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«Felicitad, por favor, a Cristina Iglesias. El esfuerzo que ha invertido en esta aventura merece la pena». Lo dice Marta Burgui al salir de Hondalea, la escultura enclavada en la casa del faro de la isla donostiarra. Ha podido admirarla como parte del ... colectivo de sesenta afortunados que inauguraron ayer las visitas públicas a la nueva obra de arte en Santa Clara. A las 14.00 horas comenzaron las entradas de los visitantes, en grupos de seis personas, y la primera reacción en la que casi todos coinciden es que «los vídeos y fotos no reflejan bien lo que se vive ahí dentro».
Desde la inauguración y hasta ayer mismo por la mañana, algunas agrupaciones invitadas por el Ayuntamiento, desde gente de la cultura y el turismo hasta representantes de entidades, habían ido conociendo la escultura. Pero fue a mediodía de ayer cuando se produjo la primera prueba real con los ciudadanos que se habían inscrito en la web. La respuesta, a tenor de sus comentarios, es positiva. Puede que influya el hecho de que teóricamente quienes antes se apuntaron son los más interesados y, a priori, más favorables. Pero la cálida respuesta sorprendió incluso a los responsables municipales presentes al inicio de las visitas. «La gente sale encantada e impresionada porque supera sus expectativas».
La tranquilidad de la isla, además, se mantiene. Son visitas tan reducidas (grupos de seis y cada media hora) que no se turba la calma. «Hoy se nota algo más el movimiento porque el tiempo no es bueno y hay menos usuarios habituales, pero la isla de momento sigue como siempre», apuntaba Luis Fernández Mata, responsable del bar.
Estos días el viaje en la motora es gratuito para quienes llegan a Hondalea, aunque no para los demás viajeros. En teoría ayer eran 66 los ciudadanos previstos, pero fueron menos porque fallaron algunos de los inscritos. «El máximo de cada grupo es de seis personas, por la medidas anticovid y porque es en la intimidad como mejor se disfruta de la escultura», dicen los guías dispuestos por la fundación municipal Cristina Enea, encargada de gestionar el día a día de la intervención artística. «Cada grupo dispone de media hora de visita, lo que permite ver dos veces el ciclo del agua y disfrutar con tranquilidad del entorno», explican.
La familia Cerro Burgui, vecinos de Donostia y padres de dos hijos, fue de los primeros grupos en entrar. Tuvieron la fortuna de disfrutar de la visita a sus anchas, acompañados además por el fotógrafo del periódico Lobo Altuna, que tras haber seguido todo el proceso de la obra es también un improvisado guía y consultor de lujo.
«No hemos querido leer mucho sobre la obra antes de la visita para sorprendernos más», explica Lori Cerro, el padre. «Y estamos encantados, porque es una experiencia multisensorial, con el ruido del agua y la sensación de estar en un acantilado pero dentro de la casa», agrega su mujer, Marta Burgui. «Hemos sacado fotos y vídeos para recordar, pero no será lo mismo porque la visita te envuelve, es como entrar en una escultura que está viva», describe la madre y corroboran sus hijos, Sara y Erik, que subrayan que han disfrutado ya «desde el momento en que hemos cogido el barco en el muelle». «La experiencia es única, desde que hemos salido del muelle hasta el regreso», remarca Marta.
Un rato después, en otro grupo, salía una pareja de Lasarte-Oria que celebraba su aniversario de boda. «Vivir esta experiencia es todo un regalo especial», confesaba ella al salir. «La escultura me parece fantástica, solo echo en falta el olor a salitre para contagiar la emoción del mar. Estamos de acuerdo en que la experiencia empieza en el momento mismo en que embarcas, más para gente como nosotros que llevábamos muchos años sin visitar la isla. Estos días, además, con menos gente, serán los mejores. Quizás en verano, cuando haya mucha afluencia, la emoción sea menos íntima», terminaba esta entusiasmada visitante. Su pareja añadía una propuesta: «Aprovechar para pasear por la parte trasera de la isla, con ese lado más salvaje, con las gaviotas más libres que nunca...».
Hoy siguen las visitas, con 17 grupos de seis personas cada uno previstos a lo largo de todo el día. Más de 10.000 personas se han apuntado ya en la web correspondiente para visitar la escultura hasta septiembre. Todos los fines de semana están ya llenos. En principio, la obra no estará abierta al público después del verano. Dentro de unos días se prevé el cambio de ubicación de las taquillas de las motoras. Aún siguen abiertas junto a una esquina del portaaviones, pero dentro de unos días pasarán al nuevo y pequeño edificio auxiliar abierto en la entrada del puerto.
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