera podrán hablar con el pianista, que explicará cada pieza que toque. Al terminar, está previsto que quien lo desee pueda subir al escenario a fotografiarse con Achúcarro. ¿Y en medio? ¿Qué obras tocará?
«Ni siquiera yo lo sé», comenta el pianista en la penumbra de su salón. «Tengo algunas piezas más o menos claras, pero todo dependerá de cómo vaya el concierto, de las sensaciones que todos tengamos, de la reacción del público». Dicho con el lenguaje de la música de los setenta, lo que Achúcarro va a protagonizar será un 'happening', un concierto en el que, rompiendo también la norma, vestirá de calle, no habrá programa de mano y no se dividirá en dos partes. Las obras fluirán libremente pero es seguro que sonarán en algún momento -otra cosa es qué obra en concreto- sus compositores favoritos de siempre en un recorrido de casi tres siglos.
Ahí estará Bach, «que habla al Universo». Rachmaninov, «ese pianista que dialogaba con su instrumento con una profunda tristeza». Gershwin, despreciado en Europa en su tiempo, «pero que demostró que el jazz y la música americana eran patrimonio universal». Debussy, «que rompió los moldes del piano y la armonía». Falla, «que sublimó la música popular y tiene derecho a estar considerado entre los más grandes». Y Chopin, el compositor «que nos habla a cada uno de nosotros». Todos ellos son creadores de belleza, de una belleza distinta a la que desprenden otras músicas. Lo explica el propio Achúcarro: «El rock está ligado a explosiones; la música clásica, a emociones». Y lo que busca con este concierto es que niños, adolescentes y jóvenes descubran ese terreno delicado, íntimo, a veces gozoso y otras dolorosamente particular de las emociones.
Todo eso lo cuenta el pianista bilbaíno, que llegó el martes por la noche de Tokio después de dar cinco conciertos en Japón e impartir dos 'master classes'. En la capital nipona, pudo comprobar la eficacia de la organización del país. «Había un puesto de venta de discos en el vestíbulo, y al acabar el concierto mucha gente salió con rapidez. Estaba tan organizado que cuando les daban el álbum ya le habían quitado el envoltorio de celofán para que todo fuera más ágil en el momento de la firma», recuerda. Eso le permitió dedicar más de cien ejemplares de sus discos al acabar uno de los conciertos. En muchos casos, el CD que los aficionados querían que les dedicara era el último: su grabación con los 'Preludios' de Chopin, un álbum que destila elegancia y sentimiento y en el que está todo tan cuidado que incluso los intervalos entre pieza y pieza son diferentes según la naturaleza de la que termina y la que comienza.
Su paso por Bilbao será breve. El domingo, Achúcarro volará a Canarias para tocar el Concierto Nº 4 de Beethoven para a continuación tomar de nuevo el avión y encaminarse a Dallas para impartir sus clases en la Universidad. Relata todo el periplo con la voz ligeramente oscurecida por un resfriado: «No estoy para cantar», dice. Pero nadie duda de que el sábado se subirá al escenario porque otro de sus récords se refiere a la ausencia de cancelaciones a lo largo de su extensa carrera. Eso sin contar con la ayuda que siempre supone «ponerte tus zapatillas, sentarte en tu sofá y comer un trozo de merluza frita», comenta con una sonrisa. Quienes aún no lo conocen podrán descubrir el planeta Achúcarro en una expedición cargada de belleza.
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