Robin Green presentó en Bilbao 'La única chica', donde repasa su paso por 'Rolling Stone' y su trabajo de guionista. Maika Salguero

Robin Green: «Deberíamos dejar en paz a Woody Allen»

Robin Green fue la única chica en la revista 'Rolling Stone' antes de hacer historia en televisión con 'Los Soprano' y 'Doctor en Alaska'

Martes, 16 de abril 2024, 01:00

Robin Green (Rhode Island, EEUU, 1945) tenía a comienzos de los años 70 la profesión más 'cool' del mundo: reportera de 'Rolling Stone'. Era la única mujer en una redacción donde las drogas eran tan importantes como la máquina de escribir, que aporreaban mitos como ... Hunter S. Thompson, creador del periodismo 'gonzo', narrado siempre en primera persona y desde la subjetividad más desatada; Joe Sterzhas, que sería el guionista mejor pagado de Hollywood, autor de 'Instinto básico' y 'Showgirls'; y Jon Landau, manager de un tal Bruce Springsteen.

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Green había sido secretaria del mítico Stan Lee en Marvel, «un hombre dulce, un boy scout orgulloso de serlo», aunque por entonces los superhéroes eran cosa de críos y friquis y no la salvación de Hollywood. Un reportaje sobre la editorial de cómics le abrió las puertas de la revista que mejor retrató la contracultura y cuya influencia en la industria musical fue incomensurable. Después se pasó a escribir series y recibió tres Premios Emmy y dos Globos de Oro gracias a 'Doctor en Alaska' y 'Los Soprano'. 'La única chica' es el título de sus apasionantes memorias, publicadas en nuestro país por Liburuak, la editorial de la promotora Last Tour. Este lunes su autora charló sobre el libro en Bilbao en un encuentro organizado por Caostica, la Asociación Profesional de Guionistas de Euskal Herria y Zinemakumeak Gara.

«Ahora las revistas son mucho menos poderosas de lo que eran, internet lo cambió todo», admitía por la mañana en una entrevista con este diario. «Conozco hijos de padres muy educados literariamente que no leen. La información está tan disponible... Yo viajo con diez números del 'New Yorker'. Sus artículos tienen una profundidad que no encuentro en internet. Mis textos en 'Rolling Stone' tenían 10.000 palabras. Podrías hablar de algo de verdad, y como me pagaban por palabra...».

Robin Green durante su etapa de reportera en 'Rolling Stone'.

Robin Green nunca tuvo vocación de periodista, pero disfrutó de las estrellas cuando no había agentes de por medio. «Los actores empezaron a ser más reservados cuando se dieron cuenta de que los periodistas podíamos ser peligrosos. Ahora les entrevistas con su relaciones públicas al lado, ya no es una experiencia íntima». Su encuentro con un Dennis Hopper drogado y desagradable está incluido en la lista de los diez artículos que sacudieron Hollywood. «Yo nunca he ido con la pluma cargada de veneno, aunque siempre he sido irónica, eso sí», apunta. David Cassidy quería desembarazarse de su imagen como artista de pop adolescente para ser considerado un rockero de verdad, «pero me di cuenta de que tenía demonios mucho peores con los que lidiar, por ejemplo, su alcoholismo». El encargo de entrevistar a Robert Kennedy Jr. acabó con ambos en la cama. «Me empujó la curiosidad, estaba impactada por conocer a un Kennedy. No quise publicar el artículo porque la familia ya había sufrido suficiente. Me enorgullezco de haberlo hecho».

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La autora de 'La única chica' no tiene pudor a la hora de detallar aquel encuentro o de recordar cómo perdió la virginidad. «Quería contar qué significa ser una mujer que trata de encontrar su sexualidad en una época distinta», justifica. «Una terapeuta a la que fui consideraba promiscuo mi comportamiento, pero en los 60 no lo era. Algunas de las cosas que cuento me dan vergüenza, por supuesto. A mi marido no le gusta y ambos fuimos a terapia de pareja por ello». Y avisa: «No lo he contado todo, por eso trabajo en una segunda parte de mis memorias que serán peores, ja, ja».

Harvey Weinstein en albornoz

Robin Green ha sido muchas veces 'la única chica', pero jura que nunca ha tenido ningún jefe digno del MeToo. «No me gusta la narrativa del victimismo, no creo que sea la perspectiva adecuada para abordar este problema. Tienes que ser lista y protegerte, no ponerte en una situación de peligro. Entiendo que hay un problema si vas a conseguir un trabajo con Harvey Weinstein en albornoz en el cuarto de baño de una suite. No me gusta culpar a las víctimas, pero yo mantendría otra actitud. No tengo hijas, pero les diría lo mismo que mis padres me dijeron a mí», argumenta.

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Robin Green con el Emmy por 'Los Soprano' junto a Mitchell Burgess, su actual esposo, y el creador de la serie David Chase.

En cuanto a la cultura de la cancelación, la periodista la encuentra «odiosa». «Algunos han recibido lo que merecían, como Weinstein o Bill Cosby, porque hay evidencias claras», ejemplifica. «Pero en algunos casos se ha ido muy lejos, como Woody Allen. Conocí a Mia Farrow cuando vino a una entrevista para hacer un pequeño papel en 'Los Soprano' en los estudios en Queens donde rodábamos. David Chase (creador de la serie) me pidió que estuviera en aquel encuentro, porque no quería quedarse a solas con ella. Farrow está loca. No me miró ni un segundo, solo a David. La llevé después hasta la salida. Hacía fotos de todo con su cámara. No me gustó, porque se creía el centro del universo. Creo que deberíamos dejar en paz a Woody Allen».

Mucho antes de 'El padrino', Robin Green ya estaba fascinada con su abuelo mafioso, un emigrante ruso judío que acabó de gángster durante la 'ley seca'. «Repartía el alcohol los domingos y llevaba en el coche a mi madre de niña para disimular, como si estuviera de paseo con su familia. Fue algo que usamos en 'Los Soprano'». ¿Por qué nos fascinaba un tipo tan despreciable como Tony Soprano? «Ese es el meollo de la serie. Te gusta esa persona y te das cuenta de lo que hace. Al final del todo, era una combinaciónn tóxica». David Chase, el 'showrunner' de 'Los Soprano', desvela la guionista, odiaba 'Doctor en Alaska', «una serie filosófica y un poco literaria, en la que no se juzga a nadie, y que era demasiado dulce para él». Con todo, las aventuras del doctor Fleischman en Cicely «también desafiaron las normas de la televisión».

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