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Resiliencia y versatilidad frente a la adversidad. La oferta cultural vasca encaja y resiste los titubeos y las decisiones del Gobierno frente a la pandemia, incluso haciendo una obra de arte con las exiguas posibilidades que le dejan la movilidad descendente, los aforos reducidos de ... forma progresiva y sin consulta previa o incluso los horarios menguantes que hacen muy difícilmente sostenibles las producciones. Eso sí, al menos es la primera vez que las restricciones en la vida social para detener la expansión de la pandemia separan y exceptúan al consumo cultural, quizás sobreentendiendo que en el cine, en los espacios escénicos y en los conciertos de música clásica hay un riesgo de contagio ciertamente menor. Algo que hubiera sido necesario comprender mucho antes, evitando el daño innecesario y añadido que se ha producido a la economía de la cultura vasca.
Naturalmente el cierre de la hostelería siempre puede generar un negativo efecto de arrastre sobre el consumo y sobre la programación cultural, ante lo cual no cabe sino esperar el respaldo social a esa oferta de cines y teatros que ahora también supone una opción clara dentro de las restringidas posibilidades del ocio.
Tampoco se olvide que la resiliencia y la versatilidad de la oferta cultural en estos momentos es bastante más gravosa y nada sostenible para la cultura privada (cines, eventos y espacios escénicos), que para los teatros o las orquestas sinfónicas públicas, cuya respiración asistida de los presupuestos públicos nunca va a faltar por mucho déficit que se genere.
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